El próximo Tour de Francia que desean Pogacar y Vingegaard se disputa fuera de la carretera. Se juega en un tablero de ajedrez. Entre la estrategia y la táctica. La París-Niza ha sido el último escenario de ese pulso entre el esloveno, campeón de la carrera en 2020 y 2021, y el danés, vencedor de la Grande Boucle el pasado curso. Ambos son los principales opositores al Tour que nace en Bilbao. La victoria de Vingegaard en la última edición de la carrera francesa estuvo apoyada en el descomunal despliegue del Jumbo. Resultó memorable su actuación en la jornada con final en el Granon. Aquel día, los ataques a relevos de Roglic y Vingegaard hasta vaciar a Pogacar, -el esloveno los respondió hasta que claudicó en el Granon cuando el danés cargó con todo- fijó el comienzo de un nuevo modo de retarse. En el UAE comprendieron que había que adaptarse a las nuevas condiciones y que solo con el mejor de los solistas no alcanzaría para batir a la mejor orquesta. Se exigía otra perspectiva para encarar el binomio Vingegaard-Jumbo. 

Se imponía un enfoque distinto y, a ser posible, sorprendente. Pogacar, el mejor ciclista, debía ampliar el foco. El Tour del pasado año evidenció, contra todo pronóstico, que el esloveno era batible. Había una grieta. No tal vez en el mano a mano, pero sí ante un planteamiento coral y estudiado al detalle al grito mosquetero de: “uno para todos y todos para uno”. Aprendieron la lección, dura, pero edificante en el cuartel general del UAE. Tomaron nota. La primera reacción fue enriquecer el fondo de armario del equipo con la incorporación de grandes ciclistas como Wellens, Adam Yates o Grosschartner para proteger a Pogacar cuando él y Vingegaard se midan a campo abierto en el Tour. Ese movimiento, el de sumar ciclistas muy capaces al camerino de la gran estrella, era evidente. Muscular la escuadra fue la respuesta primera. Más equipo. A partir de ahí, con todos los elementos del puzzle fijados, desde la dirección de la escuadra comenzaron a confeccionar el calendario de Pogacar. En el nuevo curso sobresalía un claro e indisimulado objetivo: volver a conquistar París.

Alrededor de ese reto orbitan las preparaciones, las concentraciones en altura y los training camps de los ciclistas. El deseo inaplazable de Pogacar es coronarse con su tercer Tour de Francia. Vingegaard, que fue capaz de someterle, busca el segundo laurel. Ambos cohabitan en un ciclismo alejado de los preceptos de lo ganadores recientes, que solo tenían ojos para la Grande Boucle y se tomaban el resto de competiciones a modo de una aproximación al Santo Grial. Entonces no hacían demasiado caso a la cuenta de resultados de las carreras anexas. Lo trascendente, lo único, era el Tour. Eso ha cambiado y para los nuevos campeones cualquier cita tiene una gran valor. Pogacar sale a ganar. También Vingegaard. Ese es su sentido, su alfa y su omega. Sin embargo, daba la impresión de que el danés, que superó al esloveno en el julio francés, no tenía pensado subirse al ring frente a Pogacar antes del Tour. El esloveno, en cambio, estaba deseoso. Buscó a Vingegaard. El danés mordió el anzuelo que había tras el señuelo.

Un plan perfecto

Desde el UAE idearon un plan para citar a ambos antes de la gran contienda en Francia. Lanzaron la idea de que Pogacar, dos veces ganador del UAE Tour, la carrera del patrocinador del equipo, volvería al desierto para vencer por tercera ocasión. Una forma de homenajear a los impulsores de la escuadra. En el Jumbo entendieron que la presencia de Pogacar en la prueba emiratí y la posible incursión en la Tirreno-Adriático (otra prueba fetiche), dejaba vía libre para que Vingegaard se expresara en la París-Niza. El plan del danés estaba marcado por O Gran Camiño antes de encarar Carrera del Sol. En ese tiempo, con Vingegaard comprometido para la carrera francesa, en el UAE realizaron la maniobra de distracción. Alimentaron la idea de que el esloveno sería de la partida en la carrera del desierto. Sin embargo, el objetivo real, desde el comienzo, era encontrarse con Vingegaard en la París-Niza antes de retarse en el Tour.

Convergieron los dos en la prueba gala, un mini Tour, y el esloveno no tuvo piedad del danés. Siempre que pudo, desde el inicio a través de la búsqueda de la bonificaciones, retó Pogacar a Vingegaard. No solo buscaba la victoria, quería que esta fuera inapelable. Una taza de la venganza por lo sucedido en el Tour. En plenitud, Pogacar corrió con rabia, demostrando su superioridad en cada pasaje de la París-Niza. Solo en la crono por equipos fue superior el danés. En los pleitos en montaña, el esloveno retrató a su rival. En la ascensión a La Loge des Gardes astilló a Vingegaard, que explotó tras atacar inicialmente al esloveno. Pogacar, exuberante, le remató. En el puerto final de la París-Niza, en El Col d’Èze, el líder, no tuvo piedad. Sentado, en la rampa más dura de la ascensión, se despegó de todos. Se quitó de encima la sombra de Vingegaard, que estaba tachonado a su rueda. En el podio final de la París-Niza se iluminaba el rostro de Pogacar, sonrisa de ganador la suya, mientras que en la cara de Vingegaard se imponía la mueca de la impotencia y las dudas de verse abrumado en el vis a vis con el esloveno. La jugada del UAE salió perfecta. Llevan la iniciativa para derrocar al último rey de Francia. La operación jaque a Vingegaard ha funcionado. En julio aguarda otra partida. ¿Habrá mate? - NTM 

Una crono en niza, final del tour 2024

  • París no será la meta. Las dos últimas etapas del Tour de 2024 se disputarán en Niza por la coincidencia con los Juego Olímpicos, que tendrán como sede París. La vigésima etapa de la carrera francesa será una jornada explosiva, de 132 kilómetros, entre Niza y la ascensión al Col de la Couillole. Además de la subida al Col de Braus (10 kilómetros al 6,6%), se subirán el Col de Turini, con sus 20,7 kilómetros al 5;7%; el Col de la Colmiane, con sus 7,5 kilómetros al 7,1%; y la subida final al Col de la Couillole, 15,7 kilómetros al 7,1%.
  • Crono decisiva de 35 kms. Con salida en Mónaco y llegada en Niza, la crono contará con la subida a La Turbie, 8,1 kilómetros al 5,6%, y a las duras rampas finales de la subida al Col d’Èze, con 1,6 kilómetros al 8,1% antes de descender a Niza.