Mientras va amaneciendo, voy saliendo de Pamplona. La capital navarra es espectacular y merece la pena observarla y no perder de vista sus detalles. Antes de eso he parado para desayunar un pincho de tortilla y un café. La salida se hace larga porque hay que atravesar toda la ciudad hasta pasar con la universidad.
Ahora ya sí, pasado Cizur Menor, enfrente de mí se alza el alto del Perdón. Poco a poco voy subiendo. La verdad es que desde abajo impone bastante, pero antes de lo esperado llegó a la cima.
En la cima me encuentro con Jon, un chico que está grabando con una cámara al cual le pido el favor de que me saque una foto. Tras charlar brevemente con él, encaro el camino de bajada hasta la localidad de Obanos. Un pueblo muy bonito con una iglesia preciosa y unos arcos de piedra imponentes.
De ahí en solo dos kilómetros me planto en Puente la Reina. Voy bien de tiempo y me permito la licencia de tomarme una cerveza junto con un pintxo.
Llega la parte que más temo que es el tramo entre Puente la Reina y Estella.
Me han hablado de la subida a Mañeru, un pueblo navarro que no aparece hasta que has superado una cuesta muy pronunciada.
A partir de aquí el camino se hace un poco más duro ya que no hay más que subidas y bajadas continuas. No en vano me han salido más de 900 metros positivos. Queda el arreón final tras subir hasta la iglesia de Cirauqui, donde hablo brevemente con Marc, un estadounidense en la que es su primera vez en el Camino. Se queda en Cirauqui porque las piernas hoy ya no le dan para más. Tras pasar por las localidades navarras de Lorca y Villatuerta por fin entro en Estella. Un pequeño apunte: la distancia que marca entre Villatuerta y Estella es incorrecta. Son casi dos kilómetros más.
Tercera etapa terminada y un paso más para conseguir este reto solidario en la lucha contra la ataxia telangiectasia.