bruselas - Los tecnócratas al servicio del capital se empiezan a dar cuenta de que el empobrecimiento de las clases medias occidentales y la concentración de la riqueza en pocas manos están generando un descontento creciente en númerosos países con la posibilidad real de desestabilizar el mundo económico, y ya hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) defiende subir los impuestos a los ricos y estudiar la posible implantación de una renta básica universal para intentar corregir la situación.

Este malestar de la población contra lo que considera efectos perniciosos de la globalización económica, con la desregulación laboral y la reducción del empleo por mor de la automatización y digitalización en ciernes, está abriendo una brecha en numerosas sociedades haciendo que muchos ciudadanos descontentos se expresen de manera que situaciones difícilmente imaginables antes de la crisis de 2008 sean hoy reales: la elección de Trump como presidente de EE.UU, el Brexit, el auge de la extrema derecha en Alemania, el alejamiento del poder de los partidos tradicionales en Francia, el auge del independentismo en Catalunya, etc.

Así las cosas, los responsables del FMI se suman a las tesis de numerosos sectores progresistas y abogan por ejecutar de una manera más “eficiente” y “equitativa” la política fiscal -que traducido implica que los ricos paguen más impuestos para evitar que una secretaria en EEUU pague más que su jefe, el reconocido multimillonario Warren Buffet-, a la que considera como un “poderoso” instrumento para apoyar el crecimiento económico sostenible e inclusivo, en un contexto en el que la desigualdad entre los ciudadanos de un mismo país ha aumentado.

Esta realidad se recoge en el informe Monitor Fiscal realizado por el FMI, donde se apunta a que la desigualdad ha aumentado en más de la mitad de los países durante loss últimos decenios, fundamentalmente entre los ciudadanos de las economías avanzadas, un problema que pide compensar a través de la política fiscal y sus mecanismos de redistribución. De hecho, en las economías avanzadas, la política fiscal logra compensar hasta un tercio de la desigualdad de los ingresos del mercado. Los sistemas tributarios, según el FMI, son menos progresivos de lo que los datos muestran debido a que los ricos tienen más fácil evitar pagar impuestos.

Al mismo tiempo, el FMI plantea en su informe la posibilidad de implementación de una renta básica universal (RBU-UBI), entendida como una transferencia en efectivo de una cantidad igual para todos los individuos de un país. Esta idea no para de cobrar impulso debido al posible impacto de la inteligencia artificial y de la automatización sobre los puestos de trabajo en el futuro.