En una reciente entrevista para una revista internacional de economía y empresa, la periodista me pedía un diagnóstico y valoración de la situación económica en Euskadi, España y Europa en contraposición a un escenario rico en iniciativas, de las que veníamos hablando, como las que encontramos en algunos países emergentes, en pleno crecimiento y en un claro ambiente de oportunidades. Tras una breve a la vez que intensa introducción, en la que me señalaba una larga lista de noticias de primera página publicadas en los últimos días en la prensa local, reseñando un desolador panorama repleto de casos abiertos de corrupción sangrante, confrontación político-mediática, conflicto verbal España-Grecia en torno a un hipotético rescate, una vicepresidenta del Congreso jugando al Candy Crush en pleno Debate de la Nación, con una España sumida en un paro galopante y desmedido, con escasos planes de recuperación en el próximo decenio y declaraciones de líderes empresariales asiáticos manifestando su nulo interés en lo que pasaba en Europa, calificándola como Jurassic-Disney, parecía sugerirme respuestas poco esperanzadoras. Todo un bombardeo depresivo que obligaba a entrar en un ciclo pesimista entre la mediocridad, la negación de la bondad irremplazable de la política y los gobiernos, la pérdida de valores y oportunidades y la ausencia de confianza en un potencial futuro de bienestar y prosperidad equitativo e incluyente para nuestros ciudadanos de la vieja Europa, una desigual y compleja salida para una España en plena encrucijada y un escenario incierto para Euskadi a la búsqueda de nuevos horizontes.

Sin embargo, desde el optimismo obligado al que hemos de sumarnos para superar el fatalismo inducido, huyendo de esta aproximación que me llevaría al pesimismo crónico y al desánimo e inacción, opté por evitar el diálogo en corto y echar mano de un reciente artículo de Trudi Lang, directora de Prospectiva Estratégica en el World Economic Forum de Ginebra. Como coordinadora de una influyente Comunidad de Debate y Propuestas cuyo objetivo es el de “sacar a la superficie cambios y tendencias ocultas que iluminen un nuevo futuro desde las agendas globales”, se ocupaba de reunir un buen número de datos e informaciones destacables que habrían de llevar a observar un futuro prometedor y esperanzado. Así, echando mano de prestigiosos autores, se preguntaba “¿de dónde puede venir el crecimiento económico?”, pregunta tantas veces formulada y pocas veces contestada. Para iniciar su invitación al futuro, utilizaba un reclamo en el que, sin duda, reparamos muy poco: “El 95% de los científicos que han vivido, hoy siguen activos” (Peter Schwartz). Lo que le lleva a sugerir que aunque no sepamos concretar las fuentes de riqueza y empleo del mañana, podemos reducir nuestras preocupaciones y temores ya que, con esa base, nuevas cosas, caminos, soluciones llegarán. En especial, si somos capaces de mitigar la brecha entre el conocimiento científico, las aplicaciones tecnológicas y las demandas sociales, si logramos dotarlas de la financiación y gestión adecuadas, si exploramos y asumimos el riesgo de llevar adelante las buenas ideas y si acertamos con el auténtico enlace colaborativo con la empresa y la sociedad. De esta forma, desde las ciencias de la salud, la energía y el medio ambiente, la movilidad e infraestructura, las demandas y servicios creativos y educativos y la manufactura inteligente, el reclamo alimentario y de las ciudades, así como nuevos espacios urbanistas innovadores requeridos, el mundo de demandas y necesidades sociales encontrará soluciones esperables. A partir de esta provocativa invitación, el acceso a la internet de las cosas, la formalidad de una economía aún excluyente, la inevitabilidad de nuevos instrumentos y esquemas financieros con una nueva gobernanza y la recuperación del valor de gobiernos, de la política y de la empresa al servicio de ese nuevo futuro, podremos ofrecer espacios para soñar.

