MADRID. El estallido de la crisis de las hipotecas subprime o de alto riesgo en EE.UU. cumplió ayer su quinto aniversario con un legado que incluye una crisis económica global que parece no tener fin: la posible ruptura del euro y, en el caso de España, la necesidad de pedir ayuda a la Unión Europea. En los cinco años transcurridos desde el 9 de agosto de 2007, España ha pasado de crecer a un ritmo del 4% anual a una tasa negativa prevista para este año del 1,5 %, la Bolsa española se ha depreciado más del 50%, los beneficios de las empresas han caído en picado y, sobre todo, la capacidad española para financiarse en el exterior se ha convertido en un calvario. La prima de riesgo ha pasado del anonimato absoluto a convertirse en el ingrediente esencial de la economía española.

En agosto de 2007 la prima de riesgo de España era de 12 puntos básicos, frente a los más de 630 que ha llegado a alcanzar este verano. Ayer cerró en 541 puntos tras bajar 4. El desencadenante de la crisis fue la suspensión temporal del valor liquidativo tres fondos de BNP Paribas, el 9 de agosto de 2007, por los efectos de la crisis de las hipotecas subprime o de alto riesgo en EEUU.

Muchas entidades financieras estadounidenses diversificaron los riesgos de estos créditos hipotecarios mediante titulizaciones, traspasándolos a otros bancos en el mercado de derivados de crédito.

Las hasta entonces inofensivas titulizaciones suponían la transformación de un activo o un derecho de cobro no negociable (por ejemplo, un crédito hipotecario) en valores de renta fija homogéneos o bonos, estandarizados y susceptibles de negociación en mercados de valores organizados. Las entidades financieras traspasaban los riesgos hasta el punto de que no había modo de saber el valor total de estos activos tóxicos y quién estaba expuesto a ellos. El contagio colapsaba los mercados financieros y obligaba al BCE, la Reserva Federal de EEUU y otros bancos centrales a tomar medidas extraordinarias.

En concreto, ese día el BCE ejecutaba una medida inédita hasta entonces e inyectaba, mediante una subasta de financiación rápida, llamada de "ajuste fino", 94.841 millones de euros, un tercio más de los 69.300 millones de euros inyectados el 12 de septiembre de 2001, un día después de los atentados de Nueva York.

La tempestad iniciada por algunas financieras hipotecarias de EEUU se convirtió en un vendaval que hasta ahora ha arrasado gobiernos como los de Grecia, Italia o Francia, financieras hipotecarias como Fannie Mae y Freddie Mac, el banco de inversión Bear Sterns y el gigante de Wall Street Lehman Brothers.

Además ha llevado a la quiebra a países como Grecia, Portugal o Irlanda, y ha puesto en entredicho la capacidad de España e incluso Italia para formar parte de la zona del euro. La crisis financiera, de confianza y de crédito ha provocado una recesión tras otra en el mundo desarrollado y ha frenado el crecimiento en mercados emergentes como Brasil o China, pero sobre todo ha puesto en jaque la supervivencia del euro y en evidencia la falta de un proyecto común europeo.

Alemania se ha erigido como defensor de la ortodoxia fiscal europea incluso a costa de romper el euro, que apenas diez años después de su creación es más débil por mucho que el presidente del BCE, Mario Draghi, repita que es "irreversible": la salida de países como Grecia o España ha dejado de ser un tabú.