BILBAO -Miles de empresas vascas han salido los últimos años en busca de nuevos mercados y el año pasado más de 16.000 compañías realizaron alguna actividad exportadora. De ellas, casi 5.000 son exportadoras regulares que llevan al menos cuatro años vendiendo sus productos fuera. Durante la crisis, el número de empresas vascas internacionalizadas creció constantemente.

De modo que cuando se inició la recuperación en 2014 la economía vasca ya estaba muy bien posicionada en los mercados exteriores y el número de exportadores regulares se ha consolidado con relativa facilidad. Hasta el punto que se han duplicado las compañías que venden fuera habitualmente y todo apunta a que el nuevo récord de exportaciones que, salvo que se produzca un auténtico frenazo en el último trimestre, se conseguirá este año llegará acompañado también del mayor registro histórico de exportadores habituales en Euskadi.

Entre enero y septiembre, último dato conocido, un total de 4.899 compañías figuran en el club del comercio exterior con asiduidad que elabora Aduanas. La cifra está muy cerca de la que se registró el año pasado para el conjunto del ejercicio y lo más probable es que en diciembre se rompa el techo de los 5.000. Si se compara ese dato con los 2.554 exportadores regulares vascos que había en 2008, se constata la importancia del esfuerzo exportador realizado los últimos años por las sociedades mercantiles de Euskadi. Además, la dinámica de consolidación de las ventas exteriores y la progresiva entrada de las compañías en el grupo de los que han exportado los últimos cuatro años está reduciendo el diferencial con los que no realizan operaciones con regularidad. En 2007, justo antes del estallido de la crisis, el número de exportadores totales -asiduos y no habituales- era algo más del doble que los regulares.

Un año después eran casi el triple y en 2012 se alcanzó la cota máxima y las exportadoras totales prácticamente multiplicaban por cinco a las habituales. Eran los momentos en los que la actividad en el mercado doméstico era mínima y las sociedades se vieron forzadas a buscar negocio en otros países.

CRECIMIENTO CONSTANTE El progresivo afianzamiento de las operaciones de los nuevos exportadores y la entrada de estos en el club de la regularidad en las ventas ha permitido los últimos años, los de la recuperación económica, que el gap se sitúe en una zona más templada. El año pasado, un 30%, casi una de cada tres exportadoras, lo hizo de forma habitual y en los nueve primeros meses de este ejercicio se están acortando más las distancias y el porcentaje de vendedores regulares roza ya el 37%.

En consonancia con ese repunte de la actividad, Euskadi ya ha exportado hasta el mes de septiembre productos por valor de 19.103 millones de euros, casi un 8% por encima del ritmo del mismo periodo del pasado año, cuando se batió el récord de ventas. La barrera de los 24.000 millones de euros parece al alcance este curso, pero la desaceleración de la economía vasca, que se está produciendo sobre todo en la industria, lleva a pensar que en 2019 habrá también un bajón de las exportaciones.

El consumo interno está sustituyendo al comercio exterior como motor del crecimiento económico de Euskadi y, en principio, los analistas descartan que la ralentización se convierta en una recesión. De hecho, tal y como destaca Oriol Aspachs, director de Macroeconomía de CaixaBank, lo más lógico es que continúe los próximos años el proceso de consolidación de los exportadores que ahora no venden fuera con regularidad y que las exportaciones sigan mostrando fortaleza a medio plazo.

Aspachs, que participó la semana pasada en unas jornadas sobre la evolución de la economía en Bilbao, considera que hay que seguir “con interés” el volumen de la bolsa de exportadores regulares como una de las claves del crecimiento en el futuro.

En el mismo acto, organizado por la Asociación para el Progreso en la Dirección (APD), el jefe de Estudios de Laboral Kutxa, Joseba Madariaga, destacó a su vez que la “diversificación en destinos y sectores” de las exportaciones vascas protege en cierta medida a Euskadi de shocks que se puedan producir en países y partidas arancelarias muy concretas en el caso de que se recrudezca la guerra comercial desatada por Donald Trump.