Han pasado dos décadas desde el Prestige. ¿Hoy en día las consecuencias son palpables, o tan solo en la conciencia social?
Fue una catástrofe ambiental con un impacto social tremendo. Los ecosistemas se regeneran y no hay mediciones en el litoral, en la costa, que indiquen que hay evidencias de una contaminación residual. No la hay. Hay una concienciación social de que los impactos ambientales nos acaban afectando, y si hace 20 años hubo un levantamiento social contra la catástrofe, hoy sería mayor. Y ha quedado un gran conocimiento.
¿En qué sentido?
A nivel científico, y también en la administración en cuanto a gestión y análisis de riesgo sobre posibles impactos ambientales. Hoy se estaría más preparado para afrontar una catástrofe de este tipo si volviera a ocurrir. El mar es un medio agresivo, y podría volver a producirse otro accidente, aunque de menor incidencia.
¿Han cambiado los protocolos?
Ahora los petroleros van compartimentados en tanques más pequeños, y no afectaría a todo el barco.
"Hay una evolución continua de tecnología, conocimientos, y estaríamos mas y mejor preparados para una crisis como esa"
¿Se llegó a conocer el impacto del accidente en toda su dimensión?
Fue una catástrofe pero supuso una concentración de medios para estudiar todo lo que estaba pasando como nunca había ocurrido. No hay consecuencias ambientales, al menos en el Golfo de Bizkaia. La naturaleza tiene una capacidad de regeneración alta, y no hay evidencias de que haya un impacto ambiental detectable.
¿Qué se ha aprendido después de un desastre como aquel?
En ese momento ya aplicamos tecnologías que teníamos que se usaban en otros temas para conocer el comportamiento del mar. Se utilizaron boyas, se utilizó inteligencia artificial, se desarrollaron modelos matemáticos que predecían la deriva de las boyas para saber dónde iban a ir y capturarlas antes de que llegaran a tierra. Una tonelada de chapapote en el mar cuando llega a tierra se mezcla con arena y se transforma en 4-10 toneladas de residuo. Esa tecnología se vio que tenía visos de ser fiable en el futuro mejorándola para desarrollar herramientas que permiten conocer en tiempo real y con anticipación hacia donde puede derivarse si se produce un derrame. Qué medidas de prevención hay que activar, cómo luchar contra la contaminación para que no llegue a la costa... Toda la tecnología como satélites, inteligencia artificial... ha avanzado muchísimo. Y los protocolos específicos para coordinar distintas administraciones para actuar en caso de que haya un accidente como este.
El papel de los arrantzales fue vital.
Lo fue. Recogieron en el Golfo de Bizkaia más toneladas que lo que recogieron los barcos de la lucha contra la contaminación especializados en el mar. No tuvimos prácticamente impacto ambiental en nuestras costas. En Galicia se veían las costas negras. Aquí sin embargo nos anticipamos y se recogió en el mar.
Fue un trabajo conjunto coordinado entre el Gobierno vasco, arrantzales y Azti. ¿Hoy se volvería a actuar igual?
Ahora nos suena el LABI por la pandemia, pero en aquel momento se montó algo parecido, una mesa de coordinación para gestionar todos los recursos. Se usó a Azti y Euskalmet para utilizar de una manera conjunta el desarrollo de modelos. Aplicábamos modelos meteorológicos, lo llevamos al mar con la tecnología que comentaba antes. Hay una evolución continua de tecnología, conocimientos, y estaríamos mas y mejor preparados para una crisis como esa. Tendría impacto, pero sería mucho menor. El riesgo cero no existe, y es evidente que volverá a ocurrir en algún lugar del mundo.
¿Podemos concluir, entonces, que el Prestige tuvo un efecto evidentemente negativo, pero también dejó lecciones?
Estábamos mejor preparados por los medios que teníamos, y la coordinación. Y se adquirió un conocimiento y experiencia y se puso en valor la tecnología que tenemos en Azti, que se pueden usar en emergencias. Un crisis como esta que tiene consecuencias negativas, Euskadi contaba con medios que evitaron una catástrofe de la magnitud de Galicia.