césar ortuzar. bASTA con una simple memoria USB, un contenedor informático del tamaño de una llave de un buzón de correos, para abrir la mayor bolsa de fraude fiscal de la historia. Esa valiosísima llave mágica, tan codiciada y perseguida por la información que contiene, es propiedad del ingeniero informático Hervé Falciani, nacido hace 40 años en Montecarlo, que posee los datos bancarios de 130.000 cuentas desde las cuales miles de evasores fiscales engordaban plácidamente sus ingresos en el banco HSBC (Hong Kong and Shanghai Banking Corporation) sin rendir cuentas al fisco. El dinero, opaco, dormía a pierna suelta en Suiza hasta que Falciani decidió hacerse con el Ábrete Sésamo de la cueva de Alí Babá y reventar el sacrosanto secreto bancario suizo.

Empleado en la central del departamento de sistemas de seguridad de la entidad bancaria, a la que llegó en el año 2000 procedente de las oficinas de Mónaco después de estudiar en el prestigioso Instituto Sophia de Antibes (Francia), Falciani, casado y con una hija, copió en un disco duro durante dos años, entre 2006 y 2008, la lista de defraudadores más extensa que se conoce y volcó los datos en su portátil personal, el Santo Grial de esta intriga. Esa información que dispone Falciani es un filón extraordinario para las agencias tributarias de todo el mundo, interesadísimas en desvelar el contenido del disco duro del exempleado de HSBC, pero también lo es para los titulares de esas cuentas, entre las que se sospecha, que además de miles de acaudalados personas que no quieren rendir cuentas a hacienda, se encuentra un extenso catálogo del crimen organizado. Son los motivos por los que Falciani vive protegido noche y día en un piso que controla la policía española y que raramente abandona por motivos de seguridad. ¿Pero cómo llegó Falciani, un ingeniero informático de un banco con sede en Ginebra, a un piso franco en España?

Desde que dejara atrás Suiza, la vida de Hervé Falciani, que debe presentarse mañana lunes en la Audiencia Nacional, lleva chaleco antibalas. Nada que ver con el estiloso traje que lucía cuando transcurría la jornada observando transacciones millonarias desde un ordenador del departamento de seguridad informática del HSBC. El tejido de su día a día cambió radicalmente para Falciani el 4 de febrero de 2008, cuando voló a Líbano con un pasaporte falso a nombre de Ruben Al-Chidiak y se presentó en el Audi Bank acompañado por una compañera de trabajo, Georgina Mikhael. Según las autoridades suizas, el informático intentó vender los datos al mejor postor en Beirut, algo que él vino a desmentir en una entrevista al diario italiano Il Sole 24 Ore en junio de 2010 en la que habló sobre las prácticas bancarias. "Los bancos privados no están sujetos a ningún control y violan las leyes internacionales. No es posible seguir los flujos de dinero y existe un sistema a escala industrial para esconder el dinero en paraísos fiscales".

refugio francés Dos años antes de aquellas palabras fueron varios los capítulos que se agolparon en su azarosa hoja de ruta. En diciembre de 2008, alarmadas las autoridades suizas por el incidente de Beirut, y una vez concretada la identidad de Falciani y su acompañante como las personas que visitaron el Audi Bank, ambos fueron interrogados por la fiscalía. Sin embargo, los dos quedaron en libertad al día siguiente. Falciani, consciente de la relevancia de la información que posee, apretó el acelerador de sus movimientos y cruzó la frontera para instalarse en Castellar, un pueblecito de la Costa Azul que cose la frontera francesa y la italiana. Poseedor de ambos pasaportes, Falciani sabía que ninguno de los dos países extradita a sus nacionales. A pesar de ello su respiración se entrecortó cuando la Policía gala anudilló en su puerta atendiendo a la rogatoria suiza, que pretendía recuperar el contendido del portátil. En ese instante se produjo un giro inesperado. Los expertos franceses que estudiaron la información se quedaron estupefactos por el hallazgo. ¡Eureka! Frente a ellos, una cascada de datos meticulosamente ordenados y encriptados de 130.000 cuentas de presuntos evasores fiscales eludiendo pagar impuestos a sus respectivos países. Advertido por el tesoro descubierto entró en juego el que fuera fiscal de Niza, Éric de Montgolfier, que decidió voltear el caso. El fiscal decidió abrir su propia investigación para alumbrar la niebla y el oscurantismo que rodeaba a las cuentas suizas. Falciani se convertía en un aliado de la justicia.

recuperar impuestos El sol de la Costa Azul brillaba en la tez de Falciani. El aire acariciaba una lista que controlaron las autoridades galas a pesar de la presión que ejerce el ejecutivo de Berna, que exigía la devolución de los datos inmediatamente, sin mayor dilación. Tras la esgrima de la tensión diplomática, la lista Falciani tomó vuelo desde el Elíseo a mediados de 2010. París compartió el contenido de los datos de las cuentas secretas del HSBC. El contenido del disco duro se distribuyó a otros gobiernos para que persigan el fraude fiscal a gran escala. Las agencias tributarias de Francia, Italia, Grecia y España comenzaron a recaudar impuestos impagados de entre los miles de defraudadores cuyas cuentas quedaron al descubierto gracias a Falciani. Una vez analizada la información, el Gobierno galo recuperó más de 1.2000 millones de euros en tributos impagados de entre las 8.000 cuentas que ciudadanos y compañías de ese país disponían en el HSBC, un banco que solo abre cuentas a partir de 1.500.000 euros. En Italia también celebraron la aparición del detalladísimo registro de Falciani, mucho más que una sucesión de datos personales. En los 25.000 ficheros en los que está segmentada la información quedan escrutados los movimientos de las cuentas, así como el origen del dinero. El fisco italiano sumó 570 millones de euros a las arcas del erario público de entre los casi 7.000 evasores, entre ellos grandes nombres del mundo de la moda. En España, el regalo Falciani fue bienvenido igualmente. Entre los 659 evasores identificados, estaba Emilio Botín, que tuvo que pagar 200 millones en impuestos. Con todo, la cifra total que podría recuperar Hacienda sería más importante. A ello contribuye el testimonio de Falciani, que colabora estrechamente con la unidad de delitos económicos así como con el CNI y los técnicos de la investigación contra el fraude.

En eso trocea el tiempo Falciani desde que abandonara la cárcel de Valdemoro, en la que fue recluido tras ser detenido en Barcelona el pasado verano procedente de Sète, Francia. La justicia suiza había redactado una orden internacional de detención tiempo atrás y en el control de pasaportes el ordenador de la policial dio el chivatazo. Los agentes se encontraron ante Hervé Falciani, un tipo educado, reservado y sumamente inteligente que llevaba consigo la llave maestra de la evasión de impuestos.

Después de ingresar en la prisión de Valdemoro, Falciani respira blindado en un lugar desconocido, protegido al máximo por varios agentes. Aún así su mirada es nerviosa, esquiva, recelosa. No le quita el ojo al retrovisor ni el kevlar a su vestimenta. No le queda otra al ingeniero informático desde que iniciara su precipitada huida de Suiza. Reclamado por la fiscalía helvética, que acusa al informático por delitos contra el secreto bancario, una infracción que no está tipificada en España si la información sirve para destapar el fraude fiscal y desenmascarar a los infractores, Falciani vive ahora oculto en un piso franco controlado al máximo por la Policía. A pesar de colaborar con la justicia, Falciani teme por una extradición a Suiza y suspira con establecerse en Estados Unidos. Un refugio para el hombre de los gigas de oro.