EL comienzo de septiembre no ha podido ser más nefasto para el mercado laboral vasco. Cuando toda la expectación se centraba en saber si tras el período vacacional las empresas se habían puesto manos a la obra para tirar de Real Decreto de Reforma Laboral y continuar con una nueva cruzada de despidos baratos o con la presentación de otra oleada de ERE, la siniestralidad laboral se ha colado en el epicentro informativo.

Un trabajador de 58 años falleció el pasado martes día 7 en el Hospital de Cruces tras haber permanecido cuatro días en coma a causa del accidente laboral que sufrió en la empresa Indubilsa, ubicada en la localidad vizcaína de Loiu, al ser golpeado en la cabeza por una pieza de aproximadamente 500 kilos.

Este suceso se sumó a los también mortales ocurridos también en Bizkaia, donde se ha vivido de cerca la tragedia el día 3 en la empresa Euskal Kataforesis (EKT) de Durango y el domingo día 5 en la planta de Sidenor en Basauri; unas cifras que contribuyen a elevar la cifra total de decesos en lo que va de año hasta los 41 en la CAV (12 en Álava, 18 en Bizkaia, 11 en Gipuzkoa). Por su parte, en Navarra han muerto nueve trabajadores desde enero.

La realidad, la terca realidad, se vuelve a imponer y reactiva el debate sobre las causas primigenias de la siniestralidad laboral: subcontratación, temporalidad, precariedad y falta de medidas preventivas en las empresas.

Reforma laboral A juicio de los sindicatos, la reforma laboral, que en un futuro inmediato va a deparar un mercado más precarizado, tendrá una incidencia directa sobre la salud y la vida de la clase trabajadora. Los cambios introducidos por el texto legal incrementarán la temporalidad, y son precisamente los empleados temporales los que sufren el mayor índice de accidentes en su puesto de trabajo. Si a ello -consideran- se le une que la reforma levanta la prohibición a la actividad de trabajadores de ETT en sectores de riesgo, y que refuerza el poder del empresario para modificar unilateralmente las condiciones de trabajo, las centrales no dudan de que esta lacra no se extirpará de un espectro sociolaboral que soporta cifras intolerables de accidentes.

Menos actividad Las estadísticas oficiales, sin embargo, siguen empecinadas en refutar la argumentación sindical porque lo cierto es que las cifras han bajado.

Así, la CAV registró en los seis primeros meses de 2010 un total de 20.061 accidentes laborales con baja, lo que supone un descenso del 0,4% respecto a los 20.140 siniestrados en el mismo período del pasado año. Sin embargo, lo que podría parecer un dato optimista no lo es tanto pues según los propios datos de Osalan, pese al descenso de la siniestralidad, los accidentes mortales aumentaron un 30,7% entre enero y junio respecto al mismo período precedente. En concreto, se registraron 26 decesos, diez en accidentes no traumáticos y 16 en accidentes traumáticos. En los seis primeros meses de 2009 hubo 18 fallecidos.

Los accidentes con resultado de muerte en el trabajo en 2009 en la CAV fueron 62, un 19,48% menos que los registrados por las estadísticas durante el año 2008, en el que se produjeron 77 fallecimientos durante la jornada laboral.

Sin embargo, de una lectura no apasionada de los datos se deduce que la reducción se produce en buena parte por el aumento en las tasas de paro o por el descenso de la actividad empresarial. Simple estadística: A menos gente trabajando menos posibilidad de que se produzcan accidentes y enfermedades profesionales.

Tampoco conviene olvidar que la crisis ha disparado el trabajo en negro, provocando que un buen número de casos no engrosen la estadística. Son esencialmente accidentes leves que no implican muertes, amputaciones o ingresos hospitalarios. En no pocas ocasiones lesiones que requieren el paso por un hospital se disimulan como accidentes de tráfico o domésticos.

Los sindicatos exigen mayor compromiso a las administraciones y a los empresarios, y más ahora porque la marcha de la economía propicia recortes en la prevención de riesgos en las empresas.

Con todo, la medida justa siempre ha de estar en el punto medio, lejos de la autocomplacencia de unos y de la responsabilidad de otros. Una sola muerte merece cuando menos una reflexión conjunta.