La reciente concesión del premio Nobel de Economía al profesor escocés-estadounidense Angus Deaton es celebrada tanto por el mundo de la salud (y su economía) como por todos aquéllos que nos alineamos con una de las principales líneas de debate, preocupación y estudio en la economía de nuestros días en torno a la creciente desigualdad existente, los modelos de crecimiento económico y el desarrollo inclusivo o incluyente, agrupados en torno al desafío de una nueva manera de concebir el desarrollo económico y la inclusión social como un reclamo inseparable.
Los trabajos del profesor Deaton, buscando explicaciones a la interrelación entre las decisiones individuales del consumo, ahorro e inversión de las personas, más allá de su capacidad teórica para tomarlas, de los diferentes modelos y formas (además de ritmos y tiempos) de desarrollo, de las modalidades del llamado estado de bienestar y felicidad a lo largo del mundo, sobre la pobreza en sus diversas manifestaciones relativas, han contribuido a lo largo del tiempo a cuestionar la validez de fórmulas y recetas tenidas por inmutables y han trascendido de la macroeconomía y las bonanzas generalizadas atribuidas ara dar paso a la consideración de intangibles tan relevantes como la cultura, la psicología, el estado de ánimo, el grado de asunción del destino de cada uno, la historia de los colectivos sociales, nuestro comportamiento social y, en definitiva, a la apreciación de una economía diversa, en contextos distintos y bajo el valor determinante de la aproximación microeconómica dominada por el entorno próximo en el que vivimos. La trascendencia del impacto directo de lo próximo, tantas veces distorsionada por los beneficios macroeconómicos esperables en un reparto “lo más equitativo posible”, parecería romper con la idea de un determinante genético único, capaz de regir sociedades globales igualitarias y daría paso a la evidencia observable: diferentes protagonistas, diferentes contextos, diferentes voluntades, ofrecen diferentes resultados y también exigen diferentes recetas, desafíos y estrategias.
Gracias a observaciones y aportaciones en apariencia tan simples y naturales, más allá de la sintonía teórica o académica, el mundo se viene rodeando de múltiples iniciativas, de un cada vez mayor número de autores y movimientos en favor de principios incluyentes para el desarrollo, de modelos de crecimiento novedosos, de estrategias empresariales innovadoras, que empiezan por redefinir sus propias visiones y objetivos, redefinen productos y soluciones, recomponen sus cadenas de valor y su rol dentro de las mismas, generan espacios de trabajo colaborativo y compartido, ponen el acento en un valor empresarial y social convergente y se permiten discrepar de un pensamiento único simplista y, en apariencia, inamovible. Bienvenida esta nueva ola académica, empresarial, gubernativa y práctica que parece calar, también, en las organizaciones internacionales y que esperemos terminen dominando sobre sus agentes, instrumentos y programas financieros que las más de las veces han suplantado la capacidad y autoridad decisoria de quienes formulan las visiones, estrategias y políticas, bajo la excusa de la capacidad técnica para dotarse de recursos, más allá del logro de sus verdaderos objetivos al servicio de las personas.
Crecimiento y/o desarrollo inclusivo es la línea objetivo del nuevo pensamiento económico que, afortunadamente, se resiste a aceptar la máxima del capitalismo que se supone produce beneficios generales hacia la sociedad pero que conllevan, de forma inevitable, un nivel de desigualdad que los propios factores (capital, tierra, trabajo) implican.
Es por eso por lo que cuando la Academia sueca se acerca a la realidad, premia a quienes se comprometen en la generación de impacto real en la sociedad, avalan su larga trayectoria y no eligen el camino fácil de premiar la promesa y verbo del mañana, nos felicitamos y aplaudimos su existencia, labor y mensajes transmitidos.
Así, para algunas líneas editoriales se trata del “Camelo de la Economía”, fruto del populismo y la demagogia económica. Si bien puede ser verdad que el discurso no siempre viene acompañado ni del rigor ni del compromiso, la evidencia pone de manifiesto una polarización en nuestras sociedades, una clara desigualdad, que acompañada de la ausencia de resultados aceptables y de la deteriorada oferta de futuro que margina a un cada vez mayor número de personas de proyecto alguno, parecería obligar a probar otros caminos. Se trata de movilizar la energía creativa de personas, empresas, gobiernos e instituciones internacionales hacia un mundo incluyente o inclusivo antes, durante y después del crecimiento. En consecuencia, nuevos modelos de desarrollo, nuevos diseños, comportamientos y roles de la empresa y de quienes disfrutamos de un empleo, nuevos desafíos de los gobiernos y renovados compromisos hacia la academia para priorizar el impacto de su trabajo en las diferentes comunidades en que se investiga e instruye, parecen constituir la esencia de la economía de hoy y, sobre todo, de mañana.
En definitiva, bienvenido este premio. Felicidades y agradecimiento al profesor Deaton, y a quienes como él están cambiando el mundo. A todos aquellos cuyo trabajo permite reconsiderar determinadas reglas del juego (pobreza, salud, crecimiento...) y que nos acercan a una manera diferente de interpretar el verdadero valor de las estrategias microeconómicas y próximas, a contemplar el valor de elecciones y decisiones diferentes, por los agentes implicados, que las hacen únicas, que refuerzan el peso de la cultura y el comportamiento personal, familiar y social en nuestra actitud decisional, haciendo que las opciones de gasto y consumo, inversión y ahorro, respondan a nuestras aspiraciones de futuro y preferencia. Y permiten que este enfoque lleve a concebir nuevos modelos de bienestar y desarrollo, al servicio de voluntades y decisiones propias. Modelos que hacen que siempre exista una opción a lo que algunos parecerían ofrecer como solución única e incuestionable.
Todo un reto: crecer (riqueza, empleo, bienestar, oportunidades) de una manera inclusiva al servicio de las personas, especialmente de los menos favorecidos, desde procesos colaborativos reales empresa-gobiernos-sociedad bajo nuevas ideas, roles y modelos de negocio en una estrategia única de desarrollo económico y social. Una esperanza sobre la que construir un nuevo futuro.