El tercer misterio del incipiente rosario de Tata se llama Aria. Es un armonioso solo dirigido al menguante mercado de los monoespacio de gran talla. Algunos guiños de diseño y la posibilidad de contar con tracción integral permiten presentarlo como sucedáneo de todoterreno. Este nuevo modelo confirma el afán de superación del constructor indio mostrando una concepción general y una ejecución dignas; los materiales y algunos ajustes aún tienen margen de mejora pero no desmerecen si se tiene en cuenta el desembolso exigido (desde 19.975 euros).
Ese es el mayor argumento del Aria. No hay muchos vehículos con un metro cúbico más barato. Además, Tata articula una línea de financiación que propicia conducirlo por 253 euros al mes (120 cuotas sin entrada); la mensualidad de la versión 4x4 asciende a 303 euros. Por esas cantidades, la clientela accede a un aparatoso vehículo de siete plazas, animado por una correcta mecánica turbodiésel de 150 caballos y pertrechado con cierta generosidad.
Es una opción a considerar seriamente por quienes se ven obligados a ajustar el presupuesto y precisan mucha capacidad y relativa agilidad de movimientos. Su interés crece a medida que el potencial comprador se libera de prejuicios sociales.
Por sus características físicas (la distancia al suelo, por ejemplo) el Aria entra con calzador en la nómina de los todocamino. Lo consigue más que nada gracias a la disponibilidad de tracción integral conectable. Este sistema, que se puede engranar y desconectar a menos de 80 km/h, lo faculta para rodar con relativa soltura por pistas y carreteras delicadas: desvía entre el 8 y el 40% del par motor al eje delantero en función de la adherencia del piso para garantizar el avance.
siete plazas La fisonomía de este aspirante encaja más con la imagen del gran monoespacio que el público tiene en mente. El debutante oriental pasea un colosal pero estilizado envase con 4,78 metros de eslora, 2,11 de manga y 1,78 de alzada. Al separar sus ejes 2,85 metros consigue habilitar una desahogada cabina, ocupada por tres líneas de asientos que totalizan siete plazas. Las dos últimas van encastradas en el piso del portaequipajes. Si se despliegan de su emplazamiento, estas dos pequeñas butacas, adecuadas para usuarios de menor talla, reducen el maletero de 587 a 214 litros. El modelo es una ayuda inestimable a la hora de hacer la mudanza ya que dejando únicamente los asientos delanteros aporta una bodega de 1.777 litros.
Tata adjudica al Aria un propulsor gasóleo con estructura de cuatro cilindros y 2,2 litros de capacidad. Es una unidad con inyección directa tipo common rail sobrealimentada por turbo de geometría variable. Procura 150 CV a un régimen de esfuerzo de 4.000 revoluciones y 320 Nm de par constantes desde 1.500 a 3.000 vueltas.
Su contribución no depara una velocidad punta espectacular (se queda en 170 km/h) ni permite alardear de una fogosa respuesta al acelerador (se toma 13,7 segundos para progresar de 0 a 100). Es lo que se espera de un vehículo con talante eminentemente familiar. A cambio el Aria muestra una grata elasticidad a regímenes medios y alcanza una digna velocidad de crucero en carretera abierta. Además, tampoco es un motor derrochador puesto que homologa un gasto medio de 7,2 litros, lo que favorece limitar las emisiones de CO2 a 190 g/km.