Tras una situación que se antojaba insostenible, el futuro de Tubos Reunidos (TR) ofrece un horizonte más despejado merced a un acuerdo para reestructurar su deuda financiera por un importe de 351 millones de euros alcanzado hace unas semanas con los bancos acreedores, que será ratificado el próximo 27 de julio en una junta de accionistas extraordinaria convocada a tal efecto. Atrás quedan momentos críticos que provocaron la dimisión de su anterior presidente, Guillermo Ulacia en octubre de 2018 y la presentación, un mes después, de un ERE temporal para reducir la jornada de trabajo a la mitad hasta febrero de 2020. Sin olvidar que hace escasamente dos meses, a finales de abril, la consultora PriceWaterhouseCoopers (PwC) dudaba de la viabilidad de la empresa señalando una “incertidumbre material” que amenaza su capacidad de seguir en funcionamiento.

De momento, estas circunstancias, proyectos y previsiones parecen olvidadas o, al menos, guardadas en el último cajón del despacho de su actual presidente, Jorge Gabiola, quien ahora, sin la carga de una deuda financiera sin reestructurar, quiere ver una luz al final de túnel, “tenemos futuro y vamos a por ello”, aseguró ante la junta de accionistas celebrada esta pasada semana, agregando que 2019 será un año de “transición” y que espera equilibrar sus cuentas de resultados en 2021. Para alcanzar este objetivo anunció, entre otras medidas, la estrategia de alianzas con otros fabricantes (joint ventures) en proyectos puntuales y obviando la posibilidad de fusiones. Todo ello bajo la premisa de mantener la actual plantilla y sus cinco centros de producción.

Semejantes previsiones suponen un cambio de tendencia y, según el director general, Carlos López de las Heras, la política de alianzas, con empresas extranjeras, tiene como objetivo “obtener contratos de volumen que permitan asegurar la carga de trabajo de las plantas”, de manera que se alcance plena carga de trabajo a finales de 2020. Agregó que se están remontando los malos datos del primer trimestre de este año hasta el punto alcanzar 128 millones en la cartera de pedidos a 31 de mayo con un incremento del 65%, respecto a la existente en diciembre de 2018. Todo, dicho todo lo que antecede, discurre por una senda muy distinta a la que se padecía hace escasamente tres meses.

Pues bien, estos factores desestabilizadores siguen marcando el ritmo de un sector cuyo principal producto, el tubo sin soldadura, es utilizado sobre todo por la industria del petróleo y del gas, así como en el sector energía, sobre todo en perforaciones de búsqueda y extracción de gas y petróleo, en la construcción de grandes gasoductos y oleoductos, en el transporte de combustibles líquidos, en instalaciones de gas en las ciudades y en instalaciones en las refinerías de petróleo. Todo ello sujeto, por ejemplo, a la política de precios de la OPEP o a la Trumpdependencia. Si baja el precio del petróleo también lo hace la fabricación de tubos. Si suben los aranceles bajan las ventas.

La trayectoria de TR es un buen ejemplo, como ya hemos visto en su evolución bursátil o en sus dificultades tanto financieras como empresariales. Ahora se pretende abrir una nueva etapa. El rescate protagonizado por los bancos y, según algunas informaciones, bajo la influencia del Gobierno Vasco, ha evitado una situación de impago. El balón de oxígeno que ha supuesto la reestructuración de la deuda puede representar un paso positivo, ya que, en palabras de sus responsables, contará con las “herramientas necesarias para afrontar la difícil guerra comercial existente” y adaptarse a un mercado “incierto”. Dicho con otras palabras, aparcadas las dificultades financieras, llega el momento de la política empresarial en un mercado difícil e incierto. Sería deseable un diagnóstico coherente con la realidad de un mercado excesivamente politizado. Un diagnóstico compartido por la empresa y sus trabajadores.