Al final, el monte pelado, el mito del Mont Ventoux, su aspecto lunar, un sitio para la historia. “Ganar en el Tour te coloca en la memoria de la gente y más aún si es un puerto mítico, como el Mont Ventoux. La gente me lo recuerda siempre. De hecho, más de uno me dice qué estaba haciendo y dónde estaba aquel día”.

Era el 25 de julio de 2009. La etapa unía Monte Limar y el Mont Ventoux a través de 167 kilómetros y cuatro cotas. Al equipo de Juanma Garate, el Tour no le estaba saliendo demasiado bien. Era la penúltima etapa de la carrera francesa. En ese ambiente, el objetivo era agarrar alguna etapa, algo que llevarse a la boca. 

EN EL BUS, ANTES DE LA SALIDA, BROMEABA SOBRE LA POSIBILIDAD DE VENCER EN LA ETAPA

Rememora el ciclista de Irun, que Juan Antonio Flecha, en el autobús, insistía en que había que hacer algo porque se acababa en el Ventoux. El catalán es mitómano. Medio en broma medio en serio, el irundarra le dice que va a ganar. “En realidad lo dije y tuve la sensación de haberlo soñado o de estar en un duermevela y pensar que iba a llegar con Contador y que ganaba en el Ventoux”, describe Garate.

Camino de gigante de la Provenza, se formó la fuga. “Es lo de siempre, van pasando los kilómetros y vimos que nos dejaron hacer. Manejábamos una gran diferencia. A partir de ahí ya sabes qué es lo que tienes que hacer. Se trata de ir dividiendo”, expresa el guipuzcoano.

“Sabía que no podía hacer segundo. Iba a ir a por todas”. En las faldas del Mont Ventoux, la montaña expuesta al viento, el paisaje rapado, la foresta que va desapareciendo en el punto de fuga, Garate entiende que tiene que dar un paso adelante. “Antes de la subida en sí, comencé a buscar mi opción, endureciendo. Había que seleccionar el grupo lo antes posible”. El problema era que la diferencia con el pelotón se había reducido notablemente. “Manejábamos minuto y medio”. 

GARATE CONQUISTÓ UNA DE LAS CIMAS MÁS ICÓNICAS, QUE "HACE QUE SEA INOLVIDABLE"

La subida era dura, inclemente, muy abierta al viento, que castiga el mentón y achata la nariz. A falta de menos de un kilómetro para la cumbre, icónica su antena apuntado al cielo, Garate se impulsa. Tony Martin, que iba junto a él, cede. “Vi que no reaccionaba y pensé, al menos no va bien si a esa distancia no arranca. Mantuve el pulso y pude levantar lo brazos”. A partir de ahí, Garate entró por derecho en la historia de Tour. “Es algo que no asimilas al principio. Estás como en una nube. Ganar en el Tour en grandes vueltas es lo máximo. Se le da otro valor. Hacerlo en el Ventoux hace que sea inolvidable”.