BILBAO. Reinhart, profesora de la Universidad de Harvard, está considerada como una de las voces académicas más prestigiosas e influyentes. Sus estudios sobre diversas crisis a lo largo de la Historia y sus conocimientos sobre el endeudamiento la colocan como una autora de cabecera para muchos economistas. Su visita a la capital bilbaína coincide con varias noticias a nivel macroeconómico. El Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, ha presentado esta semana el crecimiento económico del tercer trimestre, que ha reflejado un frenazo considerable. Alemania creció el 0,3%, la eurozona el 0,1% y Francia el -0,1%. Además, el viernes, la Comisión Europea recomendó a España que siga ajustando gastos para controlar su déficit excesivo. La situación económica sigue siendo crítica y el BCE rebajó la pasada semana los tipos de interés a su mínimo histórico, en el 0,25%, con la idea de fortalecer el débil crecimiento económico que se prevé en la eurozona.

¿Cree que es apropiada esa nueva rebaja de tipos de interés?

Yo he sido muy partidaria de que el Banco Central juegue un rol muy agresivo para posibilitar una fuente de estímulo por donde pueda. Me parece que esa dirección de intentar contener los tipos de interés lo máximo posible y a la vez trasladar el mensaje de que van a seguir bajos es algo sumamente adecuado. Yo diría que el BCE puede hacer más todavía. Y un área es tratar de hacer en Europa lo que la Reserva Federal hizo en EEUU con el mercado inmobiliario, facilitando el crédito dirigido. El Banco Central puede comprar activos de los bancos, por ejemplo. Lo importante es restaurar un acceso al crédito más normal, porque las condiciones para acceder a esa financiación siguen siendo muy difíciles aquí. Y en una economía sin crédito, es muy difícil pensar en una recuperación, sobre todo si son las pequeñas y medianas empresas las que no tienen financiación. La decisión de mantener los tipos lo más bajo posible el máximo tiempo posible es algo adecuado pero hay que llevarlo a otro nivel. El BCE tiene que intentar fortalecer la cartera de los bancos.

Las instituciones europeas tienen el hándicap de que la unión no es plena en Europa. Los costes de financiación son diferentes entre empresas de diferentes países.

Por eso hago hincapié en que el BCE puede incidir en el crédito dirigido. Porque el crédito dirigido supone ir a mercados específicos donde algo no funciona. En el BCE el mayor problema es que está muy dominado por la opinión de Alemania que tiene un alto temor al problema inflacionario. En este momento eso ya no es real, más bien se acerca la deflación y eso es lo último que se necesita cuando uno tiene altos niveles de deuda. Lo último. Yo incido en que el crédito dirigido es necesario porque puede comprar activos a bancos que sin este apoyo no estarían en posición de dar nuevos préstamos. Ese tipo de medidas les permitiría tener una cartera más normalizada. Ya estamos en condiciones, hace tiempo, de poder implementar esas medidas a sectores concretos.

¿Las instituciones europeas tienen capacidad para actuar de forma diferente a como lo han hecho?

Sí. Tenemos que tener en cuenta que las previsiones de crecimiento hablan de algo muy frágil y que además en Europa en el pasado ha habido una tendencia a no cumplir las previsiones. Todo eso nos deja un escenario en el que es bastante razonable ser más agresivo. Dado que las tasas de interés están dónde están, hay que optar por otras medidas.

La situación crítica por la que pasó la economía española se ha relajado pero en la calle no se percibe.

Algunas reformas había que adoptarlas porque tienen objetivos a largo plazo y eran necesarias. Pero eso no tiene porque llevarte al repunte inmediato. Para eso, para mejorar a corto plazo, la solución crediticia es fundamental. Que fluya la financiación. También hay que pensar que España ha hecho un ajuste brutal y que las tasas de inversión se han desplomado. Una parte del ajuste, que era necesario, ha venido de minimizar la inversión y ello podría traer costos a largo plazo. Porque los bajos niveles de inversión implican que a medio plazo el potencial de crecimiento se verá afectado.

¿Y cómo se evita eso?

