“la crisis ya es historia”, ha sentenciado Mariano Rajoy con voz un tanto quebrada como si sufriera un principio de ronquera, consecuencia, quizás, del miedo o los nervios que, según los galenos, son factores psíquicos que destemplan las cuerdas vocales. Motivos no le faltan para tener miedo o estar nervioso porque camina por el túnel de la impostura con palabras que suenan huecas, vacías, electoralistas e insuficientes para tranquilizar a quienes el mensaje les suena a cuento para niños porque siguen igual o peor que hace unos meses, en especial cuando subraya que “serán las primeras navidades de la recuperación”.
En contraposición a lo manifestado por el presidente del Gobierno español, encontramos a José Ángel Corres, presidente de la Cámara de Comercio de Bilbao, quien pone una nota de realismo al asegurar que en 2015 no cabe esperar una recuperación “vigorosa” de la economía, sino más bien un “largo periodo” de “anémico” crecimiento y escasa creación de empleo. Dicho con otras palabras, buena parte de la sociedad, que Rajoy señala como “mostradores de los pequeños negocios, pedidos de los proveedores, barras de las cafeterías, mesas de los restaurantes, nóminas de muchos españoles e interior de sus hogares”, seguirá como hasta ahora, sometidos a un mercado laboral precario y bajo la damocliana espada de la pobreza.
Lo cual es perfectamente trasladable al conjunto de la economía española. Tomo prestado el ejemplo médico expuesto por Corres para señalar que la gran hemorragia de la crisis ha provocado la muerte de glóbulos rojos (paro, salarios, deuda y déficit), desembocando en una anemia crónica que impide a la médula ósea (estructura productiva) originar la hemoglobina necesaria (poder adquisitivo) para mirar el futuro con una esperanza real que, según Aristóteles “es el sueño del hombre despierto”. Todo ello acontece pese a que el nivel de hierro almacenado en el organismo central (sistema financiero y datos macroeconómicos) muestre una recuperación.
Es evidente que persisten los principales problemas de la crisis, pero la proximidad de la doble cita electoral en 2015 agrava y agranda las diferencias existentes entre la teoría económica imperante frente a la realidad humana y social. Rajoy se envuelve en la economía deshumanizada y parafraseando al economista John Kenneth Galbraith (1908-2006) se puede decir que ‘la única función de sus predicciones es hacer que sus reformas parezcan respetables’, aunque hayan provocado, y sigan haciéndolo, irrespetuosas condiciones de vida, dolor y pobreza entre los menos responsables de la crisis.
Los políticos, al menos aquellos que tienen la responsabilidad de gobernar, debieran ser veraces en sus afirmaciones y dejar la manipulación para los prestidigitadores. Es posible que estemos ante el final de la crisis a tenor de los existentes síntomas positivos que pueden hacer buena la afirmación: “La crisis ya es historia”. No obstante, hay que saber estar despierto para hacer balance de esa historia y decir la verdad sobre el futuro que nos espera. Lo contrario es crear castillos de naipes débiles e indefensos ante una simple brisa de aire.
Rajoy y su ministro De Guindos saben que los próximos meses seguirán siendo duros para esos millones de personas que tienen trabajo, pero es tan precario y mal pagado que no podrán salir de la pobreza. Como dice José Ángel Corres, “ya se ha hecho bastante sacrificio” y ha llegado la “hora de empezar a hablar de actualizaciones salariales”. Es la única forma, junto a la creación de empleo digno, de estimular el consumo interno.
Pero las noticias que llegan desde la clase empresarial no son halagüeñas a juzgar por las declaraciones de Antonio Garamendi, candidato a presidir la patronal española, quien tras asegurar “me propongo recuperar la credibilidad que la ha perdido la CEOE”, señala que “de momento conviene seguir con la moderación salarial”.