bilbao - Euskadi está considerada una región “de alta innovación”, según el sistema de calificación de la Unión Europea. Eso se traduce, en dinero, en una inversión anual de algo más de 1.300 millones de euros en el área de I+D, casi el 2% del PIB vasco. Más de la mitad de ese presupuesto es inversión privada, que vuelve a crecer una vez superada la crisis. Las empresas miran de nuevo a la investigación con gran interés, sobre todo en el sector industrial. De hecho, muchas compañías vascas han logrado hacerse un hueco en el mercado gracias al desarrollo de herramientas y aplicaciones tecnológicas muy específicas.
Es el caso de Osteophoenix, una pequeña empresa dedicada a la ingeniería para la regeneración de tejidos humanos. Un campo por explorar en el que la firma vizcaina, que acaba de inaugurar nuevas instalaciones en Erandio, marca el camino a seguir. Como hito más llamativo y por sorprendente que parezca, ha logrado regenerar buena parte del dedo amputado a un paciente. Ha sido un experimento pionero que demuestra las enormes posibilidades que abre la tecnología en el ámbito sanitario.
“Nadie te regala nada, pero si tu proyecto es serio, en Euskadi tienes apoyo de la administración para llevarlo a cabo. El dinero no es un freno para la investigación”, asegura Mauricio Lizarazo, director de Osteophoenix.
Isetic, otra pequeña empresa con sede en Barakaldo, ha sabido posicionarse en otro sector en expansión como es el big data y la seguridad informática. “Euskadi es un buen ecosistema para nosotros. La apuesta por la industria 4.0 y las ayudas para que las empresas puedan contratar este tipo de servicios son imprescindibles. Muchas empresas si no hay subvenciones igual se echan atrás”, señala Manu Fandiño, CEO de Isetic, que presta soluciones para maquinaria de grupos como Esergui (gasolineras Avia), Naturgy o Sacyr.
En el campo de la movilidad sostenible, la empresa de Etxebarri Nuuk va a lanzar al mercado en septiembre su primera moto eléctrica. Será una moto “100% fabricada en Euskadi”, aunque las piezas se ensamblarán en las instalaciones de la catalana Rieju, explica Martín Calzada, director de proyectos.
Esta pequeña empresa, de una docena de trabajadores, tiene previsto duplicar plantilla para final de año y estudia poner en marcha su propia planta productiva tras el éxito que está cosechando ya su nuevo modelo. Es la muestra de que, como dice Calzada, “el futuro inmediato es del vehículo eléctrico”.