Steve Jobs fundó Apple con 21 años en un viejo garaje polvoriento del Valle de Santa Clara (California). Otro tanto de lo mismo hizo su colega Bill Gates con Microsoft, creando también en un sótano inundado de cacharros y viejos muebles otro gigante informático cuyas aplicaciones son hoy de uso universal. El alumbramiento de la alavesa Lantek no se produjo en ninguna bajera ni partió de una mente privilegia, sino que lo hizo en la Universidad de Mondragón y surgió de la inquietud de seis jóvenes informáticos vascos que en 1986 fundaron esta tecnológica, cuyo leit motive coincide con el de Jobs y Gates: apostar por la vanguardia tecnológica; cambiar el mundo. En eso andan desde hace 24 años. El sexteto, que luego se redujo a la mitad, sobrevivió en sus primeros años vendiendo ordenadores, procesadores, programas de diseño... Esa frenética etapa duró cinco años hasta que en 1991 llegó el gran cambio. Lantek se centró en el negocio de la chapa e hizo hincapié en la internacionalización, la I+D y la gestión de equipos. En ese punto de inflexión la alavesa se hizo mayor y como consecuencia, en 1999 entró en escena el actual gerente, Alberto Martínez. Bajo su tutela, la compañía ha adquirido un sonado prestigio internacional, ha multiplicado por diez su cuenta de resultados (este año espera facturar 10,8 millones de euros) y ha elevado su nómina de clientes en todo el planeta hasta los 9.500. Además, está presente en 23 oficinas de 16 países que le reportan el 80% de su negocio.

Pero, ¿qué hace exactamente esta compañía en su sede del Parque Tecnológico de Álava? Su tarjeta de visita reza: compañía experta en el desarrollo de software CAD/CAM/ERP para empresas del sector de transformación del metal. En el lenguaje popular, en cambio, podría decirse que es el padre de los programas informáticos que dirigen el corte (por láser, plasma, chorro de agua o punzonado) de la carrocería de los camiones de IVECO; o de las piezas de las máquinas de tabaco de Azkoyen; o de las tragaperras de Cadillac Jack, la firma más implantada en Las Vegas; o del acero que se maneja en todos los astilleros del Estado... E incluso en parte de la estructura metálica del Guggenheim, proyecto en el que participó de la mano de Urssa, la cooperativa alavesa con la que mantiene una estrecha colaboración que también ha podido verse en el Pabellón Puente de la Expo en Zaragoza y el Gran Telescopio de Tenerife. De concretar precisamente estrategias como éstas se encarga Martínez, ingeniero informático y máster en tecnología avanzada que inició su andadura en la UPV y la completó después en Robotiker. Desde su llegada a Lantek el 1 de diciembre de 1999 su objetivo no ha variado un ápice: "Queremos seguir pegando los primeros, ser referentes", advierte. El último de sus productos da fe de ello. Se trata de un sofisticado programa de gestión empresarial que utiliza tecnología web en tiempo real, algo de lo que sólo pueden presumir en estos momentos cinco firmas en el mundo. "Puedo controlar cualquier aspecto de mi empresa (producción, pedidos, clientes, pagos...) desde el ordenador de mi casa, por eso es una opción con la que se gana tiempo y dinero", sostiene Martínez. El nacimiento de este programa, en el que se han invertido cinco años y siete millones de euros, despertó muchas dudas al comienzo entre su propio equipo, que lo tildó de imposible dado el alto contenido tecnológico. "Pero para eso estamos aquí; mi labor es preparar la empresa para el futuro", reflexiona el gerente. Esta misión, además de tiempo e imaginación, le exige otro peaje: muchos vuelos al cabo del año. "Demasiados", añade Martínez, que de media toma entre 20 y 25 transoceánicos por temporada, es decir, unos 350.000 kilómetros al año. Algunos, incluso, "tan absurdos" como el que le llevó hasta Japón para estrechar la mano de un ejecutivo local. "El acuerdo ya lo había cerrado un compañero y estaba todo claro, pero faltaba ese apretón de manos, así que nos fuimos a Japón, le saludamos y nos volvimos. Ya ves qué cosas", concluye Martínez.