El conflicto de los controladores aéreos ha puesto en evidencia que hay verdaderas irracionalidades en materia de asignación de sueldos. ¿Cómo es posible?.
Según muchos economistas teóricos, el salario tiende a igualar la productividad marginal del empleado, es decir que guardaría una estricta y calculable relación con la riqueza que aporta. Bonita simplificación teórica que la realidad desmiente contundentemente. Me temo que los sueldos tienen aún más que ver con la distribución del poder y con los usos sociales que con la aportación de riqueza.
Un grupo de profesionales con la oportunidad y/o habilidad suficientes para monopolizar una función pueden alcanzar remuneraciones desproporcionadas mientras no les sea arrebatado ese poder de control.
Asalariados agrícolas no sindicados y no especializados que ofrecen su trabajo por jornadas, representan el caso más próximo al "ideal" de los economistas teóricos. Ellos sí serán contratados mientras su productividad marginal supere a su coste e ignorados en caso contrario. Pero los empleados sindicados de grandes empresas, por ejemplo, alcanzan niveles de ingreso altos por su capacidad de huelga, aunque con la limitación de la viabilidad de su empresa a largo plazo, y sin ella si la empresa es pública. La globalización ha creado una capacidad de presión en sentido contrario por la que la empresa puede trasladar a otro país la producción que le es demandada gracias, entre otras cosas, a la labor histórica de la plantilla de su lugar de origen. Los altos directivos o consejeros disfrutamos de la proximidad a la propiedad y al remunerarnos le es más difícil ser austera con quien tiene en la misma mesa y trabajando en equipo. Además, a un directivo le favorece la comparación que se establece entre su sólo coste personal y el valor de su capacidad de influir en el valor total futuro de la empresa. Por el contrario, un empleado de base sufre la comparación del coste de su salario con el de los empleados de su nivel en la competencia, con gran coste total y relativo para la empresa ante cualquier desviación negativa en esa comparación ya que afecta a muchas personas. Ese efecto se produce en la medida en que el sector en que se compite es de poco valor añadido y escasa diferenciación de producto o servicio. Un caso evidente de éste tipo es el de las grandes empresas de servicios de limpieza o seguridad.
La transparencia de los sueldos de los cargos políticos y la comparación que el votante establece con su propio sueldo les llevan a niveles muy bajos y por ello, un simple controlador aéreo alcanza un sueldo varias veces superior al del presidente del gobierno. Así es como la política se convierte en un oficio precario, duro y mal pagado.
Los ingresos de cada profesión se convierten en un uso social y pasan a considerarse normales. Los usos sociales son los responsables de las diferencias salariales hombre-mujer, de la baja valoración de los oficios serviles o desagradables como si eso fuera lo que "merecen" y de la aceptación de elevadísimos ingresos para los ídolos sociales. No causa problemas de conciencia pagar una miseria o no afiliar a la seguridad social al servicio doméstico; no llama la atención que cobre mucho más un notario que un catedrático; no escandaliza que algunos futbolistas "valgan" lo que docenas o hasta más que cien científicos. Es lo más normal del mundo que la entrega de una vida a atender una familia no de derecho a ingreso alguno, porque aquí solo "vale" (en euros) lo que el mercado cotiza y no solo el necio confunde valor y precio.
Los ingresos de una persona dependen del mercado. El trabajo no tiene valor si el mercado no se lo concede, pero, además, el mercado salarial no es un mercado perfecto; el poder de negociación, de oligopolio, de presión económica o política, etc. son los verdaderos determinantes del nivel de ventajas alcanzables. Los escándalos históricos de Aena, Iberia, Renfe, etc, nos muestran lo que sindicatos insaciables y gestores irresponsables pueden llegar a hacer con el patrimonio público. Y la falta de poder sindical conduce en muchos casos a abusos en sentido contrario.
El uso social hará que terminemos encontrando "normal" cualquier situación que resulte habitual. Y hay muchos ciudadanos para los que lo normal es sinónimo de correcto, incluso contra toda evidencia.