Al Tour de 1997, Abraham Olano asomó apaleado. Una caída en el Dauphiné le laminó. “Me pasé todo el Tour persiguiendo. En el Dauphiné estaba muy bien de forma hasta la caída y después de aquello no me pude recuperar bien para encarar el Tour”.
En la carrera francesa gobernaba con mano de hierro Jan Ullrich, el hombre que pudo reinar. El alemán arrasó. Olano acabó cuarto, no muy lejos de Pantani en la general, pero por debajo de su mejor versión. “Pasé mucha miseria. Me faltaba el punto necesario para defenderme en la montaña y me quedaba con facilidad”. En ese hábitat, el ciclista guipuzcoano, campeón del mundo en Duitama, alcanzó la última semana con la fatiga a cuestas y la sensación de no haber podido rendir como deseaba.
Por eso se acercó a Ullrich, el líder y le pidió un leoncito de peluche que se otorga al líder y al ganador de etapa. El alemán los coleccionaba. Mandaba en la carrera. “Coincidimos en el podio y le pedí un león para mi hijo. Tal y como estaba en aquel Tour yo difícilmente podía conseguir uno”. Amablemente, Ullrich le regaló el que llevaba en la mano.
Esperaba una contrarreloj como antesala a los fastos de los Campos Elíseos con salida y llegada en Disneyland-París. 63 kilómetros bajo el juicio del reloj. “Eran los tiempos en los que las contrarrelojes eran largas. Eso ha cambiado mucho”. Olano era un gran especialista contra el crono. Lo demostró durante su carrera. Lo certificó en aquella edición del Tour con la victoria. “Podía mantener el ritmo a una intensidad alta. Mi problema era el cambio de ritmo, pero en una crono, a pesar de la fatiga iba bien. Si eres especialista es más sencillo”.
Se sacó la espina de su Tour gris venciendo la crono por delante de Ullrich, al que aventajó en 45 segundos después de un esfuerzo de hora y cuarto. “Fue una alegría en un Tour complicado para mí. Ganar una crono del Tour, más si cabe en la última semana, tiene mucho mérito. Para un especialista como yo, era algo que deseaba”. Con el triunfo, Olano logró el famoso leoncito. Ullrich, el líder, le esperó en la ceremonia del podio y le pidió que le diera el peluche. Quid pro quo. “Me dijo que los repartía entre los auxiliares y que le faltaba alguno. Así que yo le di el leoncito que gané…”, se ríe Olano. El leoncito de peluche que llegó a su casa era el que le dio Ullrich.