Los dos máximos accionistas de La Naval remodelaron el consejo de administración el viernes pasado para acelerar el concurso de acreedores. El plazo para dar ese paso vence el próximo 7 de octubre, pero se ha decidido no esperar más y precipitar el proceso concursal. Varios inversores han visitado ya las instalaciones del astillero y podrían presentar una oferta las próximas semanas. Además, el empresario asturiano Manuel del Dago, que es accionista de la compañía a través de Naviera del Nervión, regresa a Euskadi la próxima semana para afinar su propuesta de compra.
DNA ha consultado al economista Eduardo Cobanera, que ha actuado como administrador concursal en numerosos procesos de acreedores, con el objetivo de resolver alguna de las dudas que quedan en el aire.
¿Por qué se ha decidido acelerar el concurso?
“Sin conocer los detalles concretos” de la situación de La Naval, Eduardo Cobanera explica que los accionistas han adoptado “una postura habitual cuando el dueño de una compañía cree que el negocio es inviable”. Los propietarios “tenían la posibilidad de seguir aportando capital, quemar dinero, o solicitar un concurso de acreedores”. Ambas opciones acarrean pérdidas y todo apunta a que la empresa ha escogido “la que menos desgastaba a los accionistas”. La Ley obliga a una empresa a solicitar el preconcurso de acreedores en un plazo máximo de 60 días a partir de que se detecta una situación insolvencia o se prevé que pueda llegarse a ella en el futuro.
Es el juez quien decide si se entra o no en esa fase previa al proceso concursal y da un plazo de un mes a la dirección para buscar fórmulas con las que sortear el concurso. Durante el preconcurso se intenta renegociar deudas con la banca y proveedores para relanzar la actividad. Si no es posible alcanzar el escenario idóneo para reflotar el proyecto, se solicita el concurso.
¿Cómo se llega a esta situación con pedidos?
La Naval tiene tres barcos en construcción y debía iniciar un cuarto buque a finales de este año. Tiene cartera de pedidos hasta 2019, pero no ha podido evitar el concurso tras fracasar la ampliación de capital. “El problema de empresas del tamaño de La Naval, que trabajan bajo pedido de contratos de varios millones de euros, es que necesitan mucha financiación para sobrevivir. Si además tiene una red de industria auxiliar tan tupida como en este caso, el rescate se complica más, porque si no pagas o no dispones de credibilidad ante los acreedores no puedes subcontratar parte de la fabricación de la cartera de pedidos”, asegura Cobanera.
Además, el astillero vizcaíno desarrolla su actividad en un mercado en el que sus costes de producción no le permiten competir con otros países con salarios o gastos energéticos mucho más bajos. Tiene que pujar por construir barcos de alta tecnología que requieren un respaldo financiero todavía mayor.
¿Qué se puede hacer durante el concurso?
El concurso de acreedores permite renegociar condiciones distintas con bancos y proveedores de materiales y servicios. También es posible liquidar la estructura empresarial de la compañía y dar impulso a una nueva que “nace de sus cenizas”. Durante el proceso se pueden vender activos improductivos o no necesarios para la nueva actividad, cerrar un acuerdo con los trabajadores sobre nuevas condiciones laborales, liquidar la sociedad mercantil y crear una nueva o buscar el apoyo de instituciones, diputación o tesoreria general de la Seguridad Social para reducir las deudas contraídas con la administración.
“Un concurso bien usado puede reflotar una empresa, pero hace falta de voluntad de acuerdo de todas las partes: propietarios, trabajadores y acreedores institucionales y privados”, subraya Cobanera. El administrador y el juez asumen que si hay acuerdos “son la mejor salida posible”.
¿Cómo afectan los cambios al proceso?
Con el nuevo consejo de administración aprobado el viernes, un abogado será previsiblemente la cabeza visible de la compañía, la apuesta tiene cierta lógica durante un concurso de acreedores, porque a partir del inicio del proceso el juez elige un administrador concursal que toma las riendas de la empresa y los accionistas pasan a un segundo plano. Poner un abogado al frente, que habla el mismo idioma, facilita las relaciones con la administración judicial.
En cuanto a la decisión de apartar del consejo a Naviera del Nervión, dejando fuera a Del Dago, es una medida más estética que efectiva con la que se busca marcar distancias con él y su futura oferta de compra, porque el empresario “ni pierde ni gana ventaja” ahora por estar en el consejo de administración. Es “indiferente” porque el administrador “escogerá la mejor oferta venga de quien venga”, aclara Cobanera. En relación a la posibilidad de que los accionistas actuales logren alguna compensación a través de los activos al final de concurso, las opciones son muy remotas. “Si quedara remanente después de pagar a todos los acreedores se repartiría entre accionistas, algo que no ha pasado nunca”, indica.