¿Qué se compra? El programa de compra de deuda anunciado ayer por Mario Draghi, que se activa en un intento de estimular las inversiones para reactivar la economía europea, consistirá en “compras combinadas” de deuda pública y privada por valor de 60.000 millones de euros al mes. El programa en total contará con unos 1,14 billones. El Eurosistema (formado por el Banco Central Europeo y los bancos centrales de la zona euro) adquirirá en el mercado secundario bonos emitidos por los gobiernos y por agencias e instituciones europeas, además de deuda corporativa.
¿Cómo se reparten? En el reparto de las compras en cada país del euro entra en juego la cuota de capital de cada estado en el BCE. De esta forma, la mayoría de la deuda se comprará en las grandes potencias: Alemania, Francia e Italia, que son las más representadas en la entidad emisora europea. La cuota del Estado español, la cuarta más importante en el organismo, se sitúa en el 8,8%.
¿Quién compra? La aplicación del programa por parte del Eurosistema (BCE y bancos centrales de los estados) será “descentralizada”, es decir, cada banco central comprará deuda en su país. El BCE, por su parte, adquiere el 8% del total.
Riesgos. Solo el 20% de las compras estarán sujetas a un “régimen de riesgo compartido”. En este porcentaje entra la deuda adquirida a las instituciones europeas, que supone el 12% del total del plan impulsado por Draghi, y la que compre por sí mismo el BCE, que será el 8% restante.
Duración. El programa de compra de deuda comienza el mes de marzo y se pretende mantener las compras hasta septiembre del año 2016, de manera que en principio su duración sería de año y medio. No obstante, Draghi dijo ayer que su intención es mantener activo el programa de compra de deuda hasta que se compruebe que la inflación se encuentra en una senda “de ajuste sostenible y coherente” hacia la tasa deseada por el BCE, que sería ligeramente inferior al 2%, en todo caso bastante por encima de los valores actuales.
¿A todos los países? El presidente del BCE explicó ayer que se adquirirán únicamente “bonos de grado de inversión”, lo que por el momento excluye la deuda que emita Grecia, que ha sido calificada por las agencias de rating como bonos basura.
Bruselas - Mario Draghi sabía que era la noticia más esperada desde hacía meses y quizás por eso fue directamente al grano. La primera medida que anunció ayer, tras la reunión del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE), fue la puesta en marcha de un ambicioso programa de compra de deuda pública y privada que inyectará en la Eurozona 60.000 millones de euros al mes desde marzo de 2015 hasta septiembre de 2016, “o -según dijo- hasta que veamos un ajuste sostenido del ritmo de la inflación en línea con el objetivo del BCE”. Un nuevo bazooka como nunca hasta ahora con un doble objetivo: frenar el riesgo de deflación -el IPC se hundido hasta el -0,2% en la tasa interanual- y estimular la estancada economía de la zona euro a través de una mayor liquidez en el mercado. En total, se movilizarán 1,14 billones de euros en 19 meses.
“Creemos que las medidas adoptadas hoy serán efectivas. Elevarán las expectativas de inflación a medio plazo -el objetivo es cerca pero por debajo del 2%- y responderán a la situación económica en la zona euro. Básicamente se sustituirán bonos por dinero y los bancos tendrán más incentivos para prestar dinero al sector privado, hogares y compañías”, resumió el banquero. Aunque los mercados llevaban días descontando esta decisión, la amplitud del programa fue una sorpresa y la reacción no se hizo esperar. El Ibex repuntaba hasta su nivel más alto en lo que llevamos de año, el euro se desinflaba hasta los 1,14 dólares y el diferencial de la deuda pública española volvía a bajar de los 100 puntos.
“Las expectativas solo funcionan si hay una cierta credibilidad. Hoy estamos demostrado que esa credibilidad se merece”, insistió Draghi. Pero más allá de contener el peligro deflacionista y de dar nuevas dosis de confianza a la Eurozona, esta nueva arma de la política monetaria europea, que emula a medidas adoptadas por la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos o el Banco de Inglaterra, permitirá garantizar costes de financiación a los Estados más bajos y una mayor liquidez en el mercado lo que mejorará el tipo de cambio del euro contribuyendo a impulsar las exportaciones. Según el esquema previsto, habrá compras combinadas de deuda pública que se adquirirá en el mercado secundario y también de títulos privados. Las compras se corresponderán con el peso de cada país en la entidad, lo que significa que los más beneficiados serían Alemania, Francia, Italia y España mientras que los países bajo programa de rescate de la troika, como Grecia, tendrán que cumplir criterios adicionales.
Draghi también confirmó que las compras serán limitadas y que comprarán como máximo el 25% de cada emisión y no más del 33% de toda la deuda en circulación emitida por un Estado. En cuanto al riesgo en caso de pérdidas solo será compartido en un 20%. Es decir, que el restante 80% lo tendrá que asumir el banco nacional del país que haga la emisión ya que es la entidad que comprará los títulos emitidos por su gobierno. Un matiz importante con el que el BCE trata de contentar a uno de los países más hostiles hacia la puesta en marcha del programa de compra de deuda como es Alemania que considera peligrosa la medida porque podría incitar a algunos países a renunciar a la disciplina fiscal. De hecho aunque hubo unanimidad en considerar la medida como una herramienta de política monetaria, Draghi admitió que el apoyo no fue unánime a la hora de decidir ayer su puesta en marcha.
Aunque figuras como el ex secretario de Estado del Tesoro USA, Larry Summers, advirtieron ayer desde Davos que “es un error” pensar que el programa será “una panacea en Europa”, la directora del FMI, Christine Lagarde, valoró muy positivamente la respuesta porque “ayudará a rebajar los costes del crédito en la zona euro y elevará las expectativas de inflación”.