Un sueño posible. Concluida la entrevista, un tanto preocupado por haber caído en un excesivo optimismo, huyendo del pesimismo inicial, y ya de vuelta en Euskadi, escuchaba a uno de los jóvenes talentos de éxito que han llamado la atención en nuestro país en estos días. Ander Ramos Murguialday, investigador destacado de Tecnalia y de la Universidad de Tubinga, explicaba con gran pasión e ilusión su trabajo en el campo de la neurotecnología. Describía sus proyectos de los últimos cinco años desde sus pasos iniciales en la antigua Fatronik y sus aspiraciones de futuro. Enfermedades como el ELA, disfunciones graves, para más de 2.000 millones de personas a lo largo del mundo, afectadas por trastornos e ictus paralizantes, albergan esperanzas gracias a la interdisciplinariedad de la robótica, la mecatrónica, electrónica y salud en el marco de interacciones colaborativas desde la excelencia de Euskadi, en conexión con otras vanguardias del conocimiento en el mundo. Inversión, esfuerzo, compromisos, tejido industrial y necesidades sociales (salud), como fuente de riqueza (economía y negocio, también), son una luz, real, para la esperanza.

Nuevas maneras de establecer el diálogo máquina-cerebro, la conversación entre medicina, psicología, neurología e ingeniería. El nuevo mundo de la economía, industria y tecnología colaborativa. Es uno de los muchos ejemplos, de las múltiples iniciativas que nos llenan de ilusión, refuerzan la capacidad de Euskadi como centro de excelencia en múltiples áreas de futuro y permiten contemplar un futuro realista, ilusionante y posible. Ejemplo y reflexiones que nos llevan a repensar sobre las nuevas líneas de pensamiento económico: ¿vamos a sucumbir a la crisis creyendo en un fatalismo determinista que desaparece en un ciclo concreto para continuar igual hasta la siguiente embestida o, por el contrario, vamos a apostar por nuevos contextos y modos de abordar el futuro? Solo depende de nosotros. Allí fuera hay un infinito espacio de oportunidades por explorar. Desde nuestra base de excelencia, transitemos la brecha entre las necesidades y las soluciones, sabiendo que ni toda iniciativa resultará exitosa, ni todo proyecto es alcanzable. Pero sin las bases adecuadas, las personas apasionadas, formadas y comprometidas, el no éxito sí que está garantizado.

En esta misma línea, haciéndose eco de la nueva realidad tecnología-sociedad ya presente en el modelo de negocio de las principales empresas (y países) de éxito, Mckinsey publica en estos días una nueva línea de apuesta para el crecimiento: La era de Oro del Marketing que, gracias a la convergencia de la investigación, inteligencia comercial y Big Data con la “sustancia esencial” de cada negocio y su historia verdadera (pasión-compromiso), vuelve a poner en el incremento de ingresos y no en la reducción de costes, la vía del crecimiento y la rentabilidad. Es decir, focalizar el pensamiento en lo que está por venir y hacer, la innovación hacia nuevas cosas, diferentes soluciones, distintos modelos, repensando la forma de generar valor.

Definitivamente, si bien es verdad que hay demasiados nubarrones en el horizonte, y que determinada mediocridad y desafección respecto del compromiso y el valor imprescindible de la política, de los gobiernos y de la verdadera colaboración público-privada, nos rodea y aplasta, así como el tópico generalizado de una simplista concepción de la “población educada” y una peligrosa identificación de los derechos fundamentales con derecho a todo, que hoy, sin compromiso y contrapartidas personales parecerían haberse instalado entre nosotros, no es menos cierta la existencia de un gran espacio para la confianza. Más allá de la incertidumbre, existen nuevas maneras para crecer y generar el bienestar deseado. Destaquemos los buenos ejemplos y trabajemos de su mano. Nunca como hoy, aunque pudiera no parecerlo, hemos tenido tantas fortalezas para construir un futuro deseable. Sin duda, existen -a nuestro alcance- nuevas y diferentes vías de crecimiento, riqueza y bienestar.