“Aquí la tienes, Gino”, decía la voz quebrada, emocionante, alma, piel y vida, desbocado el corazón de Pello Bilbao en Issoire. Un lugar para siempre. Nunca lo olvidará Pello Bilbao, victorioso. Su día más grande. Tampoco la memoria de Gino Mäder, que viaja con el gernikarra. El espíritu de Gino Mäder, fallecido en la Vuelta a Suiza tras una espeluznante caída, cuidó de Pello Bilbao para festejar su mejor victoria. Inolvidable.

Alivio de luto tras la fatalidad y el drama. El Bahrain corre por Gino desde entonces. Pello Bilbao, amigo suyo, todo corazón, quería honrar la memoria de su amigo con una victoria que nunca caducará. Los sentimientos más profundos siempre están vigentes. Son insobornables. Pello Bilbao regaló desde sus adentros el triunfo a Gino Mäder. Va por ti, amigo.

Una victoria para siempre

Lágrimas de pena. Lágrimas de felicidad. La vida. A Pello Bilbao, vapuleado por la pérdida de Mäder, le amortiguaron la pena su mujer y su hija, Martina, que le dieron paz y sosiego para digerir algo que nunca se acepta. La pérdida. Ese cariño, el amor de los más cercanos, rearmaron a Pello Bilbao, que honró a Gino. Nada más bello que abrazar a los ausentes que tanto significaron.

El genikarra corrió con Gino desde que el suizo no está. No le dejó solo. Está con él. Más que nunca, Pello Bilbao se expresó con una energía imbatible. Dos en uno. Amigos para siempre. Pegado a su recuerdo, remató un día de ciclismo extraordinario.

El vizcaino fue el mejor del esprint de la fuga. Era el más rápido. También el que mejor supo leer la carrera. Eso le diferencia de otros ciclistas. Pello Bilbao, cultivado, es muy inteligente. Venció y abrió el top-5 de la general. "Tenía una oportunidad y la he aprovechado", expuso el gernikarra en su bautismo en el Tour. Esperó su momento. Es un cazador.

Pello Bilbao, el más inteligente

Arengó la escapada, la alimentó y ejecutó una victoria grandiosa en una final trepidante. “Neilands era el más fuerte, pero atacó y le pegó mucho tiempo el viento en la cara”. Anotó el detalle el de Gernika. El aire que le partió la cara al letón elevó a Pello Bilbao. Le dio alas. Encaró el esprint sabiéndose el más veloz. Pello Bilbao tiene chispa. En un día de fuego, incendió el final.

Soportó la descarga de O’Connor y abrasó a Zimmermann en el mano a mano en un esprint estupendo. Pello Bilbao lo celebró con rabia. Se desahogó. Va por ti Gino. Cinco años después de Omar Fraile en Mende, Pello Bilbao despegó a la gloria en el Tour tras 13 años en el profesionalismo.

Nadie desvanece del todo mientras se le recuerde. Lo hace Pello Bilbao, que guarda el legado del suizo. El gernikarra recauda dinero para repoblar con árboles autóctonos una parcela de Urdaibai, el paraíso en el que entrena.

Para ello, por cada ciclista que queda detrás de él, el vizcaino aporta un euro para la causa. De momento ha recaudado más de 1.200 euros en lo que va de Tour. Preocupado por el medio ambiente, cada euro que se gane con su esfuerzo en el tour lo donará Pello Bilbao a la asociación Basoak SOS. Dobló la apuesta en Issoere.

El legado de Gino Mäder

La idea es darle vida a un terreno deforestado. "El objetivo es comprar un terreno deforestado y replantarlo con especies locales. Gino tendrá pronto un pedazo de bosque en el País Vasco". El suizo era un ferviente impulsor del cuidado medioambiental.

En la vuelta de 2021 donó un euro por cada ciclista que dejó a su espalda durante la competición. Mäder recolectó 3.159 €, que los destinó a la reforestación de África. Un año después, el dinero que consiguió lo empleó para luchar contra el cambio climático y contra el deshielo de los glaciares. Pello Bilbao, que corre el Tour con el aquí y ahora como lema, el día a día como plan, dejó a todos atrás. El mejor. Más bosque. Más vida.

Se enroló en una fuga que tardó en construirse en un territorio sin resuello. En el Macizo Central todo es relieve. Sube y baja bajo la presión del calor, los sopapos de fuego. Las piernas siempre castigadas, la respiración acelerada y la velocidad elevada del día después. Al galope en un western.

