Volkswagen está obteniendo unas valoraciones de la prensa especializada sobre su nuevo Passat que rayan en la perfección. La berlina alemana estrena su octava generación tras vender más de 22 millones de unidades en 41 años y lo hace con un automóvil que está llamado a competir con las marcas generalistas al tiempo que planta cara abiertamente a las firmas del segmento premium.
Nosotros hemos querido conocer de primera mano esta nueva apuesta y recabar impresiones de un turismo que tanto en su carrocería berlina de tres volúmenes (motor, habitáculo y maletero) como en la variante familiar (Variant), que es la unidad que hemos probado provista del diésel 2.0 TDI de 150 CV (desde 30.200 euros), aspira a liderar el mercado.
Quizá lo más sorprendente y a la vez desconcertante del nuevo Passat es que gusta a todo tipo de usuarios sin que casi nadie sepa destacar o esgrimir el motivo de tan logrado diseño. Más de uno lo mira detenidamente buscando, sin éxito, dar con la clave, el aspecto determinante que lo hace tan bello y atractivo y le aporta ese indiscutible carisma. Y es ahí precisamente donde reside la magia de su acierto, en el equilibrio, la armonía y perfecta conjunción de todos los elementos, sin nada estridente o excesivamente llamativo como para sobresalir o desentonar. Términos como elegante, bonito, distinguido, aplomado (sobre todo por lo bajo y ancho que resulta) o señorial se agolpan mientras, tras deleitarse con el exterior, los más curiosos se acercan al interior. Además, la carrocería mantiene sus cotas, pero crece en distancia entre ejes en busca de mayor habitabilidad.
Allí dentro dominan tres impresiones: amplitud, gran equipamiento (con destacada presencia de los nuevos sistemas de seguridad, asistencia a la conducción, confort e infoentretenimiento) y elevada calidad de realización. El salpicadero es sin duda el centro de todas las miradas, con un cuadro de relojes exquisito, una enorme pantalla en el centro y una franja de ventilación que recorre toda la plancha, en donde un elegante y distinguido reloj analógico aporta el toque de clasicismo y estatus. Los ejemplares mandos, de un funcionamiento delicioso; el tacto, dimensiones, sujeción y consistencia de los conseguidos asientos delanteros, además de un volante de formas y agarre ejemplares, completan un conjunto irreprochable. En las plazas traseras las sensaciones son semejantes, con la única salvedad en la berlina frente al más recomendable familiar de la sólo correcta distancia al techo, que condiciona la comodidad de los pasajeros más altos. El maletero también cumple con nota y crece en capacidad (586 litros la berlina y 650 el familiar), con el detallazo añadido de una rueda de repuesto de tamaño estándar a pesar de sus medidas (235/45 R18).
En marcha, tras arrancar con el pulsador a botón y liberar el freno de mano eléctrico, comenzamos a apreciar las cualidades del 2.0 TDI de 150 CV de 3.500 a 4.000 rpm y 340 Nm de 1.750 a 3.000 vueltas, en este caso con cambio manual de seis marchas, aunque también está disponible con el apreciado DSG automático de doble embrague, sin olvidar otras mecánicas diésel, entre 120 y 240 CV, y gasolina, de 125 a 280 CV. El rendimiento, como en todos los 2.0 TDI, sigue siendo elevado, aunque en este caso la falta de rodaje hizo que el motor no estuviera todo lo suelto que debería y diese la sensación de un empuje más modesto de lo que sus cifras anuncian, a lo que también contribuyen unos desarrollos un tanto largos (124 km/h de marcador a 2.000 vueltas en sexta); pero seguro que con el tiempo y los kilómetros el 2.0 TDI dejará el pabellón a la altura esperada.
En cualquier caso, lo mejor, junto a sus excelentes prestaciones (218 km/h) y contenido consumo medio homologado (4,4 litros), es su respuesta progresiva, la finura de funcionamiento y una baja sonoridad mecánica, en consonancia con un silencio de rodadura y aerodinámico ejemplares y un confort de marcha notable. Las conseguidas suspensiones absorbiendo irregularidades, una estabilidad brillante incluso rodando a buen ritmo en tramos muy virados, donde las inercias y los balanceos están perfectamente controlados, y el agrado de utilización se alían para aportar una experiencia al volante realmente deliciosa. Los potentes y dosificables frenos y la acertada dirección completan la jugada y hacen de su manejo en ciudad, carretera y sobre todo autopista una auténtica gozada.
Si a este coche, con una calidad de realización y diseño irreprochables, le acompaña una elevada fiabilidad, unos costes de mantenimiento razonables y un servicio postventa en consonancia, estaremos ante el mejor Passat de la historia. Y eso es mucho decir.
VOLKSWAGEN
PASSAT