Punto final al ejercicio 2018. Tiempo, por tanto, para cerrar la puerta de los balances y abrir la ventana de las previsiones. Unos y otras aturden cuando llegan envueltas en contabilidades políticas y promesas electorales. Hablando de balance, es el contraste entre historia y lírica, entre objetividad y política o, como decía Aristóteles, entre prosa y poesía, porque “la diferencia reside en que la prosa relata lo que ha sucedido y la poesía lo que podría haber acontecido”. Y otro tanto puede decirse en la distancia existente entre previsiones y promesas, máxime en un año, como el que se inicia mañana que tiene marcadas en mayo tres citas electorales (o más).

Hechas las presentaciones, tratemos de ser prosaicos para poner en valor lo sucedido en un ejercicio que mantiene el ciclo expansivo macroeconómico, dejando datos positivos y síntomas preocupantes en la economía real. Es decir, la doméstica, la cercana, la que mide y valora factores como empleo, consumo y bienestar. En este contexto, 2018 comenzó y termina con la empresa vasca CAF como protagonista. Hace doce meses el Gobierno Vasco, a través del Instituto Vasco de Finanzas, tomaba una participación del 1,24 en el capital de la citada empresa mediante una inversión cercana a los 15 millones de euros. El pasado jueves llegaba la noticia de una ampliación por 400 millones de euros del contrato vigente con el operador holandés Nederlandse Spoorwegen (NS) una de las empresas líderes de ferrocarriles de Europa.

Es uno de los mayores contratos obtenidos por CAF a nivel internacional, pero no es el único de los obtenidos a lo largo de 2018, ya que su cartera de pedidos se ha incrementado en más de 2.500 millones de euros, ascendiendo, al cierre del tercer trimestre, a 6.246 millones de euros. Todo ello ha permitido que su cotización en bolsa se revalorice más de un 8%. Porcentaje que también es aplicable en la citada inversión del Gobierno Vasco que, como decía el lehendakari Urkullu hace un año, no es un chaleco salvavidas para empresas en crisis, sino que pretenden reforzar la singladura de empresas con futuro.

Claro que, por otra parte, la patronal vasca también señala que la principal preocupación de las empresas vascas es la dificultad para encontrar personal cualificado. Es este un tema recurrente que se puede agravar en los próximos años, ya que el sector industrial, motor de la economía vasca necesita de personas con una preparación adecuada, como también lo necesita (y aquí cambiamos de escenario) la economía alemana que busca mano de obra cualificada, dentro y fuera de la UE para paliar la acuciante falta de trabajadores cualificados, cifrada en 1,2 millones de empleos.

Y, mirando en ese previsible escenario europeo, no podemos olvidar que entramos en un año en el que el BCE cerrará el grifo de los estímulos monetarios, así como el incierto desenlace del Brexit. Todo ello aderezado por la volatilidad en el precio del petróleo que experimentó una subida del 23 en los nueve primeros meses del año y un descenso del 37 el último trimestre.

En resumen, podemos esbozar una prudente sonrisa al cerrar la puerta de 2018, pero nos invade un sudor frío ante lo que se vislumbra por la ventana que deja entrar las primeras luces de 2019.