los expertos y analistas (?), transfigurados en tertulianos axiomáticos del espectáculo televisivo, discuten sobre la identidad (galgos o podencos) de los protagonistas de la corrupción. Los políticos, por su parte, debaten sobre presupuestos, fiscalidad, déficit, austeridad, etc., pero sin llegar a un acuerdo porque así les obliga su condición de representantes de partido en el gobierno o en la oposición. Mientras todo esto ocurre, el agujero negro en que se ha convertido la economía vasca sigue cobrándose, día a día, mes a mes, los puestos de trabajo y las esperanzas de miles de ciudadanos, que ven como el lenguaje jurídico y financiero utilizado por unos y otros prevalece sobre la realidad social y no ofrece medidas plausibles para salir de la crisis.

Este escenario de interminable debate político, tan irresoluble como ineficaz, se verá acentuado en las próximas semanas, cuando el Gobierno vasco presente sus presupuestos para 2013 y ponga en marcha el anunciado plan de choque para reactivar el empleo. Surgirán críticas e irreconciliables ofertas desde todas las posiciones, sean parlamentarias, sindicales o empresariales, como si lo único importante fueran las ideas en detrimento de los acuerdos, haciendo caso omiso a los problemas específicos de la realidad económica vasca y a la influencia que sobre ella ejerce la marca España.

La clave para entender la gravedad de los problemas vascos reside en el mercado. No se trata de ese eufemismo financiero al que muchas veces se recurre para explicar lo inexplicable, sino del mercado real, acotado por la oferta y demanda de productos concretos, que genera riqueza o pobreza, que crea o destruye empleo. En este punto, la próxima cita es el certamen Ferroforma en el BEC (12 a 15 de marzo), que aporta un dato poco alentador al descender un 25% el número de expositores respecto a la edición anterior como consecuencia del mal momento por el que atraviesa la economía española.

Se trata de la feria más importante del sector de maquinaria de bricolaje y ferretería del Estado español, y uno de los referentes mundiales del sector. Pero, ante el descenso de las posibilidades de hacer negocio aquí, muchas firmas que en otras ediciones han estado presentes optan en esta ocasión por hacer mutis por el foro y ahorrarse los gastos ocasionados por el desplazamiento a un certamen que no le reportará beneficio alguno. Quiere esto decir que, con independencia de la oferta y sus precios, la demanda está en claro descenso.

Esta opinión que castiga con dureza e intensidad a economías como la española se traduce en datos poco alentadores de cara al futuro. Los ejemplos son muchos e incuestionables, como la tasa de desempleo, los progresivos endeudamientos, el descenso en los ingresos fiscales, etc. Son factores que determinan la salud de una economía, pero también los mercados de renta variable son sintomáticos y hay índices, como el Dow Jones de EE.UU. que supera el trauma de Lehman Brothers y recupera los máximos históricos, o el Dax alemán que está cerca de conseguirlo, mientras que el Ibex español se encuentra en un 55% del máximo alcanzado el 8 de noviembre de 2007 (15.945 puntos).

¿Cómo es posible semejante diferencia? Es evidente que la política monetaria de EEUU hace abstracción del déficit y el endeudamiento. La Reserva Federal ha inyectado en la economía dinero con una media de 85.000 millones de dólares al mes. Por su parte, Alemania ha sabido jugar sus bazas y, junto a la capacidad de competir de su industria, la estrategia de Merkel ha permitido que el riesgo de impago que sufría la banca alemana (acreedora de grandes inversiones en el sector inmobiliario español) se traslade a la sociedad española en forma de recortes y ayudas públicas a la banca que pagamos todos.

Ahora bien, también conviene mirar a la profunda e inacabada reforma del sector financiero y al pinchazo inmobiliario como primeras causas que ha incidido negativamente en un sector industrial, frágil inicialmente por su tamaño y la falta de tecnología en España, y debilitado por el cierre del grifo crediticio para proyectos industriales con futuro que resta capacidad de competir, así como por el descenso de la demanda en el mercado interno. En tanto no se reactiven ambos factores (créditos y demanda) será imposible frenar la sangría del paro que es, con diferencia, la mayor preocupación de la sociedad.

Aquí es donde entra en juego la responsabilidad de todos. Abogar por continuar con la política de austeridad marcada por Berlín es un suicidio a la vista de los resultados obtenidos hasta ahora, como ineficaz resulta apelar a un cambio de modelo económico poniendo como ejemplo a la Venezuela del fallecido Chávez que contaba con las mayores reservas de crudo conocidas en el mundo y se limitaba a repartir entre la población lo que otros se guardaban en sus bolsillos en anteriores gobiernos. Por cierto, ¿se han dado cuenta de que el mercado petrolífero, en ocasiones hipersensible a los movimientos geopolíticos, no se ha inmutado con la muerte del presidente venezolano?

Pero aquí, en Euskadi, ni tenemos petróleo en el subsuelo ni autonomía monetaria. Nuestras posibilidades para salir de la crisis residen en la capacidad de formación y trabajo para hacer competitivos nuestros productos y generar riqueza y empleo. Las condiciones son las que son. Hay que insistir en las limitaciones presupuestarias (1.200 millones de euros menos) y en el compromiso de las instituciones financieras para abrir líneas de crédito que no dejen en la inacción los proyectos empresariales. En este sentido, el anuncio de un plan de choque para crear empleo puede ser una buena oportunidad. La cuestión es si dejaremos que el espectáculo parlamentario sea como los árboles que impiden ver el bosque.