BILBAO - En medio de la marejada que empuja a La Naval hacia el concurso de acreedores, su cartera de pedidos, llena hasta 2019, es uno de sus mayores activos. Todo un “salvavidas”, según destaca el comité de empresa y secundan las administraciones vascas. Sin embargo, los representantes sindicales de los trabajadores temen que la “inacción de los accionistas mayoritarios” impida la construcción y entrega de los barcos que están en estos momentos en grada, así como del resto de las contrataciones ya firmadas.

Todas las alarmas están encendidas porque tres de los cuatro buques que ya se han iniciado están parados y para diciembre estaba previsto que arrancara un ferry encargado por Balearia con opción a un segundo barco. Los miembros del comité confían en tener mañana más detalles del desarrollo de las operaciones, cuando se reúnan con los accionistas. Pero ven que los días pasan y se aproxima la fecha del 7 de octubre, que marca el inicio del concurso de acreedores, sin que se perciban ningún paso encaminado a garantizar la entrega de los pedidos.

Según explica el presidente del comité, José Pedro González, la mayoría de las empresas auxiliares han abandonado el astillero porque no están cobrando sus servicios. De modo que se ha pasado de tener una plantilla auxiliar de cerca de 1.600 personas a algo más de 200, a las que hay que sumar los 215 trabajadores directos de La Naval. No hay manos suficientes para continuar la construcción de los barcos que están en grada y nada invita a pensar que las vaya a haber dentro de unos meses, cuando tendría que iniciarse el ferry de Balearia, afirman los representantes de los trabajadores.

Es un extremo que no confirma ni desmiente la dirección, que asegura que sigue trabajando para que esa cartera de pedidos llegue a su destino. Al parecer el único barco en el que se sigue trabajando es el que se ha llegado a un acuerdo con el armador para aplazar su entrega y, mientras, continúan las negociaciones para ampliar los plazos del resto. Algunas de ellas están muy avanzadas y podrían cristalizar en breve.

Son las señales de normalidad que envía la dirección del astillero desde dentro de la complejidad de un proceso que genera gran incertidumbre en la ribera de la ría.

a las puertas del concurso La Naval está dentro de una espiral de difícil salida. La industria auxiliar forma parte de la nómina de acreedores a los que en principio protege un proceso concursal, pero su participación también es clave para sacar adelante los pedidos. Además, los bancos que podrían conceder nuevos créditos para refinanciar el proyecto también están a la espera de cobrar la deuda de 150 millones de euros que se ha acumulado los últimos años.

Y en esa tesitura, los dos socios mayoritarios, Ingeateam y Astilleros Murueta, han decidido saltar del tren en marcha y abandonar la compañía. Los accionistas han convocado otra junta extraordinaria de accionistas para el próximo 15 de septiembre y se intuye que esa cita será la antesala de la presentación del concurso de acreedores.

Antes se celebrará la reunión de mañana de los propietarios con el comité de empresa. A día de hoy se desconoce si acudirán los accionistas en bloque o solo una parte, una clave importante porque todos ellos tienen cuestiones que aclarar. La dirección asegura que no puede confirmar quien estará en el encuentro porque los socios no han comunicado individualmente si acudirán o no. Sin embargo, desde la compañía se recuerda que fueron los propietarios quienes propusieron la reunión y por ello esperan la máxima afluencia.

La ausencia de Ingeteam o de Astilleros Murueta -titulares del 38,25% del capital- reforzaría su intención de abandonar la compañía y de hacerlo además dando un portazo. También se aguarda con interés lo que puede trasladar Naviera del Norte, que cuenta con un 10% de las acciones y que representa a Manuel del Dago, el empresario asturiano que se comprometió a invertir casi 34 millones en el astillero para convertirse en el accionista mayoritario y que lleva varias semanas sin dar señales de vida.

Para bien o para mal, el nombre de Del Dago sigue sonando con fuerza en boca de todos los agentes implicados. Lo último que se sabe de él es que estaba dispuesto a participar en la ampliación de capital que necesita La Naval para recuperar el pulso, pero que buscaba financiación para dar el paso. No ha dicho por tanto que finalmente no lo vaya a hacer y por ello se interpreta que puede actuar “en cualquier momento” o dejar que la compañía caiga en el concurso de acreedores y presentar al administrador judicial una oferta para hacerse con el astillero.

El tiempo sigue corriendo y, como afirmó ayer el presidente del comité, cada día que pasa la empresa “pierde credibilidad y la perdería casi del todo si va concurso y no puede entregar los buques comprometidos”.

Falta de mano de obra. El comité afirma que la mayoría de las empresas auxiliares han retirado a sus trabajadores del astillero porque no están cobrando por sus pedidos. Por ello, no hay mano de obra para trabajar en tres de los cuatro barcos que están en grada. En diciembre está previsto iniciar un quinto buque.