Acostumbrado a la velocidad supersónica de los partidos de cesta punta, debe de ser muy raro adecuarse a la lentitud de movimientos. Xabier Barandika (33 años) se ha bajado forzosamente de la vida veloz de las canchas y está abrazando la parsimonia del deportista lesionado. Por la mañana se ejercita con Gotzon, su fisioterapeuta, durante “hora y media o dos horas” y después se toma el café de rigor. Por la tarde, ya sin salir de casa, ha diseñado una rutina de ejercicios de baja intensidad. Ve vídeos en Youtube, lee libros de novela negra, reposa, se ha visto obligado a dejar el pádel y otros deportes... De momento, no puede hacer mucho más. Su movilidad es reducida y se desplaza con la ayuda de las muletas. ¿Por qué? Hará algo más de un mes, el puntista vizcaíno pasó por el quirófano tras sufrir una rotura del ligamento cruzado anterior en la rodilla derecha. Se decía que disfrutaba del mejor momento de su carrera deportiva. “Sí”, corrobora por teléfono. “Estaba jugando bastante bien, tenía un muy buen ritmo físico y los resultados me acompañaban. Venía de ganar el Grand Slam de Markina”.

Barandika pasa el mal trago de la lesión con filosofía, resignado a la idea de que el proceso de recuperación va para largo. Las pruebas médicas han determinado que estará fuera de la competición durante un plazo estimado “de 7 a 10 meses”. “No tengo prisa por volver, lo importante es que cuando lo haga esté en perfectas condiciones”, afirma. ¿Alguna recomendación por parte de los especialistas? No le han ofrecido ninguna receta mágica. Trabajo, esfuerzo y paciencia, esos son los clásicos ingredientes que van a ayudar a su mejora. Barandika fue baja a finales de julio y las resonancias posteriores confirmaron la gravedad de la lesión. No era consciente de la plaga que asola a tantos y tantos deportistas, admite. Según el grupo hospitalario Quirón Salud, solo en el Estado se producen 15.000 roturas de ligamentos todos los años. “Mucha gente me ha escrito diciendo que ha pasado por lo mismo, pero no me había dado cuenta hasta ahora. Hace poco hablé con Andoni Aretxabaleta y estuvimos dándonos ánimo”, comenta. El zaguero vizcaíno colgó el gerriko hace justo un año a causa de los problemas físicos.

De familia

Creció en una familia de grandes pelotaris de cesta punta. Su primo y “referente” es Diego Beaskoetxea, quien, en su último partido como profesional, le arrebató la txapela en la final del Eusko Label Jai Alai Winter Series celebrada a principios de año en Gernika-Lumo. Su padre suele ejercer de “chófer”, cuenta. “Me ayuda un poco para que no llegue tan cansado a los partidos y también, más que nada, por la vuelta”. Y su tío, Gonzalo Beaskoetxea, ha sido su profesor de cesta punta “de toda la vida”. Alaba el Gernika Jai Alai -“es precioso, el mejor frontón”-, con capacidad para acoger a 1.500 espectadores, y cuando se le pregunta sobre la resurrección de este histórico deporte menciona la importancia de su visibilización.

“La cesta siempre ha estado ahí, el problema es que la atención que le han prestado los medios era casi nula”. Lo que no se ve, no existe. El documental ‘Jai Alai: azken hegaldia’, de Oier Plaza, parte del cierre del frontón de Dania, en Florida, y dibuja una radiografía de los pelotaris que soñaban con ser profesionales. El puntista de Gernika-Lumo pasó allí siete felices años junto a una treintena de pelotaris vascos, inmerso en una exigente rutina deportiva. “Los campeonatos eran largos y siempre estábamos muy rodados”, recuerda con cierta nostalgia.