Como los bólidos de Fórmula 1 entran en boxes para repostar combustible o cambiar de neumáticos, también Joan Villadelprat tiene que interrumpir su carrera y realizar un pit-stop para rediseñar la estrategia de su compañía, porque su problema, metáforas al margen, no es deportivo sino financiero. Y para un hombre de acción como este catalán, con más de tres décadas de experiencia en el mundo del motor, los asuntos económicos escapan a su control. La historia de Villadelprat está ligada desde su infancia al olor a gasolina y goma quemada. Comenzó enredando entre las cajas de cambios del camión de su padre y antes de cumplir la mayoría de edad ya viajaba de motu proprio hasta Inglaterra para trabajar en la cuna del automovilismo. Desde entonces no ha parado. Más de cuarenta años enrolado en el Gran Circo donde ha pasado por todo y ha conocido a todos (Ron Dennis, Lauda, Prost, Senna, Schummacher... y el jefe de todo, Bernnie Eclestone). Se inició de mecánico, de forma autodidacta y sin tener "ni papa de inglés", como suele recordar, pero llegó a convertirse con el tiempo en el primer ingeniero jefe no italiano de la mítica Ferrari.
Con los años, tal vez cansado de tanto desgaste físico y personal, Villadelprat pensó en transferir su conocimiento a los más jóvenes, vírgenes tal vez de esa voraz competitividad que exige el mundo profesional. Y se hizo empresario. Y fundó Epsilon Euskadi junto a su amigo Jordi Catón, un extraordinario piloto que hoy hace las veces de director comercial y que nunca pudo alcanzar la gloria "por no tener un buen padrino", lamenta Villadeprat. La aventura se inició en 2002, entonces con un equipo de carreras, pero el verdadero reto llegó dos años después, en Azkoitia, donde impulsó un Centro de Alto Rendimiento en Tecnología Automovilística de donde salieron no sólo ingenieros cualificados sino también pilotos de carreras hoy consagrados como Robert Kubica o Jaime Alguesuari. La ambición y los problemas de espacio en aquella sede guipuzcoana comenzaron a quitar el sueño de quien algunos críticos consideran "un buen vendedor de humo".
Y surgió la posibilidad de aterrizar en Miñano, entonces huérfano de proyectos estrella. De la mano de Alfonso Arriola, entonces director general del Parque Tecnológico, se diseñó un proyecto a la carta que contó con una inversión inicial de 30 millones de euros. Sin embargo, en el momento que se colocó la primera piedra de la flamante sede -es la única que cuenta en el Estado con un túnel del viento- comenzaron los problemas para Villadelprat. Un magnífico profesional en su campo pero un funesto gestor financiero, como ha quedado demostrado en los últimos días tras presentar por la puerta de atrás un preconcurso de acreedores porque su empresa, Epsilon, no tiene ni un duro en la caja para hacer frente a los créditos que firmó en su día con la Caja Vital y la Kutxa, entre otros. Créditos, por otra parte, cuyas cuotas de amortización debían haber sido abonadas ya. Pero la falta de ingresos, los continuos fracasos a la hora de dar el ansiado y mediático salto a la Fórmula 1 y las promesas nunca cumplidas de la aparición de un inversor que acabará de un plumazo con la deuda acumulada -de unos 50 millones de euros- han minado el crédito de un personaje que ya en su época guipuzcoana despertó muchos recelos en el departamento foral de Hacienda.
Ahora el pastel de Epsilon, que vuelve a situar al PNV en la diana política, se lo está comiendo el Gobierno Vasco y en concreto el consejero de turno, Bernabé Unda, a quien no le ha hecho ninguna gracia entersarse del "preocupante" estado financiero de la empresa por los periódicos. Su mosqueo tiene además otra fundamento. Y es que resulta que el Gobierno es avalista, por mor del acuerdo que fijaron entonces los responsables del PTA, de la millonada que se debe a Kutxa y Vital, y que éstas ni perdonan ni aplazan ni amplían, como solicitó Villadelprat hace unas semanas. El problema, no obstante, tiene fecha de caducidad. El catalán tiene cuatro meses para dar con el milagro, un 'ángel' que ponga esos 50 millones de euros y que evite la declaración de quiebra en una compañía que en estos momentos emplea a 60 profesionales. De lo contrario, será un administrador concursal el que tome las riendas de la empresa. Villadelprat cree que no hará falta. Afirma contar desde hace tiempo con hasta cuatro posibles inversores de China y los Emiratos Árabes. Pero ninguno da el paso. ¿Será ya una cuestión de confianza?