VITORIA. Ingresó en ELA en 1968, cuando solo tenía 20 años y la organización era clandestina. Larrañaga, que ha desempeñado diversos cargos en el sindicato abertzale tras su legalización, entre ellos el de secretario general del metal, reconoce que, pese al peligro que suponía militar en aquella época, su padre, afiliado a ELA de toda la vida, "se llevó una gran alegría al saber que me había dado de alta".
¿Por qué en ELA?
Militaba en el grupo Juventud Obrera Católica desde los 14 años y entonces ya manteníamos contactos.
¿Desde los 14?
Sí. Al hacernos mayores, los miembros de las juventudes obreras católicas buscamos juntarnos a una organización más grande. Para mí fue un proceso natural pasar a formar parte de un sindicato como ELA.
Pero en el año 1968 aún había cierta represión...
En casa sabíamos que pertenecer a una organización ilegalizada representaba un peligro muy grande, pero aún así mi padre se llevó una gran alegría al saber que me había afiliado a ELA. Él militaba desde antes de la guerra.
¿Sintió miedo en algún momento?
En 1973 hubo un chivatazo de algún miembro de ETA que nos llevó a una docena de afiliados a la cárcel porque nos relacionaban con la banda terrorista. Tenía algo de miedo a que me torturasen, pero al final me dieron un par de tortazos y me soltaron al de tres días.
Entonces ELA no era legal...
Me dejaron libre porque me tenía que casar. Le dije al juez que me esperaba mi futura esposa en el altar y me dejó salir bajo fianza. Me cayó un año de cárcel, pero me indultaron poco después. Me casé con dos días de retraso, pero se puede decir que fui un afortunado al librarme de la represión franquista.
Pudo participar en el histórico congreso de 1976.
Sí. Fueron seis días de mucha tensión pero que han servido para construir una organización fuerte.
¿Había Policía en Euba y Eibar?
Muy poca. No recuerdo que hubiese una vigilancia excesiva, más que nada había mucha tensión interna porque íbamos a aprobar unos estatutos claves para ELA y para el sindicalismo vasco. Habíamos trabajado muy duro los meses anteriores cotejando la normativa de otros sindicatos nacionalistas de Quebec y de Bélgica y estábamos empeñados en lograr un acuerdo.
De aquel Tercer Congreso surgió una organización independiente política y económicamente.
Fue la clave para salir de la clandestinidad y allí se aprobaron, entre otras medidas, la incompatibilidad de cargos políticos y la cuota de 200, 300 ó 400 pesetas dependiendo de los ingresos. Estos son dos pilares básicos en nuestra autonomía.
¿Cuánto pagaban de cuota en la clandestinidad?
Aquel congreso supuso una rebaja, pero aún así la cuota de 200 pesetas seguía siendo ejemplar comparándola con la de otros sindicatos como CCOO, que cobraba sólo 50.
¿Cómo vive la época más reciente?
En 1977 dejé mi trabajo y pasé a ser responsable del sindicato en Eibar. He sido liberado y he desempeñado diversos cargos en ELA hasta que me prejubilé en 2006.