¿Qué mueve a un empresario de 85 años a seguir madrugando cada día para complicarse la vida al frente de su extenso conglomerado de empresas cuando, además, no tiene ninguna necesidad económica de hacerlo? ¿Por qué no gozar de la vida contemplativa disfrutando de lo mucho conseguido y el prestigio ganado a pulso y reconocido por terceros? Quizá la inercia de demasiadas décadas de empeño o quizá la ilusión por seguir construyendo y aportando valor sirvan como respuesta para tratar de explicar trayectorias de este estilo. Carreras, sin ir mas lejos, como la del industrial Juan Luis Arregui Ciársolo (Mallabia, Bizkaia, 1944), uno de los directivos y empresarios más importantes del último medio siglo en España. Un alavés de adopción que en las últimas semanas ha vuelto a ofrecer una nueva master class de lo que significa defender y rentabilizar un proyecto empresarial. En esta ocasión, el de la papelera Ence, cuya presidencia ostenta y que ha vuelto a colocar a este industrial en la primera plana de la información económica.

Porque después de varios años de travesía por el desierto bursátil, las acciones de la papelera, y por ende las suyas propias, van como un tiro en este arranque del año, habiéndose revalorizado cerca de un 25% y camino de alcanzar sus máximos. Un valor estrella a todas luces que ha permitido a Arregui aumentar su patrimonio en unos 200 millones de euros debido a su notable participación en la compañía, donde es el máximo accionista con el 29% del capital, casi el límite máximo permitido sin tener que lanzar una OPA, según medios especializados.

Ence, que se ha convertido en una referencia en Europa en el sector de la celulosa de eucalipto, es una firma líder en generación de energía renovable con biomasa en España y cuenta con plantas en Asturias, Andalucía, Castilla La Mancha, Extremadura y Galicia. Pero sobre todo, Ence es la niña bonita de los ojos de Arregui después de haber tenido que sufrir momentos de gran incertidumbre como consecuencia de un enfoque erróneo en el modelo de negocio que le reportó pérdidas millonarias y no pocos disgustos.

Sin embargo, aún en los años de mayor zozobra, su inquietud y ese tremendo apego que profesa por la innovación le permitieron aguantar y volver a dar muestra de su aguda visión para los negocios, dándole la vuelta a una situación de pánico hasta protagonizar finalmente una remontada espectacular. Por el camino se quedaron Los Albertos, Alberto Cortina y Alberto Alcocer, socios que aprovecharon el buen comportamiento de la papelera para vender su 5% de capital por 71 millones de euros, y entró Javier Arregui, uno de sus hijos, como nuevo miembro del Consejo de Administración. Una maniobra perfecta que asegura el control alavés de esta compañía, donde también ocupan puestos de responsabilidad sus otros dos hijos, Oscar y Gorka.

Nuevo golpe en la mesa para un industrial de bandera nada amigo de entrevistas que a pesar de haber pasado de puntillas por los medios de comunicación durante gran parte de su carrera profesional, no ha logrado esquivar el impacto de la fama entre las más altas esferas empresariales del país, lo que ha dado pie a la siempre mediática lista Forbes a situarle después del subidón bursátil de Ence en el puesto número 39 en la lista de millonarios españoles con una fortuna estimada de 650 millones de euros. Un patrimonio extraordinario que, sin embargo, apenas ha modificado un ápice ni su carácter ni su principal afición, la caza, con la que sigue disfrutando durante largos fines de semana entre fincas de Toledo y amigos como Ignacio Sánchez Galán, el actual presidente de Iberdrola, al cual apoyó sin tregua en 2010 durante la batalla que éste libró con Florentino Pérez (ACS) por el control del grupo. Para evitar que el más mínimo conflicto de intereses entre Iberdrola y Ence (en ambas empresas tenía intereses Arregui) pudiera ser utilizado en plena refriega por Pérez, presentó su dimisión dejando, eso sí, un recado en su despedida al hoy presidente del Real Madrid. “No puedo consentir que Florentino me utilice”, afirmó en una entrevista en ABC.

aguda visión para los negocios Desde entonces, su vida bajó un par de revoluciones, lo que sin duda agradeció su familia, a la que ahora dedica todo el tiempo que puede. Sin la tensión de antaño pero con la misma intuición de siempre -por algo le llamaban búho tanto a él como al que fuera su socio en los inicios de Gamesa, Gaizka Grajales- es precisamente esa facultad para descubrir nichos de mercado hoy donde otros los verán pasados varios años “lo que realmente le da cuerda para seguir adelante”, reconoce con sana envidia un empresario alavés que en su día mantuvo contacto profesional con Arregui, un ingeniero técnico forjado en la universidad de Bilbao que con el tiempo se graduó en Control Numérico en Wandsdorf (Alemania) y posteriormente realizó un máster en Micromecánica por Besançon (Francia).

Un tiempo para la formación previo y necesario antes de iniciar una meteórica carrera como consejero o empresario que arrancó en 1975 fundando Tornasa, siguió con Robotecsa una década más tarde y continuó con Gamesa, Guascor, CESA, Foresta Capital o Ence, al margen de sus participaciones estratégicas en consejos de Iberdrola, Cartera Industrial Iber o Lorpen. Compañías y despachos en las que siempre pregonó la misma filosofía: hacer las cosas de una manera diferente.