vitoria - A punto de entrar en el último cuarto del año, las expectativas generadas por el histórico acuerdo en la negociación colectiva vasca con que arrancó 2017 se han diluido. Desde enero las cosas han cambiado entre muy poco y nada. Hay un buen puñado de mesas sectoriales abiertas, un total de 30 más otras tres en las que falta por resolver la cuestión de la representatividad empresarial, pero los resultados no llegan. “No estamos en una situación mejor que la que hemos tenido en los últimos años”, resume Jon Bilbao, de Confebask. “La negociación sectorial vasca no avanza a pesar de las muchas mesas abiertas”, constata el Consejo de Relaciones Laborales (CRL).

Son dos principalmente las causas del bloqueo: la subida salarial y, sobre todo, los sistemas de flexibilidad activados por la reforma de 2012. Este segundo punto de conflicto sigue siendo el más difícil de resolver. Más allá de las lecturas sobre la reforma laboral, hay dos visiones de la negociación colectiva antagónicas. Para la patronal es esencial mejorar la capacidad de adaptación de las empresas a los cambios del mercado. Los sindicatos, especialmente beligerantes son en este sentido ELA y LAB, ven en estos mecanismos de flexibilidad la llave para que el empresario pueda dejar en papel mojado lo que se firma y, por extensión, pasar por encima de la propia organización colectiva.

“No se trata de modernizar los convenios. Lo que busca la patronal es un convenio que se cumpla cuando ellos quieren”, indica Pello Igeregi, de ELA. “Lo estamos viendo en la construcción de Bizkaia. Hay un convenio firmado que, por ejemplo en el puerto, no se cumple. Las medidas que nosotros proponemos para que lo que se firma se tenga que cumplir no lo aceptan y así no va a haber acuerdos”, advierte Igeregi. “Desde luego no estamos en una situación muy distinta a la de enero y no somos optimistas”, afirma.

“En un mundo que cambia todos los días y en el que surgen multitud de incertidumbres si quieres sobrevivir como empresa no puedes ceder los mecanismos que te permiten adaptarte”, señala Jon Bilbao, que puso su firma en nombre de Confebask en el acuerdo de enero para blindar el marco laboral vasco respecto al estatal. Los empresarios vascos llevan años tratando de impulsar un nuevo modelo de negociación colectiva con la capacidad de adaptación como eje: el trabajador participa de los beneficios cuando las cosas van bien pero también arrima el hombro en época de vacas flacas.

“Sin bloqueo sindical” ¿En qué se concreta esta flexibilidad? “Puede ser con una parte de subida salarial variable, con la posibilidad de modificar condiciones de trabajo como la jornada con cierta rapidez o pudiendo adaptar un convenio sectorial a la empresa. Y, por supuesto, poder hacer esto sin posibilidad de bloqueo sindical”, expone Bilbao.

El espinoso arbitraje obligatorio implantado por la reforma laboral surge de nuevo como gran obstáculo para los acuerdos. Es el mismo punto de fricción de los últimos años, que el consenso alcanzado a comienzos de año no ha podido suavizar. Desde 2012, si la plantilla no da su aprobación a una decisión empresarial como bajar sueldos la cuestión la resuelve un tercero. “Hasta la reforma la posición negociadora de los sindicatos era muy cómoda. Ahora no tienen esa capacidad de bloqueo. Hay convenios sin renovar desde 2006 ó 2004 pero al pairo de la reforma ELA y LAB han puesto como condición sine qua non la desactivación de esos mecanismos de flexibilidad. Si pides lo imposible lo que quieres es que no haya acuerdo”, según Bilbao.

La negociación es más fluida en Araba, donde CCOO y UGT tienen mayoría en muchos sectores. En cambio, en Bizkaia y Gipuzkoa hay 7 y 5 convenios sectoriales actualizados, respectivamente, de un total de casi medio centenar -otros sobreviven gracias a la ultraactividad-. “CCOO y UGT son bastante más conscientes del mundo en el que viven. Al menos no imponen la remoción de este tipo de medidas de flexibilidad. No están dispuestos a sacrificar puestos de trabajo por clientela sindical”, sostiene el portavoz de la patronal.

“A ver, la reforma no nos gusta pero está ahí. Mientras no se derogue tenemos que negociar con las cartas que tenemos. Intentar meter en una negociación algo que jurídicamente tiene muy poco recorrido creo que es perder el tiempo y una excusa para no firmar”, dice Maribel Ballesteros, de UGT-Euskadi. “Ahí está el Orpricce -el foro vasco de ejecución del arbitraje obligatorio- que ha resuelto solo tres casos desde que se aprobó la reforma”, añade.

Y defiende la posición de su sindicato en las mesas. “A los que firmamos se nos podrá decir que los convenios son malos pero al menos conllevan una subida salarial, que siempre es mejor que tener el sueldo congelado”, argumenta Ballesteros, que cree que la posición de ELA “no ha cambiado nada” desde enero pese a las expectativas que generó su participación en aquel proceso. “Firmó aquel acuerdo porque no tenía más remedio, no por convicción. Mantiene la estrategia de negociar empresa por empresa que nos ha traído a este pantanal”, censura UGT.

En todo caso, el sindicato mayoritario está presente en buena parte de esta treintena de mesas abiertas. “ELA nunca ha dejado de negociar. Hemos estado en las mesas habiendo convocado movilizaciones. Pero nuestra posición en las mesas depende de su contenido. Y a día de hoy la patronal sigue sin ofrecer nada. Ni subidas para recuperar el poder adquisitivo ni medidas para reducir la temporalidad y la precariedad”, lamenta Igeregi.

En cuanto a los salarios, los sindicatos piden mantener la referencia del IPC, mientras la patronal apuesta por variables relativas a la salud de la empresa. “El IPC es cómodo para los negociadores pero cada vez tiene menos que ver con la realidad. Hay que ir a un proceso natural en el que los resultados de una empresa se compartan con quienes los hacen posible, que son los trabajadores. Cada empresa es una historia”, remarca Bilbao. La subida pactada en lo que va de año en la CAV rebasa por poco el 1,5%. “Para unas empresas es perfectamente asumible pero para otras no”, incide.

Entre tanto desencuentro, patronal y sindicatos sí coinciden en una cosa: las esperanzas que se despertaron en enero se han desvanecido y desatascar la negociación colectiva sigue siendo misión casi imposible.

Bizkaia. Hay 16 mesas abiertas (la hostelería se constituirá próximamente): Panaderías, Limpieza de edificios, Estaciones de servicio, Fabricación vinos y licores, Oficinas y Despachos, Transporte de mercancías, Ambulancias, Intervención Social (todas con negociación activa); Comercio de Piel y Calzado, Comercio del Mueble, Comercio del Metal, Ayuda a Domicilio, Residencias, Construcción, Almacenes de fruta y verdura y Mayoristas de pescado (sin reuniones en los últimos meses).

Gipuzkoa. 6 mesas: Alojamientos, Comercio Textil, Limpieza viaria, Transporte de viajeros, Residencias y Comercio de Alimentación.

Araba. Están operativas 7 mesas, si bien es el territorio con más convenios renovados: Derivados del cemento, Actividades deportivas, Intervención social, Limpieza edificios, Ayuda a domicilio, Transporte viajeros y Temporeros de actividad agropecuaria.

67%

Dos tercios de los asalariados vascos, unos 383.000, tienen el convenio pendiente de renovar.