La financiación es fundamental. Además de las medidas ya comentadas, ya es hora de que se pongan en el tablero las reestructuraciones de deuda. Hablo de reducir los costes de esa deuda, bajando los tipos y alargando los plazos, o incluso de quitas parciales. Si no se va hablar de esto en cuanto a deuda pública se refiere, sí se debería tratar muy seriamente en el caso de las deudas privadas. En las resoluciones de crisis financieras históricas es difícil encontrar una crisis en la que no haya habido reestructuraciones de deuda. Aquí, dado los niveles de deuda que hay, no es suficiente alargar el plazo o reducir las tasas de intereses. Hay que aceptar la realidad. No hay escenario razonable en el que las tasas de crecimiento a corto plazo permitan reducir el endeudamiento. Y esto no es algo que afecte solo a España.

En el caso español la deuda privada es mucho mayor que la pública.

España es un caso clásico. En España e Irlanda, antes de la crisis la deuda pública estaba en niveles moderados. El problema viene de la deuda privada, en particular del adeudo del sector financiero y de los hogares. Parte de la resolución tiene que involucrar una reestructuración de la deuda. Para llegar otra vez al crecimiento, España debe tener niveles de deuda más creíbles.

¿Eso supone que la sociedad debe educarse en pedir menos crédito?

Eso es parte de la naturaleza humana. En EEUU, la generación que vivió la depresión de los años 30 no creía en los créditos y sí en el ahorro, y sin embargo la que le siguió confió en el crédito. Esa mentalidad que tuvieron los que vivieron esa crisis empieza a interiorizarse ahora. Japón es otro ejemplo importante. En los años 80 Japón se iba a comer el mundo. Tras la crisis del año 92 en Japón las expectativas son muy diferentes. Hay estudios muy interesantes sobre los cambios psicológicos que hubo en aquel país después de la crisis. Yo creo que eso va a venir.

¿Habrá más ahorro?

En los años previos a la crisis endeudarse se veía como algo natural. Uno tenía la expectativa de que el mercado inmobiliario iba a seguir subiendo siempre y de que el trabajo era para siempre, por lo que endeudarse no era un problema. Ahora la crisis nos ha demostrado que no somos tan ricos como pensábamos que éramos. No solo aquí, también en EEUU. Los niveles de ahorro de los hogares son bajísimos y los de deuda muy elevados. Endeudarse es muy fácil pero desendeudarse es complicado. Por eso creo que las reestructuraciones de deuda y el papel del BCE son muy importantes.

En España sí hay un proceso de desapalancamiento de deudas privadas pero a las instituciones les cuesta contener el déficit.

Este es un tema muy importante. Ahora las reglas del juego han cambiado y partimos de un nivel de endeudamiento público muy elevado. Además el acceso al crédito internacional no está precisamente al mismo bajo costo de antes. El coste de aumentar el endeudamiento es muy grande. Contener el déficit por tanto es importante. El problema que yo veo con respecto a la solución es que aquí llevamos ya casi seis años de crisis y todas las medidas que se han tomado han tenido que ver con el ajuste y no cambiando el stock de la deuda. Ahí es donde entran las quitas o reestructuraciones de deuda. Aquí se ha intentado hacer uno sin el otro. Dados los niveles de deuda que hay, ya sean públicos, privados, domésticos, externos, o de cualquier dimensión, pensar que todo el ajuste se puede hacer a través de recortes o más impuestos no es ni razonable ni consistente con lo que nos enseña la historia.

¿Qué ocurrió otras veces?

Por ejemplo ahora estamos estudiando la resolución de las deudas de la I Guerra Mundial. Hablamos de Inglaterra, Francia, Bélgica o Italia. Todos ellos hicieron default, es decir, se declararon en suspensión de pagos. Hicieron moratorias de deuda y eso les ayudó a salir de la depresión de los años 30. Ahora se ha discutido que las suspensiones de pagos son cosa de los países emergentes y no es así. En la Historia los países avanzados en momentos críticos han hecho suspensiones de pagos. También en Estados Unidos, en 1934 la deuda del Gobierno, que era en oro, se pasó a dólares y se devaluó. Es decir, al que tenía bonos del Gobierno le hicieron un recorte del 40%.

¿Hoy en día es posible?

En el caso de Europa es complicado porque los acreedores tienen mucho que decir. Países como Alemania, que tendrían problemas con su banca. Desafortunadamente creo que se va a llegar a esa misma conclusión, se hará, pero la solución está tomando un tiempo enorme.