Nuevamente en el cielo. Reina en el Olimpo. Otra vez alcanzó Ellen van Dijk el arcoíris. Lo dejó colgado, en suspenso, durante unos minutos y lo recuperó después. Es su prenda favorita. No quería perderla. Se afanó en ello la neerlandesa, que revalidó el título en Wollongong, Australia. Tuvo que ofrecer su mejor versión después de que Grace Brown, australiana, fijara un crono estupendo, inaccesible para las otras candidatas a la corona. Brown, que competía con zapatillas de casa, era un marrón para el resto. 

Van Vleuten, una de las grandes favoritas, se deshabitó por dentro. No entró en el podio. Una distopía. Se quedó sin la energía que le llevó a la cúspide del Giro, el Tour y la Vuelta femenina. Sus vatios la abandonaron. Repleta de ellos amaneció Brown, sorprendente y afilada. Ella fue la gran referencia hasta que irrumpió en escena Van Dijk. Era el último fotograma. El mejor. A la neerlandesa le retrató la gloria.

Antes, Grace Brown, que fue cuarta en los Juegos Olímpicos en la misma especialidad, estuvo sonriendo después de una actuación memorable. Solo Van Dijk, una especialista estupenda, campeona mundial de contrarreloj en 2013, 2021 y 2022, pudo con ella y le borró la felicidad plena. Le batió por 12 segundos en el acto final. El bronce se colgó del cuello de Marlen Reusser. La suiza se quedó a 41 segundos de la neerlandesa. 

Van Dijk fue la última en asomar. La más fotogénica. Lo hizo con fuerza. Carretera y trueno. En el mismo recorrido de la contrarreloj masculina, 34,4 kilómetros, la neerlandesa marcó un tiempo de 44:29 y una media de 43,5 kilómetros por hora para envolverse en la victoria. Van Dijk se arrulló por tercera vez sobre el tacto etéreo del arcoíris.