El calor no dilata la jornada laboral
EL origen de la jornada intensiva no contemplaba ni de lejos el bienestar psicológico del empleado, sino más bien todo lo contrario, puesto que el fundamento del primigenio calendario de verano era totalmente práctico para evitar las horas de más calor que impedía laborar a pleno rendimiento a los trabajadores. Hoy, el aire acondicionado dulcifica el ambiente en muchos centros de trabajo y aunque son muchas las empresas que activan el horario de 8 a 15 horas sin descanso para comer durante la época estival, este hecho es objeto de controversia y origina opiniones encontradas: lo que para unos es una oportunidad de conciliar vida personal y profesional, para otros se convierte en un peligroso aliado.
Además del calor, el cuidado de los niños en vacaciones o el ahorro energético refuerzan la teoría de la contracción de horarios, así como el supuesto incremento de productividad por la mejora del clima laboral, un aspecto este último que genera múltiples encontronazos. Aunque a priori la jornada intensiva no tiene porqué acarrear efectos negativos, lo importante no parece ser el cómputo del tiempo que una persona pasa en su lugar de trabajo sino lo que realmente produce, una vez descontado el efecto internet, teléfono, café o cigarrillo.
Desde el punto de vista de la empresa es más productiva la jornada partida puesto que así se da descanso a los trabajadores en la hora de la comida, en la que casi todos los proveedores o clientes están haciendo lo mismo, y se trabaja por la tarde dando así más cobertura a los clientes, al tiempo que se fidelizan los mismos. Hay quien sostiene que los trabajadores rinden más cuando se han tomado un pequeño descanso que cuando trabajan muchas horas seguidas.
Los menos productivos En todo caso, el español es el tercer Estado de la UE con la jornada laboral más larga y el que menos rendimiento obtiene por hora trabajada, y aunque conceptos como empresa flexible y equilibrio entre vida profesional y privada están entrando con fuerza en las organización, y el tránsito de trabajar más a trabajar mejor gana protagonismo en los debates, parece que el factor humano y la implicación del empleado es determinante. Un reciente estudio de Randstad apunta que el 76% de los trabajadores valoran positivamente la conciliación a la hora de buscar una empresa para trabajar y la jornada intensiva es una modalidad que va en línea con esta tendencia. De una muestra de 1.066 personas, el 55,02% considera que una jornada intensiva aumenta la productividad; un 33,21% cree que no la modifica y un 11,77% considera que puede reducir la productividad.
El prisma objetivo de este problema indica que la uniformidad no existe en la organización de horarios y, en ocasiones, ante la diversidad de perfiles y puestos, las empresas se ven obligadas a diseñar distintas jornadas. La implantación de un horario ad hoc puede suscitar problemas en determinado sectores como la construcción o los puertos, pongamos por caso; también en el caso de los funcionarios docentes, ya que la aplicación de un horario concentrado afectaría también a los padres. En suma, muy complicado.
Lo ideal y lo posible Cualquier trabajador en su sano juicio contestaría que sí a la pregunta de si prefiere trabajar en una jornada intensiva en lugar de estar enmarronada mañana y tarde. Y si esa jornada puede ser en un horario razonable, estupendo. Y si además no supone pringar los fines de semana tanto mejor. El inconveniente es que no todo el mundo puede trabajar en horario de oficina. Una de las razones por las que todo el mundo quiere ese tipo de calendario es porque lo compatibiliza con tener una vida más allá del trabajo, una familia o tiempo de ocio. Queremos salir con nuestros amigos, ir al cine, ir de compras a sitios que necesariamente tienen que estar atendidos por personal. ¿Y ese personal no tiene derecho al ocio o a la conciliación?
El matiz se hace aún más ostensible si nos comparamos con Europa. Allí no se trabaja hasta tan tarde, pero al tiempo sus tiendas están cerradas a las 17.30 y los centros de las ciudades pierden su ambiente antes que aquí. ¿Es lícito demandar que los encorbatados se vayan a sus casas a las 15.00 horas y quienes trabajan en hostelería o comercio tengan que prolongar sus jornadas por atenderles? ¿Es ético que tengamos que gastar días de vacaciones o de libranza para hacer gestiones bancarias porque las sucursales cierran por la tarde? Cualquier alternativa a trabajar a piñón mañana y tarde de lunes a viernes todos días del año haga 40 grados de calor o tiritemos de frío parece interesante, pero (...).
Empleados de una empresa vasca de servicios de informática radicada en la capital vizcaína durante su jornada de trabajo. FOTO: Dna
Tipos de jornada
l Continuada. Es aquélla en la que la prestación de trabajo se realiza de forma ininterrumpida.
l Partida. Por el contrario, es aquélla en la que hay un descanso ininterrumpido de una hora como mínimo, normalmente para efectuar la comida.
l Intensiva. Es una modalidad de jornada continuada que se establece en periodos concretos del año, generalmente en verano, y en determinados sectores.