Vitoria - No tienen toboganes, ni máquinas de videojuegos ni futbolines; tampoco mesas de billar, ping pong o salas antiestrés... Pero casi. En la planta octava del número 8 del Bulevard de Salburua, con unas vistas espectaculares a los icónicos humedales que también han ayudado a poner Vitoria en el mapa, existe otro ecosistema, en este caso laboral, tan diferente que parece sacado de una postal de Silicon Valley, donde empresas como Google, Facebook o Twitter hace años que descubrieron la influencia del estado emocional de cada uno de sus trabajadores en el rendimiento posterior de sus resultados. Divertirse en el trabajo, concluyeron, no solo paliaba los episodios de estrés, sino que servía como técnica de motivación para superar el estancamiento creativo o para hacer equipo entre la plantilla, entre otros supuestos beneficios.

Pues bien, al hilo de este idílico mantra, hace una década que la alavesa On4U Global Services alumbró un proyecto empresarial con un propósito similar al del sueño americano, no ya tanto en lo referente a la conceptualización física de su sede sino al impulso de una manera de trabajar forjada a partir de la responsabilidad y la confianza. “Nuestra idea siempre fue clara: desarrollar un modelo sostenible en el tiempo donde la gente se lo pasara realmente bien en el trabajo”, rememora Ángel Villa, uno de los socios fundadores de esta pyme especializada en la digitalización de los procesos de venta, especialmente en los campos textil e industrial.

El arranque de su aventura les llevó en un primer momento, en 2009, al Parque Tecnológico de Álava, donde tuvieron tiempo de foguearse en un entonces incipiente sector como el del e-comerce. Sin embargo, la apuesta inicial comenzó a ganar músculo y el traslado a una oficina mayor en el Casco Medieval, por aquel entonces enfrascado en una frenética campaña de promoción de sus locales, fue solo cuestión de tiempo. Crecía la plantilla, el negocio y los clientes, y la particular forma de gestionar el día a día del negocio por parte de estos tres jóvenes ingenieros informáticos comenzaba a despertar el interés de colegas más veteranos. Con una cadencia sorprendente, la segunda mudanza en apenas diez años tampoco se hizo esperar. El salto esta vez fue hasta Salburua, en concreto hasta una de las singulares torres que custodian la entrada al parque natural. Desde su octava planta continuaron lloviendo los éxitos -marcas del sector textil como Bimba y Lola, Adolfo Domínguez o Ternua llevan su firma- y su plantilla no paró de crecer hasta las 27 personas que hoy conforman esta organización donde no hay jefes ni mandos intermedios. “La estructura es totalmente horizontal y está basada en roles muy claros como la confianza y la trasparencia, lo que fomenta la responsabilidad de cada uno a la hora de gestionar horarios o trabajo”, explica Villa, la cara más reconocible de la empresa, que de un tiempo a esta parte se encarga de lidiar con un asunto tan relevante y complicado como es la captación del talento. “Encontrar gente nueva que pueda tener encaje en esta empresa tan singular es un tema que no es nada fácil”, apostilla con cierta resignación. Al igual que le ocurre al resto de empresas de su mismo sector o a las que tienen una cierta dependencia tecnológica, su problema en este sentido es acuciante, lo que explicaría el rechazo por parte de On4u de no pocos proyectos precisamente por no contar con las personas necesarias o cualificadas para hacerlo. De modo que en esta particular guerra por el talento, la imaginación al poder.

Y aunque es cierto que en esta pyme llevan cierta ventaja en este campo (flexibilidad horaria, trabajo en remoto, proyección profesional, crecimiento personal...), no es suficiente. Por eso hace unos días decidió ir un paso más allá, organizando, al igual que las multinacionales, una jornada de puertas abiertas que desbordó la mejor de las previsiones. “El año pasado hicimos una primera jornada para probar y que estuvo destinada al ámbito universitario, ¡pero solo vinieron tres personas!”, recuerdan con humor en la empresa, que este año, quizá al ampliar el perfil de la convocatoria, ha superado los 120 invitados entre curiosos, colegas de la competencia, técnicos municipales, trabajadores de Osakidetza y, por su puesto, profesionales interesados en conocer el modelo de negocio de esta compañía y sus instalaciones, que han duplicado recientemente al contratar la cuarta planta del mismo edificio por necesidades de espacio. “Para nosotros la gente es el objetivo número uno, por eso todas las mejoras o modificaciones que llevamos a cabo son para eso, para que cada uno estemos lo mejor posible cada día y demos lo mejor de nosotros mismos. Al fin y al cabo, nos pasamos gran parte del día fuera de casa, de modo que mejor estar a gusto, ¿no?”, reconoce Villa.

Precisamente esta declaración de intenciones fue uno de los mensajes más repetidos por este ingeniero durante las charlas que ofreció como anfitrión. Unas veces en la zona más lúdica de la empresa y otras en la sala de máquinas, donde se cuecen y esconden las tripas que explican el éxito comercial de muchas grandes compañías. “Es el éxito de los ocultos”, se felicita con orgullo el grupo, más parecido a una gran familia que a una plantilla convencional. No en vano, su índice de rotación es realmente bajo: en diez años de vida solo dos personas han tenido que salir de la empresa y con una de ellas aún se sigue colaborando.

talento y expatriados A la espera del fruto que pueda dar esta jornada de puertas abiertas, la preferencia en la octava planta es clara: se necesitan desarrolladores informáticos y diseñadores con perfiles de UX y marketing. “Nuestro objetivo es atraer al mejor talento, especialmente el que está fuera de España y quiere regresar a casa, pero también el que ya está instalado aquí con un cierto acomodamiento pero que estaría dispuesto a emprender un nuevo reto”, reconoce Villa, que atendiendo al plan estratégico ideado por la empresa para los próximos años avanza que necesitarán, como poco, entre cuatro y cinco nuevos trabajadores cada año para mantener los estándares de calidad que ahora mismo pueden ofrecer. “Para nosotros crecer es una de las principales necesidades del futuro, pero no queremos hacerlo tan rápido como para no controlarlo. En la medida que vayamos incorporando a más gente iremos manteniendo o incluso aumentando nuestra facturación”, detalla el empresario.

¿Y cómo tienen previsto hacerlo?, le interpela el periodista. “Con confianza; esa es la clave”, insiste. A partir de ahí, la calidad del producto no se negociará, el equipo primará por encima del individuo y la honestidad con el cliente deberá ser lo suficientemente pura como para reconocer en un momento dado las limitaciones propias de la empresa para no acometer un proyecto concreto. “Esa libertad de elección, ese poder decir que sí o que no a un cliente, es lo que da sentido cada día a lo que hacemos. Y eso es posible porque después de diez años hemos sido capaces de romper con ese muro pernicioso que por lo general existe en las empresas entre los jefes y los empleados. Una barrera que no tiene sentido por cuanto los dos tienen el mismo objetivo”, concluye Villa, a quien se le pregunta si le incomoda que le comparen con Google. “No, para nada. La diferencia entre nosotros y la competencia está en las personas”.