Las últimas previsiones han confirmado la fecha de caducidad de la hucha de las pensiones, creada en tiempos de bonanza (crecimiento del PIB y tasa baja de desempleo) con el objetivo de cubrir los posibles déficits que se generan en tiempos de vacas flacas (como la crisis vivida, que ha destruido millones de puestos de trabajo). Sin embargo, hoy en día, podemos escuchar la marcha triunfal de De Guindos con trompetas y atabales anunciando el doble récord europeo del crecimiento económico y la creación de empleo, al tiempo que se oyen los compases con sordina de la marcha fúnebre de Báñez, avisando que las pensiones están con el agua al cuello.
¿Cómo es posible semejante paradoja? Pues tiene una respuesta tan sencilla como amarga. Mientras los costes derivados de las pensiones han crecido por el aumento en el número de jubilaciones y por la cuantía de las mismas, los ingresos han sufrido un fuerte retroceso, primero por la cruel destrucción de empleo y, más tarde, por una reforma laboral (2012), no menos cruel, que ha facilitado crear empleo precario, bajar los salarios y establecer bonificaciones a las empresas.
Ha sido durante el lustro legislativo de Mariano Rajoy (ya saben, 4 años + 1 en funciones) cuando la desnutrición de la hucha de las pensiones ha conducido a la anemia endémica, pese a que, en los últimos años, se ha creado empleo (cientos de miles). Claro que también ha crecido el número de pensionistas en algo más de 560.000 personas, lo que, en el mejor de los supuestos, representa que la factura anual de las pensiones ha subido en unos 7.000 millones de euros, mientras que la masa salarial (he aquí un contrasentido) se ha devaluado hasta el punto de reducir los ingresos de la Seguridad Social en 15.000 millones de euros como mínimo, entre 2012 y 2015, según la Autoridad Fiscal Independiente (Airef).
Ignoro qué tipo de hechizo existe en La Moncloa y sus aledaños para que la ministra Báñez señale que “en 2011 por cada nueva pensión en España se destruían tres empleos, mientras que este año por cada nueva pensión que entra en el sistema se crean siete empleos. Esa es la fortaleza de nuestro modelo de bienestar, un modelo admirado y querido por todos los españoles”. O que la vicepresidenta del Gobierno en funciones afirme que “’estamos en positivo y tenemos que preservar la recuperación y la creación de empleo, como elemento básico para la sostenibilidad del sistema público de pensiones”. Si esto es así, ¿por qué se asegura que la hucha de las pensiones se agotará antes del mes de diciembre del próximo año?
Volviendo a la propuesta de Fátima Báñez, hay razones para ser escépticos en cuanto a su eficacia o incremento de los ingresos a la Seguridad Social, ya que los trabajadores que se acojan a esta medida tendrán una cotización especial de solidaridad que asciende al 2% del salario, mientras que las empresas aportará un 6% por el mismo concepto. No es casual, ni gratuito, que tanto empresarios como sindicatos tengan sus dudas.
Confiemos en que el Pacto de Toledo y la aritmética parlamentaria puedan cambiar la tendencia negativa de una reforma laboral que ha puesto en valor el injusto reparto de la globalización, cuyos beneficios van al poder financiero y los costes erosionan los bolsillos de la ciudadanía o del Fondo de Reserva de la Seguridad Social que ya tiene fecha de caducidad.