vitoria. A pesar del último libro de Pedro Meyer, Emprendedores: 25 casos de éxito en el mundo empresarial, que sentencia que "en España se ha valorado la capacidad de hacer dinero con poco riesgo, pero no el esfuerzo o el reconocimiento social que hay en otros países", aún resulta posible acertar que continúan existiendo emprendores y también muy buenos ejemplos de proyectos empresariales. Al menos eso es lo que ocurre en Álava, a tenor de los datos que maneja el departamento de Creación de Empresas de la Cámara de Comercio de Álava, que en su último boletín interno de noviembre se muestra contundente en este aspecto: el índice de supervivencia de las empresas que asesora en su nacimiento se sitúa en cerca del 70%.

Esta certeza se cumple desde 1999, justo el año en que, al menos de manera oficial, se puso en marcha este departamento. Desde entonces, la Cámara ha apradinado a 1.100 compañías con una repercusión directa de 2.400 empleos en su primera fase. Una década después, la masa laboral ha engordado, aunque la entidad desconoce la cifra exacta.

Nivel medio de éxito Sea como fuere, el nivel de éxito de esta iniciativa parece incuestionable incluso ahora en época de crisis y desconfianza. Los datos siguen ofreciendo una realidad optimista a pesar de todo. A fecha de 31 de octubre, sin ir más lejos, la entidad cameral ha registrado 88 nuevas compañías entre un total de 415 propuestas y más de 700 consultas. "No existe una media oficial, pero aproximadamente el 25% de las ideas que nos presentan llegan al final a buen puerto", explica Eva de la Vega, una de las responsables del departamento.

¿Y el resto? El resto, ese 30% que claudica y cae, no suele pasar la criba por varias razones. Probablemente la menos cuantificable, pero realmente la más obvia, es el propio riesgo de embarcarse en una aventura empresarial. "El riesgo y el peligro son siempre algo inherente", advierte esta profesional que, además de esta cuestión, añade otras tres claves como causantes más comunes de la mortandad empresarial. La primera, los motivos económicos, básicamente provocados por un mal e inesperado comportamiento del mercado. El segundo son los conflictos entre los propios socios y el abandono del proyecto al verse superado por las circunstancias. "Esta realidad es más frecuente de lo que parece", explica de la Vega. Y la tercera razón radica en el desconocimiento y la irresponsabilidad del nuevo emprendedor al dejarse llevar por la euforia de los aparentemente nuevos y provechosos mercados sin la suficiente formación profesional. "Para crear una empresa te tiene que gustar mucho lo que haces, porque si no te llena o no conoces bien todo su entorno y todas sus peculiaridades, te va a ser muy difícil ser capaz de llevar a cabo los esfuerzos que una compañía nueva te va a exigir", reconoce de la Vega.

apuesta por el talento La mayor parte de estas empresas de nueva generación son pymes auspiciadas por autónomos de entre 25 y 30 años. De las creadas en Álava en la última década, 2006 fue el el ejercicio más activo, con un descenso paulatino en los años siguientes como consecuencia de la "desconfianza que generó el estallido de las hipotecas subprime (basura)", intuye de la Vega. Ahora, pasada la tormenta financiera y económica, o al menos su ciclo más severo, el escenario empresarial para 2010 ofrece algunos brotes verdes, nuevos nichos de mercado y oportunidades. La imperiosa y urgente necesidad de una reforma del modelo laboral que demandan empresas, sindicatos e instituciones provocará casi con total seguridad un nuevo escenario profesional con nuevas reglas de juego. Y todo eso tendrá una respuesta clara en el ámbito empresarial, entiende de la Vega: "El año que viene volverá a repuntar la creación de nuevas empresas".

La duración de su ciclo vital dependerá de muchos factores, pero el punto muerto o el umbral de rentabilidad (situación que se da cuando el nivel de ventas cubre los costes y se empiezan a ver beneficios) podrá oscilar entre unos pocos meses para el caso de un pequeño comercio, hasta los dos ó tres años para un proyecto de calado industrial. Todo dependerá, ahora más que nunca, del cuidado y la apuesta que las empresas hagan por el talento humano. "Si éste ha sido siempre un factor diferencial en los proyectos, en estos momentos de crisis, la capacidad, la formación, las habilidades y el compromiso de las personas se presentan como el único activo capaz de permitir el afianzamiento de una nueva aventura empresarial", concluye de la Vega.