son los cuatro jinetes del Génesis, con quienes empezó todo. Los principios de un deporte que enraizó bien entrada la segunda mitad del siglo XX y floreció con el nuevo milenio. Los cuatro que se colocaron al frente, al timón de la nave, para que ésta echara a navegar por las procelosas aguas de un deporte que apareció por estas costas, estigmatizado y señalado por quienes luego se rendirían a su belleza.

Los 4 fantásticos y Charles Xavier

Las primeras maniobras, las más complicadas siempre, hubieron de inventarse casi de la nada, sin mapas ni brújula, con la herramienta más sencilla y en precario, al arrullo de entusiastas y gentes valientes, encantadores e ilusionistas que marcaron un camino a seguir y las pautas de la travesía.

Quedó dicho en las primeras epístolas la manera como penetró el pádel en nuestra casa. La vía de penetración por el norte y el cemento que acogería en la Peña sus dos primeros escenarios. Allí golpearían por primera vez la pelota quienes ya lo habían probado en Jolaseta. Por ahí volarían aquellos globos kilométricos que lanzaba el presidente del club Manuel Crespo. En 1995, ayudados por éste, y comandados por Javier Ron, nacería la Federación Alavesa de Pádel, la FAP. Gonzalo Medrano y Jon García-Ariño, “muy importantes en el desarrollo del pádel alavés”, reconoce Ron. Tres años más tarde, capitaneados por Julio Alegría, quedaría constituida la Federación Vasca. El Estadio apostaría por el pádel, –“no creían que el nuevo deporte tuviera éxito”– construyendo sus propias canchas. El siguiente paso lo daría el Ayuntamiento, que construiría las suyas en Mendizorrotza con un velamen tan colorido como inadecuado. Las primeras escuelas, las selecciones de Álava y el ranking, dieron paso luego al nacimiento del Circuito Alavés bajo la presidencia de Íñigo Vidal-Abarca, asunto trascendental, la base del crecimiento en imagen, licencias y participación; “la piedra angular e impulsor definitivo del pádel alavés”, subraya Vidal-Abarca, que copiarían luego en el resto de territorios con menos fortuna. Alberto Roth fue el siguiente, el más longevo, “12 años al frente al llamado de los clubes. Fue una presidencia de consenso, con un equipo excelente y muy profesional”. Manu Rabanera cogió el testigo de los otros tres, con Barrena y Posse de por medio, cuando éste último dimitió, con un claro objetivo: recuperar el CAP, “volverlo a hacer atractivo y que el jugador recobre la ilusión por la competición”.

Los cuatro presidentes del Alto de Uleta han sido magníficos jugadores de pádel. Estiloso y pulcro Ron, exquisito en casi todo; técnico y de mucho carácter –competitivo, ganador y contadísimos pero destacados instantes de acritud y genio– pero físico insuficiente, el Vidal-Abarca, duro de roer; aguerrido y algo tosco Roth, empeñado en pasarlo bien y disfrutar del partido, sin la garra que le caracterizó en los campos de fútbol, dueño de la patente de la conocidísima albertina, versión propia de la contra pared lateral, y unas rodillas de cristal; elegante, creativo, jugador ofensivo y preciosista y escaso rigor defensivo –impera el puro divertimento– don Manuel, el señor Rabanera, mandamás y timonel de la nave federativa a día de hoy, “un paquete” se proclama, lo que viene a estar bastante lejos de la realidad.

Son los 4 Fantásticos, a quienes hice coincidir en la foto en el 50 aniversario de la Peña Vitoriana. Están el elástico Ron, el ígneo Vidal-Abarca, el pétreo Roth y el hasta hace bien poco “invisible” Rabanera. Los fantásticos aparecen uniformados en torno al Profesor X, sin silla de ruedas aún, pero casi. Cuatro superhéroes que en su día tomaron la determinación de pelear en el lado adecuado para el beneficio de la humanidad padelística. De Marvel quedó esto. ¡Para cuándo la película!