En una semana en la que he tenido la oportunidad de participar como ponente en dos conferencias, de diferente audiencia y en diferentes países, una en relación con la posibilidad o necesidad de construir un proyecto propio ante los desafíos observables y otra sobre las necesarias apuestas colaborativas para construir un modelo industrial para el desarrollo regional, han resultado coincidentes algunas observaciones o preguntas de la audiencia en el debate-diálogo, enriquecedor y complementario, que les seguía. ¿Es posible diseñar e implementar una estrategia coherente y completa en un país con la participación de todos los agentes implicados? ¿En un contexto político como el que se vive y con periodos de gobierno limitados y cambiantes se puede mantener una dirección más o menos estable a lo largo del tiempo? ¿Qué pueden hacer la sociedad (y los ciudadanos) para influir en la dirección estratégica deseable?
La coincidencia de estos comentarios no es extraña ya que son parte esencial de todo proceso estratégico.
Pero dicho esto: ¿por qué necesitamos un nuevo compromiso para repensar nuestro futuro y los modelos existentes y quién (quiénes) debe(n) hacerlo?
Sin duda, unas naciones o regiones lo necesitan más que otras y cada una ha de hacerlo desde un punto de partida diferente. Todas las sociedades y agentes socio-económicos individuales implicados (también unos mejor situados que otros en el pelotón de salida) participamos de la crisis imperante, somos objeto de las megatendencias globales y de su impacto como consecuencia de los complejos desafíos que nos rodean (y rodearán): tecnológicos (revolución 4.0), sociales (migración, demografía, desigualdad, enfermedades), físicos (urbanización, catástrofes medio ambientales), políticos (guerras, seguridad, gobernanza)... por citar algunos. Nada nuevo y todo distinto a la vez, bien por su intensidad, por su interconexión, por su simultaneidad, por su acelerada y creciente complejidad?
Concluidas las sesiones comentadas, uno de los convocantes me preguntaba: ¿y todo esto en el contexto político español es posible? ¿Hay esperanzas creíbles en el nuevo periodo electoral? Esperemos que sí: las primeras señales no invitan a demasiado optimismo: quienes no pudieron o supieron acordar la formación de un Gobierno anuncian que no cambiarán a sus candidatos, no variarán sus mensajes, no modificarán sus programas electorales del pasado diciembre, no se fían de los otros, no creen haber cometido errores?
Pese a todo, una bandera de optimismo y esperanza a favor de la estrategia ocupada en repensar un nuevo futuro al aprender de los desafíos y del camino recorrido, al hacer de los problemas una verdadera fuente de solución, empleo, riqueza y bienestar. Por supuesto, desde nuestro compromiso como sociedad, provocando un escenario deseable. La sociedad ha de jugar su papel. Múltiples espacios de colaboración, de encuentro, de debate, de ideas, de compromiso y de respuesta, haciendo suya la fortaleza de la elección de sus representantes, asumiendo el co-protagonismo que ha de compartir con las instituciones y sus gobiernos.
Hemos aprendido la necesidad de nuevos modelos, conocemos algunos de los caminos por explorar y somos conscientes de los enormes desafíos y retos que tenemos por delante. ¡Un paso más!