Las sucursales bancarias, como los bares, forman parte del paisaje urbano del Estado español con una densidad sin parangón alguno en el mundo. Pues bien, el modelo bancario español basado en la existencia de oficinas comerciales en cada esquina y que ha supuesto en decenas de años una barrera infranqueable para los bancos extranjeros que pretendían competir con la banca doméstica está a punto de pasar a mejor vida. Y no lo hará por los efectos de la crisis financiera-inmobiliaria que estalló en 2008, que también, sino por el futuro que viene de la mano de la digitalización creciente de la sociedad. La relación de los clientes en los bancos ya no vendrá en los próximos años de la mano de las sucursales, sino de Internet a través de los PC, tablets y teléfonos móviles. Y ahí sobran oficinas.

Este proceso, según el presidente del BBVA, Francisco González, es imparable porque “los comportamientos de los consumidores han cambiado y el acceso universal a Internet a través del móvil está dando un impulso definitivo a ese cambio”. Además, según González, los grandes del mundo digital y de la red, los Google, Amazon, etc, “están todavía en los márgenes del negocio financiero pero tomando posiciones y no entran más porque no quieren ser regulados”.

El resultado, según el presidente del BBVA, es que “los bajos tipos de interés y las mayores exigencias de capital hacen inviable el mantenimiento del modelo convencional de banca”. Para sobrevivir los bancos “tendrán que convertirse en empresas de servicios que den soluciones digitales”.

Con esta premisa, que el consejero delegado del banco vasco, Carlos Torres, señale que en el futuro el 75% de las oficinas de la entidad financiera en España sobrarán no ha sorprendido tanto, pero el Santander ya ha dado el pistoletazo de salida a una nueva reconversión de la banca anunciando el cierre de unas 450 oficinas y el recorte de más 1.600 empleos, y ello sólo es la punta del iceberg de un proceso de ajuste sin precedentes.

Miles de oficinas En 2008, antes de que estallase la burbuja inmobiliaria, se alcanzó la máxima expansión de la red comercial de la banca, pues alcanzó en el Estado español más de 46.167 sucursales bancarias tras un proceso de expansión sin precedentes en el que cualquier caja de ahorros abría oficinas fuera de su territorio. Tras la crisis y el proceso de concentración del sector financiero que prácticamente ha acabado con las cajas y que ha hecho que de las 60 entidades financieras apenas sobrevivan menos de una veintena, el número de oficinas se ha recortado de manera sustancial porque, según los datos del Banco de España, al cierre de 2015 había 30.921 sucursales bancarias, casi 16.000 menos que siete años antes. Y en Funcas estiman que se cerrarán otras 3.000 antes de 2020. En Euskal Herria, el número de sucursales bancarias se elevaba a finales del pasado año a 1.522 en la CAV y a 569 en tierras navarras. Las grandes entidades financieras vascas, BBVA, Kutxabank y Laboral Kutxa tienen en marcha procesos de ajuste de oficinas aunque menos agresivos que otras. Aun así, Kutxabank tenía 1.300 en 2012 y al cierre del pasado año contaba con 1013 y dentro del plan estratégico contempla suprimir algunas más por su baja rentabilidad. Laboral Kutxa, con 368 sucursales, quiere aprovechar el cierre de la integración de Ipar Kutxa para suprimir 30 oficinas en los dos próximos años. Y BBVA, con 3.800 locales, ya ha adelantado que en el futuro podría trabajar con sólo 1.000. Los bancos justifican las medidas de reducción de sucursales por tres razones: la primera para recortar gastos, la segunda por la digitalización que viene que hace que los clientes realicen buena parte de las operaciones tradicionales a través del PC o el teléfono móvil, y la tercera por la necesidad de cambiar el concepto de oficina bancaria. Las que sobrevivan serán de mayor dimensión que las pequeñas de dos o tres empleados, que llevan el mayor peso del ajuste.

Ese mayor tamaño de las sucursales es necesario para adaptarse a los nuevos tiempos en los que los clientes piden cada vez más asesoramiento, porque ellos mismos llevan a cabo las operaciones más tradicionales a través de las terminales automáticas o de los citados ordenadores, tablets y móviles. Para ello, además de contar con más personal en las sucursales y con una mayor preparación profesional, las oficinas van a ser dotadas de servicios multicanal, lo que implica realizar importantes inversiones.

El ejemplo ING Sin ir tan lejos, ya hay entidades financieras que han demostrado que se puede hacer negocio bancario en España con una red mínima de locales comerciales en las calles. Ahí está el ejemplo del banco holandés ING Direct, un pionero en el uso de las nuevas tecnologías en el negocio tradicional bancario. Y no le ha ido mal pues con sólo una treintena de oficinas ha conseguido captar más de 3 millones de clientes en el Estado español con sus productos sencillos, nóminas, créditos, pagos de recibos. Y todo desde el PC. ING Direct España logró incrementar un 7,54% el número de clientes el pasado año, hasta 3,3 millones. Los fondos totales gestionados en España por la entidad naranja alcanzan los 45.020 millones de euros, un 12,5% más.

Con ejemplos como este se entiende la apuesta de la banca por reducir su red de oficinas. No hay que olvidar que la banca en el Estado español se encuentra en un escenario complicado. Una parte de su cartera crediticia, pese a las ingentes cantidades destinadas estos años a provisionar posibles fallidos, está formado por préstamos a empresas que renegocian una y otra vez los plazos porque difícilmente van a poder afrontar la devolución de los créditos en las condiciones pactadas, ya que ello les abocaría a la quiebra. Otra parte, formada por créditos hipotecarios, está amenazada por la reciente sentencia judicial contra la existencia de cláusulas suelo en las hipotecas que de salida le puede costar al sector unos 5.200 millones de euros adicionales, según las primeras estimaciones.

Además, en un escenario de tipos de interés cero o negativos, caso del euríbor, el margen de los bancos es mínimo, máxime si el endeudado consumidor español es reticente a solicitar nuevos préstamos. Si a eso se le añade las crecientes exigencias de las autoridades europeas para aumentar la capitalización de las entidades, la situación no es fácil. Y más que se va a complicar por la de los bancos por la irrupción de los nuevos competidores del mundo digital. Plataformas de pago como Pay Pal son un buen ejemplo de lo que viene: más competencia para los bancos tradicionales y menos oficinas físicas.