EL sueño europeo se desvanece en medio de la pesadilla financiera. Sin tiempo para recuperarse del rescate griego que le costó las elecciones a Merkel en Renania del Norte-Westfalia, la deuda soberana española pierde credibilidad y amenaza la zona euro, mientras que desde Budapest llega el anuncio de una posible quiebra pública. Son, tan sólo, unos ejemplos de este escenario del llamado "viejo continente" donde los europeos contemplamos impotentes el desplome de la estructura financiera, económica y monetaria creada en torno a la moneda única: el euro. Estamos ante la segunda fase de una crisis que se originó por el riesgo acumulado del endeudamiento privado financiado codiciosamente por activos tóxicos desde el sistema financiero y permitido por la relajación en materia de supervisión y regulación desde los Gobiernos y los organismos públicos, que no dudaron en salir con fondos públicos al rescate de bancos y aseguradoras para evitar el colapso.

Ahora, los gobiernos que rescataron a nuestros bancos están endeudados hasta las cejas y tienen que ser rescatados?, pero no hay dinero porque... parte del endeudamiento privado se ha convertido en público. Es decir, se han socializado las pérdidas privadas por la vía de subvenciones, estímulos fiscales y destrucción de empleo que han ocasionado un peligroso déficit presupuestario y un aumento de la deuda que se ciernen, amenazadores, sobre el núcleo central del bienestar social europeo.

Evidentemente, ésta no era la idea de Jean Monnet, Robert Schuman, Conrad Adenauer, Alcide de Gasperi o Paul-Henry Spaak, entre otros de los considerados padres de Europa, cuando quisieron hacer realidad, en la década de los años 50, el sueño europeo de un continente unido por el objetivo común del progreso humano. Ahora, la ciudadanía europea está huérfana e indefensa ante la falta de decisión de las actuales autoridades europeas, más preocupadas por tranquilizar los mercados que por decir la verdad. Es el caso de la posible quiebra de Hungría. La Unión Europea y el Gobierno húngaro la han calificado como "salvajemente exagerada".

Pero olvidan, por ejemplo, lo que manifestó en septiembre de 2006 el entonces primer ministro húngaro, Ferenc Gyurcsány, en relación a la economía: "Es obvio que hemos mentido en el último año y medio, dos años. No hay dudas de que lo que estamos diciendo no es verdad". Pero lo más paradójico y sarcástico es comprobar cómo la ciudadanía paga el rescate del déficit público, mientras en la distancia un puñado de hombres ricos y poderosos decide sobre nuestro futuro en una reunión secreta y alegal, cuya protección corre a cargo del erario público. ¿Dónde está el sueño europeo de la libertad, transparencia, seguridad y progreso humano?