oncluido el fallido intento propagandístico del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en resucitar unos Pactos de la Moncloa, a todas luces ajenos a la realidad, contexto, profundidad y objetivos de salida de la emergencia y crisis pandémica por la que atravesamos, todo parece indicar que se dará paso a un nuevo proceso de recuperación, reconstrucción y/o rescate de la economía, desde el seno del Congreso con la participación de los diferentes representantes políticos y en el contexto actual de un Estado autonómico con responsabilidades, competencias y autoridades institucionales propias y diferenciadas.
Pese al nuevo rumbo, se desconocen aún el contenido y áreas concretas de trabajo, objetivos específicos a perseguir y, por supuesto, el grado de apertura, participación y contraste a dar a diferentes agentes económicos y sociales en el proceso, los tiempos de negociación, plazos para el acuerdo, diseño e implementación de estrategias, políticas y acciones a desarrollar, la profundidad de la transformación perseguida, su financiación y su adecuación temporal al imprescindible proceso dual de superación de la pandemia y el desescalado, confinamiento-normalidad, cuyo calendario es hoy impredecible.
El caso español no es muy diferente al que se vive a lo largo del mundo. Prácticamente todo gobierno o institución internacional ha de acometer procesos de rescate, recuperación y transformación, si bien cada uno se ve obligado a abordar el proceso con actores y contenidos reales diferentes, condicionados tanto por la severidad del daño causado en esta coyuntura inesperada como por su situación previa, sus capacidades y fortalezas reales, sus tejidos económicos, su calidad democrática e institucional y la vocación, responsabilidad y compromiso de futuro de sus ciudadanos.
En este marco de incertidumbre compleja en el que nos movemos, de sensible impacto diferenciado en el ámbito mundial, regional, estatal y local o próximo, más allá de aproximaciones macroeconómicas necesarias, más o menos observables y esperables, las actuaciones microeconómicas habrán de marcar de manera inmediata su impacto directo en el futuro de personas, empresas y familias de forma singular. Hoy, la literatura económica está repleta de todo tipo de análisis e informes con la prospectiva, visión y escenarios elaborados por las máximas autoridades de reputados centros de investigación, analistas de mercado, organismos internacionales y gobiernos. Lo hacen de una u otra forma, con mayor o menor precisión e intensidad, en base a experiencias de recuperación de otras pandemias y/o epidemias históricas, de calamidades especiales como diferentes situaciones de guerra, desastres bursátiles, crisis financieras globales o “revoluciones socio-económicas” atemperadas. También según potenciales períodos de superación de la pandemia (total o sin rebrotes, inmunidad de la población, tratamientos y/o vacunas). O de los efectos inmediatos que la enorme cantidad de medidas implantadas por todo tipo de gobiernos para mitigar las consecuencias negativas del cese de actividad (temporal o definitivo o previo) en las personas (en especial los más vulnerables), la inicial desaparición de empresas e iniciativas económico-empresariales, el nefasto impacto sobre trabajadores autónomos y temporales, desempleados, empresas (pymes y micropymes), así como en empresas y entidades tractoras, en todo tipo de industrias, al objeto de “superar el primer golpe”, a cuyo servicio se han movilizado ingentes cantidades y recursos financieros, subvenciones, préstamos, canales promotores y de apoyo, “con el esfuerzo y endeudamiento que sea necesario”. Todo un esfuerzo absolutamente imprescindible. El comportamiento de los diferentes agentes, el modo y ritmo de acceso a todas las medidas, el acierto de gestión en la crisis y la capacidad transformadora que lo acompañe, determinará la mejor o peor respuesta y, en consecuencia, el acierto o desviaciones de los escenarios dibujados hasta el momento. Será la propia magia del proceso la que determinará la velocidad e intensidad de la recuperación o reinvención de modelos de crecimiento y/o desarrollo (absolutamente inclusivos), instituciones de gobernanza, futuro del trabajo, modalidades de renta (universal en diferentes modalidades no asociadas directamente a la empleabilidad), la corresponsabilidad fiscal (real y de todos), la nueva configuración de los espacios público-privados y los nuevos roles de sus jugadores (empresarios, funcionarios, representantes políticos y sindicales) y la evaluación social permanente de todos y cada uno de nosotros. La persistente individualidad es, en todo caso, un peligro del proceso transformador.
Y es precisamente aquí, en nosotros, donde residen las capacidades y fortalezas para superar las dificultades y construir un nuevo espacio de futuro. Será nuestra arquitectura propia, nuestro capital humano, nuestro modelo de interacción público-privado, nuestras apuestas y compromisos compartidos y nuestra voluntad y solidaridad las que darán el tipo de respuesta y salida posibles. Para dicho proceso no partiremos de cero, sino de una probada estructura y posición previa lo suficientemente exitosa como para apalancar la salida, en beneficio de todos. Será un futuro tan igual o diferente al pasado como decidamos recorrer y construir.
