Donostia - Consultor empresarial y formador de directivos a través del Instituto de Desarrollo Pyme, publicó recientemente su tercer libro Qué leches es el estado del bienestar, continuación de otros dos ensayos que ha escrito sobre las compañías y la crisis como La casa al revés, ¿por qué fracasan las empresas? y ¡No es una crisis! Es un cambio estructural. En el libro plantea una reformulación del sistema de protección social del Estado heredado de la Segunda Guerra Mundial y que la actual situación económica está haciendo añicos por culpa de la falta de recursos.

¿El estado de bienestar está en peligro?

-Antes de repartir hay que generar. Para que podamos repartir una tarta la tenemos que hacer previamente. Y ahí está el problema. Vivimos en el mundo donde hay agentes que también quieren parte de esa tarta como los chinos, los hindúes, etc., mientras Europa vive de espaldas a esa realidad. La prueba es que todos los países del sur de Europa son extraordinariamente deficitarios y queremos seguir manteniendo algunos servicios y una protección de mínimos para la gente más débil. El problema no es la crisis sino que no nos estamos adaptando al cambio de civilización que se está produciendo, porque no somos competitivos y hay más tarta que repartir.

¿Es una crisis de cambio de civilización o una crisis del capitalismo?

-Estamos en un cambio de civilización de una magnitud cien veces superior al cambio que supuso la revolución industrial. España es un país que salvo en el turismo, está dejando de ser competitivo en muchas cosas, al igual que Europa en general.

¿Cómo salimos de esta situación?

-En primer lugar, entendiendo el cambio que está ocurriendo. En segundo lugar, racionalizando el estado de bienestar porque hemos dejado en las manos de los políticos su diseño y lo están utilizando para su juego electoral. Si yo tengo nueve millones de pensionistas, como hay en España, puedo prometer una subida de las pensiones y ganar una buena cantidad de votos, pero eso cómo se paga. La única forma es generar más deuda y apretando las tuercas a las pymes, que son las que generan el 90% del empleo, y hacerlas más improductivas. Habrá que racionalizarlo y llegar a un gran pacto social en Europa.

¿Sobre qué bases?

- Hace falta un pacto social gigante entre todos los ciudadanos de lo que llamamos primer mundo, sobre todo en Europa, porque Estados Unidos se adapta mejor porque tiene una mayor elasticidad en el mercado laboral y tiene la máquina de hacer billetes de la Reserva Federal. A los europeos se nos ha ido de las manos porque se lo hemos dejado a los políticos. Hemos generado unas maquinarías de corrupción de tal magnitud que están haciendo beneficio social, pero para la estructura de los partidos y sus pesebres.

¿Entonces cual es la solución?

-Tiene dos salidas. O se cambia radicalmente o en cuatro días nos hemos quedado sin el estado de bienestar. Eso quiere decir que nos quedamos sin pensiones, con una sanidad pública tercermundista, un sistema educativo tercermundista y sin protección a los parados. Hemos estado a punto de que eso ocurriera. El día en que a Zapatero le llamaron de Alemania y tuvo que reformar la Constitución porque sino nos amenazaban con no financiarnos más.

¿Tiene que haber un cambio estructural en la sociedad y rebajar el gasto colectivo?

-Hay que sacar a los políticos de muchas de las áreas donde podemos decidir los ciudadanos. En los países nórdicos, que son el verdadero ejemplo del sistema de bienestar social, la estructura se ha cambiado porque era inviable. En Suecia han montado un sistema de cheques de educación. En vez de decir vamos a montar sistemas de educación públicos, se les da a cada familia un cheque para la educación de los hijos y ellos eligen los colegios. Cada centro va a luchar para que tu hijo sea su alumno, con lo que aumenta la calidad de la oferta educativa. Eso es cambiar completamente el concepto. Hay un caso curioso como es la Seguridad Social de los funcionarios españoles que se hace a través de Muface y que te permite elegir entre el sistema público de sanidad o por el privado a través de los seguros médicos. ¿Qué porcentaje de los tres millones de funcionarios eligen el sistema privado o el público? El 82% elige el sistema privado y, encima, son funcionarios de la Administración Pública. Si el 82% de los funcionarios eligen que su sanidad sea cubierta por empresas privadas, que, curiosamente, salen un 30% más baratas, a lo mejor tenemos que pensar de otra manera y dejar de recurrir a los tópicos que nos están arruinando.

¿Eso quiere decir que el estado de bienestar está en fase de desaparición?

-Está en ese punto en que si lo cambiamos, lo salvamos, pero si no lo hacemos, desaparece. Si no se acometen las reformas en muy poco tiempo nos quedaremos completamente sin el sistema.

¿Hay preocupación entre los políticos sobre la situación del estado de bienestar?

-Sí, porque los que llegan y ven las cifras se dan cuenta de que son insostenibles. Además, no tienen ni idea, ya que el 95% de los políticos son gente que no vienen de la vida práctica. O son políticos de carrera, que no tienen ni idea de lo que es la vida, o funcionarios que han vivido en una estructura mental de gasto. Tenemos que cambiar por personas que sepan generar recursos.

¿Qué opina de la utilización que está haciendo el PP de la hucha de la Seguridad Social para pagar las pensiones?

-También lo hizo Zapatero. El año pasado recaudamos 98.000 millones de euros y nos gastamos 116.000 millones. Tenemos en torno a un 19% de déficit. De algún sitio tiene que salir el dinero. Con el agravante de que como todo está metido en deuda del Estado se está desvistiendo un santo para vestir al otro.

¿Por qué no hay reacción ciudadana ante esta situación?

-Porque llevamos muchos años de educación en otro sentido. Hemos creado un sistema perverso en el que todos creemos que podemos vivir del sistema y eso es falso. Estamos aprovechando el sistema y no nos damos cuenta de que el sistema se está aprovechando de nosotros. Nadie lo ha explicado. Es un sistema que beneficia a la clase política y a quien está detrás que son las grandes corporaciones. Tenemos que devolver la democracia a los ciudadanos en el sentido de que dedicamos todo aquello que se pueda decidir.

¿Está de acuerdo en que hay que actuar con un mayor control en la concesión de subsidios y ayudas?

- Hay que dar a la gente que lo necesita y, en la medida en que lo necesita, y no al que no quiere hacer nada, porque el que quiere se desincentiva. En Andalucía, que cuenta con un millón de parados, cuando se va a la recogida de las cosechas, todo está lleno de inmigrantes. Algo se está haciendo mal. El subsidio y las ayudas es un acto de solidaridad de los que están trabajando y, como tal, por parte del que lo percibe se necesita la responsabilidad de hacer un uso solo hasta el límite en que lo necesite. Estamos creando un sistema de incentivos perverso. Y encima, no se puede sostener porque no nos sobra el dinero. Entre el verdadero y el aparente necesitado habrá que buscar alguna fórmula para ser detectar a este último.