Bilbao. La despedida de Gisasola al frente de la Corporación Mondragón llega en el peor momento histórico del grupo tras la caída de su gran icono, Fagor Electrodomésticos. Quizá por ello MCC se apresuró ayer en reafirmar su "confianza plena en el modelo cooperativo", algo que viene repitiendo sin cesar. Y es que en los últimos meses la hasta ahora infranqueable certeza de que las cooperativas están más capacitadas para asumir una crisis económica ha quedado en entredicho y algunos se atreven a poner en duda incluso la supervivencia de un modelo, el cooperativista, que en Arrasate ha vivido sesenta años de éxitos. A la crisis de Fagor hay que sumarle la de Eroski, obligada a la reestructuración de su deuda, y las quejas de centenares de ahorradores que confiaron en las aportaciones financieras subordinadas de estas dos cooperativas del grupo, alegando que desconocían el carácter perpetuo de estos bonos.
El ya expresidente Txema Gisasola anunció hace pocas semanas que el grupo analizará y revisará el modelo cooperativista en un plazo de "uno o dos años", algo que se ha acelerado. Época de cambios para el primer grupo empresarial vasco. La dura crisis, donde el consumo ha caído de manera estrepitosa en los últimos cinco años, ha dejado secuelas difíciles de sanar. El embrión industrial de la Corporación, Fagor Electrodomésticos ha entrado en concurso de acreedores y el desconcierto generado ha sido enorme.
Sin embrión La caída de Fagor arribó en octubre, cuando el mecanismo de solidaridad intercooperativo que hasta entonces había servido para mantener y sostener a la cooperativa llegó a su fin. Cuatro meses antes la Corporación Mondragón, que no deja de ser la suma de empresas cada una con sus diferencias y sus realidades, había inyectado 70 millones de euros en Fagor. Pero en octubre dijeron basta y se negaron a seguir inoculando fondos a lo que entendieron era un pozo sin fondo. El modelo pareció entonces vulnerable.
La imagen exterior que proyecta el primer grupo empresarial, siempre opaco en sus comunicaciones, empeoró en ese momento. Hasta entonces se había extendido la idea de que los cooperativistas, en su condición de dueños, eran capaces de adaptarse mejor que los asalariados a las necesidades de las empresas en crisis. En Fagor Electrodomésticos habían renunciado a parte de su salario en varias ocasiones. Pero las malas decisiones estratégicas de la cooperativa la habían condenado de antemano.
Los buitres que siempre acechan en las malas aparecieron en el horizonte y desde algunos sectores se puso en cuestión todo el sistema de la Corporación, pese a que en su seno muchas empresas ya han dejado atrás la crisis y muestran balances envidiables.
Pero si la crisis de Fagor supuso un duro golpe, un nuevo derechazo noqueó al púgil poco después. En noviembre se anunció que Eroski, otra de las cooperativas puntales de MCC, arrastra pérdidas y necesita reestructurar su gigantesca deuda de 2.500 millones de euros. Cuenta para ello con un plan estratégico de negocio, que culmina en 2016. El combate parece no tener fin.