bilbao - ¿Qué opina de la irrupción de Podemos y de su programa?
-Hay un evidente agotamiento de la acción de gobierno. El PP tiene un problema de credibilidad, pero lo tiene también el propio sistema de gobierno. Hay un descrédito del aparato institucional. La gente ve que desde instancias que no termina de controlar muy bien se aplican medidas que le están empobreciendo. Y esto genera un movimiento de respuesta que ha tomado una forma de opción política. Es razonable que esa opción esté en la cresta de la ola. Si se aspira a gobernar hay que plantear medidas concretas, y esto es difícil porque hay condicionantes y hay que conciliar muchos intereses. Sus medidas tienen en muchos casos un calado progresista que va en la línea de una mayor cohesión social y democracia, no me suenan mal. Se plantea una cuestión en las pensiones que se parece mucho a lo que en 2011 nosotros llevamos a la mesa de negociación con Zapatero, la jubilación flexible hacia arriba, que al final no pudimos sostener en la negociación. Se habla de un pacto de rentas que Comisiones Obreras ha defendido desde 2009 con críticas brutales por parte de sectores de la izquierda española. No está mal que estas cosas salgan ahora por otras vías.
De esa pérdida de credibilidad de las instituciones, ¿qué parte le toca a CC.OO.?
-El sindicalismo que representamos ha aspirado a jugar un papel en las instituciones. Cuando la sociedad cuestiona el aparato institucional es evidente que una parte te cae a ti. Esto hay que asumirlo con deportividad y autocrítica. Hemos hecho muchas cosas bien por mucha gente, pero seguramente no hemos sido capaces de explicar que estas cosas o iban reforzadas con el compromiso de la gente o eran cosas que se podían perder. Ha habido un cierto pasotismo social antes de la crisis, pero también nosotros nos hemos instalado en unas inercias que nos han llevado a poner el foco más en representar a la gente y no tanto en organizarla. Este papel hay que reformularlo, el sindicato tiene que ser de los trabajadores. La gente tiene que entender que el cambio de modelo es tan brutal que si no se organiza en torno al sindicato lo va a pasar mal. Eso sí, no vamos a abandonar los espacios de interlocución aunque sepamos que el recorrido que tienen es mucho menor que hace quince años. Sería hacer un favor a la otra parte. Algunas críticas que se nos hacen son injustas, pero otras claro que pueden tener razón.
Casos como el de las tarjetas ‘black’ de Bankia no ayudan a que la gente se acerque al sindicato. ¿Es un caso aislado?
-En ese caso la dirección del sindicato ha reaccionado bien, ha hecho una comisión de investigación, ha expedientado a esas personas, ha reconocido errores. Que estas cosas ocurran es un problema. Debemos replantearnos nuestro papel en aquellos sitios donde el control de tu presencia no sea sencillo. A veces estar en los consejos de las empresas es importante para los trabajadores, pero creo que es algo que debemos reformular. Si estamos en sitios en los que no somos capaces de explicar muy bien qué hacemos, casi mejor no estar. En los sitios donde haya cualquier tipo de retribución, que son la minoría, o esa retribución se explica muy claramente en qué consiste o mejor no estar.
ELA afirma que CC.OO. está en el diálogo social por la financiación. ¿Cobran por acudir a reuniones como la del pasado jueves?
No. Es mentira. Txiki Muñoz hace discursos de Intereconomía. El jueves fuimos a una mesa en la que no hay ninguna retribución. La retribución por participar en Osalan u otros organismos está tasada y justificada. Estar en órganos institucionales es una tarea que va más allá de tus afiliados, es un trabajo y hay personas que dedican un tiempo a ello. Esas subvenciones, que son una parte mínima de nuestro presupuesto, no tienen nada que ver con la mesa que hemos abierto en Lakua. Insisto, el sindicato de Euskadi que más dinero recibe del Ministerio de Empleo y Asuntos Sociales es ELA. Tienen un discurso lamentable y completamente antisindical. Es un debate perverso que no se da en ningún otro sitio y que busca enmierdar el diálogo social.¿Les ha explicado Aburto qué pasara con la mesa cuando deje el Gobierno para iniciar la carrera por el Ayuntamiento de Bilbao?
-Nos ha trasladado que la mesa de diálogo es una apuesta de Gobierno que trasciende de las personas que estén en cada momento ejerciendo sus funciones. No tengo por qué no creerle.
Las relaciones de los sindicatos con el Gobierno vasco no son las mejores en el sector público. ¿Afectará eso al diálogo social?
-En muchos ámbitos la relación es de confrontación, como ocurre en Osakidetza o con la Relación de Puestos de Trabajo de Lanbide, pero no tiene por qué llevarse por delante el diálogo social. Una cosa es la negociación colectiva en el sector público y otra el diálogo social, que alude más a la visión sociopolítica del sindicato.