Corren los forajidos y se reordena el pelotón, al que regresan Vingegaard y Pogacar, que lucen de pechera de general. Ordenó parar el danés de amarillo y sus muchachos controlan la fuga a cierta distancia en entre cotas que no dejan en paz al organismo, que lo examinan, que lo exigen. El gernikarra, a algo más de siete minutos de Vingegaard, era el hombre más adelantado en una fuga con Alaphilippe, Kwiatkowski, O’Connor o Barguil.

Una etapa muy calurosa

Vulcania. A veces los nombres tienen sentido y le dan significado a lo que representan. El lugar d ellos volcanes bramaba lava. En el Macizo Central la tierra es caliente. Un corazón que arde, que alarga sus brazos enfurecidos de fuego y agarra a los ciclistas con las tenazas. La temperatura de forja es el recibimiento tras el día de descanso.

El calor abrasa y todo lo invade, como una plaga bíblica. No hay puerta de emergencia para abandonar el agobio, salvo el extintor de la huida. Así se sacude el pelotón el bochorno. Al galope. Jinetes apocalípticos. No espera el frescor, pero la velocidad sirve de ventilador, de un tramposo abanico, que parece refrescar.

En ese estado de ansiedad, de incomodidad y agobio, se dispara todo. Un mecanismo enfermizo con el termómetro parpadeando a 35 grados. La canícula despellejando voluntades. El asfalto, mucho más caliente, eructa bocanadas de aire recalentado que acaloran aún más los cuerpos. Diabólico.

Vingegaard y Pogacar se miden

El calor, abrasador, la sensación de ahogo perenne, hace enloquecer al pelotón que huye despavorido del incendio. Incluso Vingegaard y Pogacar, los más frescos del Tour, se enojan y buscan una fuga o simplemente alejarse del calor.

Los nervios se multiplican. Dorsales al aire en busca de un alivio bajo un sol que clava sus rayos de fuego y furia en carretera estrechas, bamboleantes, serpenteantes.

En el Macizo Central, sin sombras que amortiguaran el efecto de sofoco, se demandaba hielo, agua, todo para rebajar la temperatura corporal ante el evidente peligro de deshidratación en un paraje hostil.

Mas aún cuando el pulso cobró una intensidad desmedida. Van der Poel, el portento salvaje, encendió al turbina. Van Aert, que reconoce cada gesto del neerlandés incluso antes de dibujarse, se ató a su galope.

Se conocen desde que eran niños. Se leen el pensamiento. Telepatía entre campeones. Llevan una vida compitiendo en los mismos escenarios. No se puede entender al uno sin el otro. Caballos locos. Dos hombres y un destino. Hablaron con los codos, hermanados para tratar de subirse a la grupa de la fuga, solidaria. Un combate maravilloso.

Neilands, al límite

En la Côte de la Chapelle-Marcousse, 6,6 km al 5,5% se rompió la paz. Saltó por los aires la comunidad de vecinos. Neilands, que había estirado el gaznate con anterioridad, se puso en pie. Alzó la voz. Comenzaba el jugo de verdad. Los descartes. El letón emergió volcánico.

Pello Bilbao, Alahilippe, O’Connor, Chaves, Pedrero, Zimmermann… se miraron. Había que medir cada gramo de fuerza. El método del gernikarra, su manual de estilo. Ordeno y mando. Por detrás, Van der Poel se plegó. Van Aert, también. El Ineos tomó el control para defender las opciones de podio de Carlos Rodríguez. Pello Bilbao mantuvo la tensión. Logró que nadie se relajara. Ese fue su triunfo. Era el más rápido y convenció al resto para dar con Neilands.

Jugada maestra de Pello Bilbao

El avance de Pello Bilbao era significativo. El de Gernika gestionaba cada palmo con sabiduría. Neilands, con perseverancia. Conmovedor su empeño. La cuerda entre ambos se tensaba y se recogía. Bailaba en 15 segundos. Un thriller. Emoción en una jornada magnífica. Palpitante. Dolor y gloria. Se soldaron. Agrupados, los fugados, O'Connor arrancó. Le secó Pello Bilbao, que también acudió al envite de Zimmermann. Miró, templó y se desató Pello Bilbao. Liberado. Va por ti, Gino. De aquí a la eternidad.