La emergencia actual ha permitido, también, hacer emerger las claves esenciales para acometer este tránsito incierto que nos espera. Desde nuestra más que demostrada resiliencia histórica para superar dificultades, conocemos las líneas básicas que orientarán, en mayor o menor medida, la salida: rescatar aquellas empresas en dificultad que contengan el espíritu y orientación estratégica para un mundo renovado, acelerar el uso eficaz de nuestro talento para afrontar los desafíos y revoluciones de la salud y su economía asociable, de la digitalización y economía-sociedad 5.0, de la manufactura inteligente y del empleo del futuro vinculable a las tecnologías exponenciales ya entre nosotros, destacando nuestro acierto en la interacción humana con la tecnología, de la economía azul (agua, océanos, pesca, biología marina e infraestructuras), de la logística y el transporte soporte de las tecnologías de la información tan rápidamente reforzadas en estos días de distanciamiento físico curativo o preventivo, de la energía y economía verde. Vectores que habrán de guiarnos bajo un prisma cada vez más claro en cuanto a modelos reales de globalización (en los que lo local resulta imprescindible) reformulando aventuras globales del pasado, revisitando con análisis crítico y completo las cadenas de valor y nuestro rol particular en cada una de ellas, así como el lugar (geolocalización) desde el que hemos de jugar a futuro. Vectores que han de filtrase en un nuevo contexto, también para redefinir, de un desarrollo inclusivo (no necesariamente de crecimiento objetivo, al menos en el inmediato y corto-medio-largo plazo) en el que la realidad recesiva obligará a condicionar nuestra salida en ritmos y orientaciones distintas, guiada por un nuevo Estado social de bienestar, irrenunciable, demandante de renovados valores y conceptos de prevención, protección, seguridad social, acogiendo la realidad de las distintas modalidades de renta básica desacoplada de la empleabilidad, en consecuencia con el futuro del trabajo y su organización.
Todo un amplio camino por recorrer, demandante de estructuras financieras y fiscales de larguísimo plazo, posibilitadoras de un resultado que no se improvisa y que obliga a liderazgos compartidos, refuerzo democrático-institucional y facturas solidarias. Un camino para el que contamos con nuevas herramientas públicas y privadas para reforzar el bagaje previo. Un largo viaje, permanente, desde la fortaleza y la convicción de contar con las claves necesarias para superarlo con la ilusión de una mejoría y, sobre todo, alcanzable.
Hoy, cuando para la inmensa mayoría de la población la incertidumbre provoca una grave preocupación colectiva, resulta imprescindible volcarnos en la confianza en nuestras posibilidades y oportunidades. Unos meses antes de enfrentarnos a esta grave situación coyuntural, nuestro país ya era consciente de este largo viaje. Ninguno de los desafíos que hoy observamos resultan diferentes a aquellos que enfrentábamos. Para todos y cada uno de ellos hemos venido generando capacidades y recursos adecuados y el talento y capital humano existente es real. En ocasiones, muchos de estos elementos permanecen ocultos o no han sido suficientemente reconocidos o aplicados en dimensiones convergentes. Hoy, la emergencia los pone a prueba y redobla esfuerzos y compromisos. Y, por supuesto, esta situación especial ha puesto de relieve la respuesta y estilo, también cultura solidaria, y de responsabilidad de cada persona, de cada empresa, de cada organización, de cada institución. Todos los agentes políticos, institucionales, sociales, económicos nos hemos mostrado y hemos permitido aflorar las capacidades, fortalezas y actitudes. Aquí reside la base real para afrontar el futuro, desde la confianza generada o reafirmada para compartir un viaje, esperanzado y posible.
Nuestro entorno también adecúa posiciones para facilitar la transformación con mayor peso real de cada uno de los jugadores, mayor flexibilidad financiera y mayor comprensión de las salidas diferenciadas.
La prospectiva, como comentábamos al principio, supone un ejercicio responsable y obligado para identificar escenarios bajo determinadas hipótesis. La responsabilidad de quien ha de tomar decisiones pasa por elegir el futuro deseable y hacer lo imposible por hacerlo posible desde las fortalezas y competencias base del punto de partida.
Las personas, sobre todo, como las empresas, países, gobiernos… Hemos de decidir y elegir nuestro propio futuro, desde la elección de nuestro propósito y sentido. Así, más allá de hipótesis y escenarios de uno u otro signo, estamos en condiciones de construir aquí y ahora un apasionante futuro, inclusivo, entre todos y para todos. Desde nuestras fortalezas reales, ante los desafíos más que probables, no lo dudemos: hoy estamos aquí mejor preparados que nunca para una salida exitosa. Ganar nuestro futuro es perfectamente alcanzable. Está en nuestras manos.