Economía y bienestar

por sixto jiménez (*)

Estamos inmersos en una carrera dramáticamente importante: la establecida entre la capacidad del planeta para soportar la plaga humana y la del avance científico, tecnológico, ideológico y organizativo para hacer posibles a un tiempo desarrollo y sostenibilidad. Nunca antes tuvo la humanidad tan brillantes posibilidades ni tan definitivos riesgos. Tal vez ya hemos alterado irreversiblemente equilibrios planetarios vitales.

Antiguamente la producción y el consumo eran actividades de carácter casi exclusivamente local y sin repercusión en otras partes del globo. Hoy, el comercio pone en relación y competencia a todos los países, y el uso de recursos comunes mineros, energéticos, atmosféricos, territoriales, etc., da lugar a que lo que cada uno hace y cómo lo hace, termine afectando a todos los demás viajeros de la nave Tierra.

La interrelación entre humanos y entre grupos de humanos es rápidamente creciente, pero las asimetrías que se están produciendo son descomunales. Las finanzas aprovechan su carácter inmaterial para trabajar a la velocidad de internet, se concentran con facilidad, son independientes de los Estados por la descoordinación de éstos, y utilizan el idioma universal (inglés) y normas cada vez más homogéneas que facilitan la confianza (¿?) y agilidad de sus actividades. La inversión en medios de producción más allá de las fronteras de origen es cada vez menos compleja y el flujo de mercancías deviene más eficaz y menos costoso.

Por contra, las personas son bienvenidas por todo el planeta solo en calidad de inversores o consumidores, pero no siempre como trabajadores; las religiones mantienen silenciosas y a veces violentas tensiones por aumentar sus áreas de influencia; los idiomas vencidos por el inglés tratan de ser al menos relevantes y los minoritarios, como nuestro euskera, se esfuerzan por no desaparecer; los medios de destrucción masiva se extienden a más países y no debemos olvidar que nunca en la historia ha dejado de emplear el ser humano un arma de destrucción de enemigos por razones éticas, como ya se vio en Hiroshima y Nagasaki.

Inevitablemente interdependientes e inexorablemente sujetos al destino del planeta común, tenemos mucho que trabajar y decidir juntos y poca práctica de hacerlo. Los Estados son ahora la esperanza de que se logre la coordinación y armonización necesarias, pero son también el primer obstáculo para que se haga, especialmente en el caso de los que por su tamaño se sienten engañosamente capaces de evolucionar por su cuenta o neciamente capaces de imponer su exclusivo criterio a los demás.

La Ciencia avanza en progresión geométrica y es nuestra mayor esperanza. Más investigadores vivos que la suma de todos los que hubo en el pasado, con medios informáticos y trabajando en comunicación casi instantánea, nos dan una capacidad de producción de Ciencia maravillosa. Las aplicaciones tecnológicas se transmiten a gran velocidad en un mundo cada vez más transparente en know how de producción. Internet y la telefonía móvil causan verdaderas revoluciones en países en desarrollo al permitirles comunicarse y acceder al conocimiento con menor desventaja de la que han padecido históricamente.

Pero el planeta se queda pequeño. Hemos rebasado su capacidad y hecho saltar sus puntos de equilibrio. La toma de conciencia del riesgo es lenta, la respuesta política aún más, con muchos países a la espera de que otros asuman el coste. Y entre la decisión de enfrentarse a los problemas y su solución mediará mucho tiempo.

La energía constituye un buen y crucial ejemplo de lo que comento. El desarrollo económico ha sido, en gran medida, la consecuencia del descubrimiento de fuentes de energía capaces de poner al servicio de la producción y el transporte fuerzas millones de veces superiores a las de origen humano y animal, hasta tiempos recientes casi las únicas disponibles. Pero cualquier solución científica, como la soñada fusión nuclear, o las energías renovables ya disponibles precisan de una gran apuesta política y financiera y de mucho tiempo.

¿Quién llegará antes a la meta?: ¿la Ciencia y la coordinación política y económica, o la degradación social y medioambiental ayudadas por la inercia y la visión egoísta y a corto y plazo? El tiempo dirá cual es la respuesta correcta.