vitoria. La persistencia de la crisis está generando una nueva categoría dentro del cada vez más amplio colectivo de desempleados en Euskadi y en el Estado español. Además de los parados cualificados con opciones de regresar al mercado de trabajo en cuanto la economía se reponga, se le añade ahora el de los parados de larga duración. En la CAV ascienden ya a 52.000 ciudadanos y en los últimos doce meses su número ha crecido un 17,6%, según los últimos datos publicados por el Servicio Vasco de Empleo/Lanbide correspondientes al mes de mayo.

Lanbide ha remitido al Parlamento Vasco un informe detallado del comportamiento del paro registrado y la afiliación en la Seguridad Social. Las grandes cifras son ya conocidas: 148.347 personas desempleadas tras una caída del 3,14% en relación con el mes anterior.

El informe aporta además otros datos adicionales como el hecho de que menos de la mitad de los parados, concretamente el 44%, cobra algún tipo de prestación o subsidio. La traducción en números absolutos es que 82.796 vascos están en desempleo y no tienen ingresos.

Los parados de larga duración son aquellos que llevan inscritos como demandantes de un empleo durante un periodo superior a un año de forma ininterrumpida. Esta situación sostenida en el tiempo les aboca a la marginalidad porque las dificultades para acceder al mercado laboral crecen cada día, incluso en tiempos de bonanza económica. Tienen derecho a una ayuda de 400 euros durante máximo de seis meses.

Los beneficiarios de estas ayudas, cuyas rentas no podrán superar el 75% del salario mínimo interprofesional, están obligados a participar en programas de formación para mejorar la cualificación y empleabilidad. A partir de ahí, quedan a su suerte o al albur de los estrechos margenes de los servicios y las agencias de empleo.

La situación de este colectivo se agrava aún más cuando desaparece el colchón familiar o cuando éste cuenta con otros miembros en su misma condición. En más de 33.000 hogares vascos no trabaja ningún miembro, según datos del Eustat. El panorama es desalentador en estos casos, más aún teniendo en cuenta que la inflación y el euríbor siguen subiendo, la tarifa de la luz -según las asociaciones de consumidores- se ha incrementado ocho euros desde el comienzo del año y, además, esta semana el ministro español de Industria, Miguel Sebastián, ha anunciado que en julio subirá aún más.

Pero no solo estas 33.000 familias sin ningún trabajador entre sus miembros están en apuros económicos. En sentido contrario, solo seis de cada diez hogares vascos mantienen a todos sus miembros activos ocupados, lo que destapa una realidad muy delicada para el otro 40% de las familias, que deben ajustar su presupuesto a los ingresos de uno solo de sus componentes, o en su caso recurrir a las rentas de trabajo de sus hijos.

Pero tampoco esta opción parece muy boyante a la luz de los datos que arrojan las estadísticas sobre el empleo juvenil. En Euskadi el número de parados entre 16 y 24 años asciende a cerca de 15.000 personas, en torno al 25% de los jóvenes. Esta tasa es notablemente mejor que la del resto del Estado español, donde más del 45% de los jóvenes está en paro, pero es ligeramente superior a la media registrada en la Unión Europea.

MAYORES DE 45 AÑOS Según apuntan los expertos, la crisis ha tocado fondo y parece que la recesión no va a aumentar, aunque el crecimiento y la recuperación de la economía y el empleo es demasiado lenta para dejarse llevar por el optimismo. Los niveles de crecimiento actuales quedan todavía bastante lejos del listón del 2% sobre el PIB que los expertos marcan como necesario para la generación de empleo. Tampoco las proyecciones a corto plazo se acercan a ese umbral, ni en Euskadi, ni el conjunto del Estado español.

Entretanto, la sociedad asiste al nacimiento de una generación de parados de larga duración que en muchos casos está compuesta por personas mayores de 45 años, cuyas posibilidades de retornar al mercado laboral se vuelven aún más difíciles. Según un estudio de Randstad, los parados mayores de esta edad podrían convertirse en un riesgo de exclusión social en los próximos meses, hasta el punto de llegar a representar casi la mitad del total de desempleados. Cruzando este dato con el porcentaje de parados de larga duración, no es descabellado decir que se puede perder una generación de veteranos.