La montaña mágica, la de Montjuïc, se acoda en la barandilla de la terraza que da a Barcelona, a la espera de que la Volta a Catalunya resolviese la última ecuación. Por las escaleras de la ascensión a Montjuïc, un bucle de seis cumbres, como si se tratará de una cordillera, Sergio Higuita y Richard Carapaz, camaradas un día antes bajo la lluvia en medio de la tormenta con aparato eléctrico que desataron, se observaron con recelo. No hubo saludos. No estaban en Cambrils, cuando se repartieron el botín. En la ciudad condal eran enemigos íntimos. En la clausura, Higuita subrayó su dominio para encaramarse en el trono de la Volta a Catalunya sin pestañear. Dominó la escena en su primera victoria en el WorldTour. Carapaz fue segundo, a 16 segundos, y Almeida, tercero, a 52. Nadie pudo sorprender al líder. Tampoco arañarle.

El viaje de Higuita al cielo de la Volta partió desde el humilde barrio de Castilla, en Colombia. Allí, en una chatarrería, entre un amasijo de hierros, en el barrio donde reside su familia y antes lo hizo el celebérrimo René Higuita, exportero de la selección de Colombia, encontró su tesoro. En realidad, Higuita dio con otro hierro. Un cuadro azul celeste que necesitó ser reparado y adecuado por su padre, Leonardo, le abrió las puertas de su cielo a pedales. "Fue mi primera bici de ruta. Un hierro que encima conseguí intercambiando mi mountain bike para ello", expuso a este periódico tiempo atrás. Ahora monta sobre una bici de carbono, pero Higuita sigue siendo el mismo muchacho. Pura pasión.

Poels no pudo asistir al último baile, el de la coronación de Higuita. Le derrotaron los problemas estomacales. El sexto de la general dejó de serlo por las tripas. Otro abandono. Su compañero, Sonny Colbrelli, regresó a Italia después de pasar varios días en el Hospital Universitari de Girona tras recuperarse del infarto de corazón que dejó helada la carrera el pasado lunes. Las maniobras de reanimación y el desfibrilador salvaron la vida del ciclista italiano. En Montjuïc se cruzaron las buenas noticias de Colbrelli con el gozo de Andrea Bagioli, vencedor de etapa, y el laurel de Higuita en el fin de fiesta.

HIGUITA, INMUNE A LOS ATAQUES

A los pies del circuito final llegó una fuga con varios cazadores de etapa. Se les agotó la vida a medida que sumaban los giros. El redoble de tambor anunció a Carapaz, orgulloso y valiente. El ecuatoriano, siempre ofensivo, tensó en la rampa más exigente para probar el material del que está hecho Higuita. El colombiano no titubeó. Lanzó el garfio sobre Carapaz. Soldados los mejores alrededor de la hoguera de las vanidades. Higuita giraba el cuello. Pasó revista. Carapaz, Almeida, Ayuso, Quintana y Johannessen estaban allí. También Buitrago, que se desmarcó para enfrentarse al asalto definitivo al Castillo de Montjuïc. Buitagro no inquietaba a Higuita, dominador, mandón. El líder, explosivo, no concedió ni un palmo. A Buitrago se le secó la fuente de la ilusión.

Se descerrajo la traca final. Ayuso y Almeida cargaron con todo, bamboleando los hombros, zarandeando, espasmódicos, la bici cuando la rampa era un puñetazo de realidad. Se achataron las narices por el esfuerzo en un repecho con tilde, al 18%. Acentuado. A Carapaz le visitó un punto de ahogo. Se recuperó el ecuatoriano a tiempo. Higuita, el líder, gestionó cada pulgada de la ascensión con serenidad y fortaleza. En ese tiovivo de ataques y acelerones, Quintana se pudo agarrar al grupo tras deshilacharse unos metros. Higuita, Carapaz, Johannessen, Ayuso, Almeida, O'Connor y Quintana. Los siete magníficos se comportaban como el grupo salvaje. Todo desbocado. La estampida convocó a otro grupo. Higuita silbaba. La Volta era suya. Se dedicó a observar la ceremonia de coronación. Bagioli se adjudicó la etapa. Higuita, nacido en el barrio de Castilla, se encumbró. Rey del Castillo de Montjuïc.