Si la deportividad fuese delito -algunos gobernantes están en ello- Jaguar se declararía inmediatamente culpable. Leal a sus genes, la marca del felino vuelve a deleitar a los amantes de los roadsters con una creación tan genuina como encantadora. El F-Type que ahora llega a los concesionarios es un biplaza descapotable hecho a la medida de sibaritas solventes (reclama entre 84.400 y 114.600 euros). En función de la versión elegida -sugiere motores de 340, 380 y 495 caballos- y del estado de ánimo permite pasear luciendo figura o emular a los pilotos clásicos.
Lejos de restar solera, el cambio de propietario no ha hecho sino enfatizar las esencias racing de Jaguar, una marca de culto que antaño era patrimonio exclusivo de gentlemen drivers. Curiosamente, la toma del mando por parte de Tata ha servido para recalcar las señas de identidad tradicionales de la firma, demostrando que en ocasiones los de Nueva Delhi son más británicos que los de Coventry. Y lo que es más importante, los nuevos patrones vienen aportando desde 2008 el colchón financiero imprescindible para desarrollar ambiciosos proyectos de futuro. El F-Type, resultante de uno de ellos, deja constancia del avance tecnológico de la marca y de su pasión por el automóvil.
Tras una interesante incursión en el ámbito de las berlinas de prestigio, Jaguar retorna a sus antiguos dominios y plasma su saber hacer en este caprichoso deportivo de alta escuela y público restringido. El F-Type nuevo candidato, un dos plazas con capota eléctrica de lona y nutrida caballería derivada a las ruedas posteriores, apenas encuentra rivales directos; tampoco una clientela bien definida. Hay quien ve en él un antídoto británico contra el efecto Porsche. Se topa con propuestas parcialmente coincidentes de BMW y Mercedes-Benz (el Z4 y el SLK), si bien ambas brindan rangos de potencia inferiores. Por eso, las comparaciones se establecen con la otra casa alemana de prestigio, más con el 911 que con el Boxster; el candidato de Stuttgart tiene configuración 2+2 y ofrece también envase coupé, pero es considerablemente más costoso (un 35% más).
Con el F-Type Jaguar vuelve por los fueros del estilo ancestral, ataviando su poderosa musculatura con un elegante atuendo de corte clásico. Esboza con delicadas formas una rotunda fisonomía, más fascinante si cabe en vivo puesto que las imágenes nunca hacen total justicia. La reputada sastrería inglesa reviste un cuerpo de 4,47 metros de longitud (tiene 1,92 metros de ancho, 1,30 de alto, 2,62 de batalla y 196 litros de maletero) respetuoso con los cánones de belleza de siempre. Evoca a su antepasados con una larga y afilada proa, presenta una perfecta cabina de dos asientos que se cubre en 12 segundos con la capota eléctrica (funciona circulando a menos de 50 km/h) y luce recios cuartos traseros. El modelo recurre al aluminio en la carrocería, el chasis monocasco y las suspensiones, reduciendo así su peso hasta 1.597 kg.
Jaguar lo pertrecha con profusión de elementos, buena parte de los cuales garantizan la seguridad y el confort. Entre sus dotaciones técnicas destaca un dispositivo que permite programar el tipo de respuesta del vehículo, ofreciendo reacciones más dóciles o más fulgurantes al acelerador, dirección, suspensión o relaciones de cambio. El usuario puede confeccionar su propia configuración gracias a los ajustes ofrecidos en el menú que el ordenador muestra en la pantalla táctil del cuadro de mandos. Las dos motorizaciones superiores incluyen, a su vez, un sistema que gestiona constantemente la firmeza de la suspensión de acuerdo al estilo de pilotaje y al trazado por el que se transita. Otra llamativa singularidad del deportivo es que brinda la posibilidad de modular el sonido que emite el motor, simulando el trompeteo de una máquina de competición para regalar los oídos de los más entusiastas.