lA aprobación de las nuevas normas contables para el sector financiero, más conocidas como Basilea III, han sido saludadas por los políticos como una buena noticia para reforzar la solvencia de la banca a medio plazo y dejarla mejor preparada para hacer frente a una futura crisis similar a la que dejó a medio sistema financiero internacional contra las cuerdas.

¿Qué efectos tendrán estas medidas a corto plazo para los ciudadanos vascos que trabajan con bancos y cajas? En primer momento, reconocen con la boca pequeña algunas entidades financieras, los clientes podrían sufrir una reducción de los créditos que conceden los citados bancos y cajas.

¿Qué medidas se aprobaron la pasada semana para dotar de mayor fortaleza a los bancos en el futuro? Básicamente dos: aumentar el capital e incrementar la liquidez disponible. Si hasta ahora el mínimo de capital básico de un banco, -acciones y reservas, en inglés, core Tier 1-, era del 2% de los activos (ponderados por el riesgo asumido en cada operación), el comité de Basilea eleva ese requisito al 4,5%.

La exigencia de capital de mayor calidad se eleva al 7%, más del triple que en la normativa vigente, si se tiene en cuenta el nuevo colchón de protección. Este depósito debe alimentarse en los tiempos de beneficios y será la primera barrera de la entidad para hacer frente a las pérdidas derivadas de colapsos financieros como los pasados.

En relación a la liquidez, no hay que olvidar que el colapso de los mercados impidió a la banca convertir en dinero muchos activos y afrontar así sus compromisos de pagos. Un ejemplo. Hay bancos y cajas que tienen en sus carteras pisos a los que no han podido dar salida para obtener dinero en efectivo dado su elevado precio de salida. Para evitar esto, los supervisores obligarán a retener activos, fácilmente convertibles en dinero, suficientes para compensar un mes de sequía de liquidez. El resultado es que el crédito no va a repuntar en los próximos meses. "Nosotros vivimos de vender dinero pero si tenemos que tener inmovilizado más capital, los recursos disponibles para prestar serán lógicamente menores", según asegura un financiero vasco.

En esto coincide con sus colegas del resto de la Unión Europea. "Los bancos europeos cumplirán los nuevos requisitos, pero eso tendrá consecuencias en el volumen y el coste de la financiación y, por consiguiente, también un coste en nuestra economía", afirmó el secretario general de la FEB, Guido Ravoet. No hay que olvidar que en Europa las tres cuartas partes de la financiación al sector privado proviene de los bancos, algo que no es tan obvio en Estados Unidos, donde sólo supone un 25%.

A nivel oficial, la banca española, que se ha caracterizado por dotar tradicionalmente con una cantidad al Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), algo que no hacían sus colegas europeos, considera que el acuerdo que establece unos requisitos de capital para la banca debe aplicarse de forma "transparente y equitativa" en todos los países y para todas las entidades afectadas por el mismo, y sin que se altere la competencia.

Aunque la patronal bancaria reconoce que los nuevos requisitos de capital son de gran exigencia, se ciñe a la versión oficial de la buena salud de la banca española y afirman que ya cumplen las necesidades o, de no ser así, no tendrán problemas para hacerla en los plazos previstos hasta 2018.

Desequilibrios En todo caso, los acuerdos de Basilea III no arreglan de momento los desequilibrios de una banca que tiene que recurrir a la línea extraordinaria de liquidez del BCE, confirmando la existencia del desequilibrio entre inversión y financiación, un gap que sólo se puede corregir mediante la actuación simultánea al alza sobre capital y los recursos de los particulares y a la baja sobre el tamaño del activo. Rompiendo un poco con la versión oficial, financieros vascos señalan que "nadie reconoce problemas para captar fondos, pero la realidad es que la guerra del pasivo con retribuciones del 4% está ahí, y hemos entrado todos". ¿Qué efecto va a tener para los consumidores? "Menos créditos y más caros", afirman rotundos.

Y lo argumentan señalando que la banca está pagando muy cara la captación de depósitos, para aumentar capital hay que hacer unos descuentos notables, las cuentas de resultados, con la escasez de demanda existente, no dan más de sí por lo que el ajuste a corto plazo ve a producir a través de una menor financiación al sistema. Además, tal ajuste se hará de forma acelerada en aquellos elementos que incorporen mayor riesgo (como los créditos sin garantía al sector privado) y de modo mucho más lento en aquellos que no consumen recursos y permiten obtener margen, caso de la deuda pública soberana.

Se abre así un círculo vicioso en el que menos actividad crediticia equivale a menos margen que, a su vez, reduce los beneficios de los bancos y, por ende, la posibilidad de capitalizarlos para cumplir los requisitos de Basilea III. Sin embargo, este es un peaje que va a tener que pagarse por los excesos cometidos durante casi una década. Lógicamente esta factura se traslada al mercado en forma de trampa de liquidez, afectando a la actividad económica global, de ahí el miedo de los organismos internacionales a que el saneamiento definitivo de las entidades financieras vuelva a lastrar a corto plazo el incipiente crecimiento económico.

Menos créditos Sin tener en cuenta los efectos de Basilea III cuando entren en vigor las normas, los últimos datos del comportamiento de los bancos españoles ya constataban al cierre de julio que la banca tenía prestados un total de 834.033 millones de euros, lo que supone un leve descenso del 0,45% respecto al saldo acumulado en el mismo mes de 2009, que ascendía a 837.980 millones, según datos de la Asociación Española de Banca (AEB).

Estos datos constatan el frenazo que sufre la actividad crediticia pese a que, en teoría, la economía había empezado a repuntar en el segundo trimestre del año, que en julio de 2009 crecían a un ritmo cercano al 4%. Sin embargo, el saldo crediticio de la bancos ha registrado un comportamiento dispar a lo largo del presente año, ya que en abril los créditos descendieron un 1,18%, y en mayo y en junio se recuperaron un 0,09% y un 1%, respectivamente.