LA reforma de las cajas de ahorros anunciada por el Gobierno español con fecha límite en otoño va a generar algunos efectos colaterales verdaderamente dañinos para la economía española y que no parecen haber sido bien valorados por el Ejecutivo. Tienen que ver con las nuevas obligaciones de core capital mínimo que quiere imponer la ministra de Economía, Elena Salgado, de un mínimo del 8% para los bancos y un 10% para las cajas. Conseguir capital para alcanzar esos ratios puede obligar a las cajas, los primeros inversores institucionales del Estado, a vender las joyas de la corona, no siempre, como son sus participaciones industriales.

El control de buena parte de las grandes compañías del Estado español está apuntalado por las cajas de ahorros que mantienen un 5% de la capitalización total de la Bolsa española. Si se viesen obligadas a, como ya han empezado algunas, enajenar sus participaciones para hacer caja la situación de la economía española a medio plazo sería aún peor que en la actualidad.

Repsol, Iberia, Iberdrola, Telefónica, Indra, SOS, Abertis, Sacyr, Gas Natural, Agbar, Sol Meliá... prácticamente casi todo el Ibex 35, si se excluyen a los bancos, tiene a las cajas en su accionariado. En Italia y en Francia el soporte accionarial de sus tejidos industriales es el Estado en un sentido amplio de sociedades públicas o controladas por bancos en manos de cajas de ahorros; en Alemania, además de grandes familias tradicionales, los gobiernos regionales tienen un papel significativo en el control de las compañías de referencia.

En el caso del Estado español son las cajas quienes sostienen el tejido industrial básico, y su conversión en bancos va acompañada de la presión del Banco de España y de interesados medios extranjeros, por supuesto anglosajones, para que abandonen la industria.

Ello, según algunos analistas no ligados a los grandes grupos financieros internacionales, sería un verdadero suicidio y una de las mayores estupideces económicas realizada en el Estado, justo en el momento en que las grandes corporaciones alemanas, francesas e italianas miran con ojos codiciosos a las empresas españolas más rentables.

El primer efecto negativo deriva del hecho de que al poner fecha, otoño, a la capitalización de las cajas, la ministra Salgado hace que las citadas entidades financieras jueguen con cartas marcadas y a la vista. Los hipotéticos compradores presentarán las ofertas a la baja sabiendo del estado de necesidad del vendedor, y el hecho de que buena parte de las cajas saquen sus activos a un tiempo va a suponer unas menores plusvalías, según los analistas.

El segundo efecto negativo parte del principio de que muchas de las compañías respaldadas por las cajas en su accionariado se convertirán en fácilmente opables y, dada la escasez de ahorro existente en el Estado español como bien refleja el elevadísimo nivel de la deuda exterior, es más que presumible que sus hipotéticos adquirientes sean extranjeros. Ello, que en sí mismo no es necesariamente negativo, sí lo es si tenemos en cuenta las experiencias precedentes de traslados de centros de decisión al exterior.

Los ejemplos se suceden pues para una compañía española con la matriz en el extranjero, el primer objetivo es maximizar el beneficio. Y en caso de que considere de que puede ganar más fabricando en otro sitio no duda en cerrar sus plantas en el Estado aunque ganen dinero si pueden ganar más. Algo que una compañía con accionistas locales difícilmente haría. Cataluña está sufriendo especialmente la fuga de multinacionales en especial de electrónica, elementos de gran consumo y automoción.

En Euskadi En el caso vasco, y con algunas limitaciones, las cajas de ahorros -en especial, BBK aunque también Caja Navarra ha estado muy activa-, tomaron el relevo como inversores en el sector industrial de la banca vasca, papel clave en el antiguo BBV, entidad que tras la llegada de Francisco González a la presidencia abandonó el concepto de banca industrial que era una de sus señas de identidad. Empresas vascas tan significativas como Iberdrola, Ingeteam, CAF, Aernnova, Euskaltel, Petronor, Itinere, Tubacex, Guascor, Barón de Ley, Ibermática... cuentan en su accionariado con las cajas de ahorros, en especial, BBK, Kutxa y Caja Navarra.

BBK, según ha señalado su presidente Mario Fernández, tiene vocación de seguir con ellas aunque las futuras normas contables conocidas como Basilea III no favorecen el mantenimiento de las participaciones industriales pues perjudican los ratios de core capital.

En todo caso, las exigencias del Banco de España para el saneamiento de las cajas de ahorros, pueden provocar una huida de estas entidades de ahorro del capital de las empresas, que pueden quedar desamparadas ante ataques hostiles de compradores exteriores. Y las desinversiones ya han empezado, al menos en España.

Desinversiones Unicaja ha vendido su participación en la concesionaria de autopistas Abertis, la semana pasada fue CatalunyaCaixa la que se desprendió de su 1,65% en Repsol para tratar de mejorar su capital básico y sanear su balance.

¿Y si continuaran las cajas de ahorros con carteras industriales más significativas, caso de La Caixa, Cajamadrid, BBK, Bancaja y algunas otras más con desinversiones? Vender participaciones empresariales para hacer caja y plusvalías con las que compensar las pérdidas latentes procedentes de la incursión en el sector inmobiliario y fortalecer el balance en unos momentos en los que numerosas entidades necesitan recapitalizarse es algo más que un peligro, es un riesgo que quizá no se ha valorado lo suficientemente.

Es un secreto a voces que Endesa ha reducido sustancialmente sus inversiones en España tras pasar a manos italianas y el riesgo de que más grandes compañías sigan su camino es real. Todo un problema colateral que nadie parece haber evaluado lo suficiente.

Es difícil pensar que proyectos hoy rentables como los de Euskaltel o la Acería Compacta de Sestao, intensivos en capital y con retornos a largo plazo, hubiesen salido adelante sin la inversión de las cajas vascas, o el mantenimiento de compañías como CAF, procedente de un sector maduro. Y esto está en juego con la bancarización de las cajas de ahorros.